Lectura de verano

Veraneando a la manera de Pla, Foix, Picasso o Carmen Amaya

Un libro recoge cómo fueron las vacaciones en Cataluña de artistas e intelectuales

Josep Pla, tercero por la derecha, en unas vacaciones de verano
Josep Pla, tercero por la derecha, en unas vacaciones de veranoFundació Josep Pla

Mucho antes de que llegaran las redes sociales, mucho antes de que todo el mundo se llevara el móvil a la playa para demostrar la gente iba a estos lugares para descansar, rellenar postales e, incluso, en el caso de artistas y escritores, hasta encontrar tema para algunas de sus posteriores creaciones. El periodista y escritor Joan Safont ha indagado sobre las vacaciones catalanas de un puñado de creadores. Eso es lo que podemos encontrar en «L’estiu passant», editado por Comanegra, un libro nacido como una serie periodística para un diario digital, pero que posteriormente el autor ha ampliado con más e interesante material.

Estas postales son, a la par, un paseo por la cartografía catalana, visitando lugares que fueron convertidos en espacio de veraneo mucho antes de que todo fuera invadido por el turismo más masivo. Hablamos de un tiempo, por ejemplo, en el que Jacint Verdaguer iba al balneario de la Presta, el mismo por el que pasaba la alta burguesía francesa mientras disfrutaba de un paisaje que inspiró uno de sus indiscutibles más grandes poemas: «Canigó».

Otro poeta mayúsculo, J. V. Foix, optaba por la localidad ampurdanesa del Port de la Selva, atraído por lo que explicaban de aquel lugar Josep Maria de Sagarra o Alexandre Plana, sin olvidar los textos sobre la Costa Brava de Josep Pla. Fue allí donde iría a descansar durante toda su vida, en una casa en la que convivían los troncos que había encontrado en su camino con obras de los integrantes de Dau al Set, como Ponç, Tàpies o Cuixart. También supo allí lo importante que era vestir con pantalón del color azul de los marineros, y no con el blanco, si se iba hasta la tertulia de los pescadores.

Si seguimos por el Empordà nos surgen inevitablemente en un nombre: Josep Pla. Para el gran escritor, Calella de Palafrugell fue una suerte de paraíso para él. Allí entabló una amistad, casi mítica, con un pescador llamado Sebastià Puig Barceló y que ha pasado a la historia por el irónico seudónimo de «l’Hermós», pese a que el hombre no era precisamente ejemplo de belleza.

La bailaora Carmen Amaya encontró la calma que deseaba en Begur, concretamente en una finca llamada Mas d’en Pinc. La construcción del siglo XVII fue el hogar que buscaba tras sus viajes actuando por el mundo, incluso para un presidente de Estados Unidos como Franklin D. Rooselvelt. En Mas d’en Pinc buscó reposo, incluso cuando ya estaba gravemente enferma y decidió participar en la película «Los tarantos».

Vayamos ahora hasta el sur, hasta Horta de Sant Joan, donde pasó dos importantes y diferentes temporadas Pablo Picasso. La primera de ellas fue en 1898, gracias a su amigo Manuel Pallarès, compañero en la bohemia de Barcelona. En Horta de Sant Joan, bautizada por el malagueño como Horta d’Ebre, vivió en el bosque como un salvaje junto a su amigo, además de pintar y dibujar mucho. Diez años después, volvió a lo que su biógrafo Palau i Fabre llamó como «su paraíso perdido», escandalizando al pueblo al regresar con su pareja de entonces, Fernande Olivier.

Siguiendo estos paseos que nos propone Joan Safont, vale la pena parase en Arenys de Mar, aquella población que Salvador Espriu bautizó como Sinera haciendo de ella un mito literario. El autor hizo de la casa familia un espacio con un jardín de cinco árboles y escenario de su «Primera història d’Esther». La casa hoy sigue siendo propiedad de la familia de Espriu.

El libro también nos acerca hasta Arsèguel donde pasó veranos la inolvidable Montserrat Roig. En una casa llamada Cal Sastre, la escritora y periodista encontró el espacio necesario para poder seguir trabajando lejos de los ruidos que le perseguían en Barcelona. Allí dictaba sus artículos desde el único teléfono del pueblo, en una casa vecina, o escribía algunos de sus títulos imprescindibles, como «Els catalans als camps nazis» o «L’hora violeta».

Una mención aparte nos lleva al 1 de noviembre de 1933 aparecía en las páginas de «Clarisme» un reportaje escrito por una joven periodista y escritora llamada Mercè Rodoreda. Dedicaba su texto a un pueblo llamado Coll de Nargó. No era un lugar especialmente turístico, pero por sus calles habían paseado nombres tan destacados como los de Pío Baroja, Joan Amades y Joaquim Mir. Además de captar el ambiente político que se vivía en Coll de Nargó, Rodoreda también empleó aquella localidad como base para su novela «Del que hom no pot fugir», que vería la luz un año después de la publicación del reportaje.