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La relación entre el plomo y la caída del Imperio Romano: ¿mito o realidad?

El plomo era muy popular la antigua roma, pero, ¿se usaba tanto como para provocar un envenenamiento masivo de la población?

Un cristal cúbico de galena, uno de los minerales de los que se extrae el plomo.
Un cristal cúbico de galena, uno de los minerales de los que se extrae el plomo.Robert M. Lavinsky

A primera vista, el plomo parece un material estupendo: es fácil de extraer de sus minerales, se funde a una temperatura baja y se le puede dar forma con facilidad gracias a su gran maleabilidad y ductilidad... Pero, durante el último siglo, hemos descubierto que la toxicidad del plomo anula todas esas ventajas.

Entre los síntomas que produce la exposición crónica a concentraciones altas de este metal destacan la pérdida de memoria a corto plazo y de coordinación, insomnio, depresión, fatiga, dolores de cabeza e impedimentos en el habla. Además, unos niveles altos de plomo en la sangre pueden reducir la fertilidad e incrementar el riesgo de partos prematuros y de que el recién nacido sufra problemas en su desarrollo mental. Teniendo en cuenta que los habitantes del Imperio Romano utilizaban el plomo para hacer todo tipo de artilugios, como contrapesos, tuberías y calderos y otros utensilios de cocina, se ha llegado a proponer que la causa de esta civilización fue el envenenamiento masivo de su población con este metal pesado. Ahora bien, ¿tiene algún sentido esta idea?

Plomo en el agua

No hay duda de que una intoxicación masiva con plomo afectaría negativamente a la estabilidad de cualquier nación, pero el romano medio estaba expuesto a una cantidad de plomo mucho más baja de lo que podría parecer a primera vista.

Por ejemplo, aunque es cierto que las ciudades romanas contaban con sistemas de canalización hechos de tuberías de plomo o revestidos con este metal, es poco probable que el agua absorbiera cantidades peligrosas de plomo mientras circulaba a través de ellos porque pasaba muy poco tiempo en contacto con las tuberías y, además, la cal que el agua depositaba sobre la superficie del metal acababa formando una capa «protectora» que impedía que el líquido entrara en contacto con el plomo. Las tuberías de plomo no eran totalmente inocuas, por supuesto, pero un estudio de 2014 analizó sedimentos depositados en la época y concluyó que los niveles de plomo en el agua que bebían los romanos no eran lo bastante altos como para ser «verdaderamente dañinos».

Tuberías de plomo romanas en Ostia Antica.
Tuberías de plomo romanas en Ostia Antica.Chris 73/Wikimedia

Los romanos también estaban expuestos al plomo a través de los compuestos de este metal que usaban en pintura, medicina y cosmética, pero, aun así, se estima que entre el 50% y el 60% del plomo que ingerían provenía del vino. O, siendo más concretos, de lo que ellos llamaban sapa.

¿Vino envenenado?

La sapa es un líquido dulce que se utilizaba para endulzar el vino o elaborar salsas y se producía hirviendo zumo de uva, reduciendo así su volumen y concentrando sus azúcares. El problema era que esta reducción a menudo se llevaba a cabo en ollas de plomo, por lo que el metal de las paredes del recipiente reaccionaba químicamente con la acetona del zumo de uva y se formaba un compuesto llamado acetato de plomo que se disolvía en la sapa caliente.

Cristales de acetato de plomo.
Cristales de acetato de plomo.Dormroomchemist/wikimedia

El acetato de plomo es un compuesto químico curioso porque se trata de una sal que tiene un sabor dulce, aunque probablemente no añadía mucho dulzor a la sapa. Lo que sí le añadía era una dosis de metal tóxico difícil de cuantificar. Las estimaciones más altas sugieren que 1 litro de sapa podía llegar a contener hasta 1 gramo de acetato de plomo, pero, al mismo tiempo, los romanos diluían la sapa en cantidades variables de vino o agua antes de tomarla, así que la concentración de plomo final a la que estaban expuestos a través de este brebaje podía ser muy distinta.

Además, el consumo de sapa variaba muchísimo en función de la clase social, siendo los aristócratas los que más le daban a la botella. Por ejemplo, un estudio de 1983 estimó que los aristócratas romanos bebían 2 litros de vino al día y que los más «glotones y bebedores» lo tomaban fuertemente endulzado con sapa, llegando a consumir hasta 250 microgramos de plomo diarios. En comparación, la clase media y los esclavos rondaban los 35 y los 15 microgramos de plomo al día.

De estas cifras se puede deducir que la mayor parte de los habitantes del Imperio Romano no habrían estado expuestos a cantidades peligrosas de plomo. De hecho, otro estudio de 2010 midió la concentración de plomo en los huesos de varios esqueletos de la época encontrados tanto de la ciudad de Roma como en ciudades de legionarios muy alejadas de la capital. Los autores no sólo midieron niveles de plomo similares a lo largo de estos los territorios distantes, sino que, además, los niveles de plomo de los esqueletos eran entre el 41 y el 47% inferiores a los de la población europea actual.

Por tanto, parece que el romano medio no estaba expuesto a cantidades de este metal pesado lo bastante altas como para se pueda hablar de un envenenamiento masivo que condujera a la caída del Imperio. Pero, ¿qué hay de los aristócratas?

Sin pruebas

Si los aristócratas estaban expuestos a mayores cantidades de plomo, es posible que los síntomas derivados de la intoxicación por este metal afectaran a la coherencia de sus decisiones políticas... Pero, de nuevo, la cuestión es más compleja de lo que parece.

Por un lado, sólo los más ávidos consumidores de sapa habrían estado expuestos a cantidades de plomo muy altas. Además, hay que tener en cuenta que los romanos contaban con otros métodos para endulzar y preservar el vino, como por ejemplo la introducción de diferentes especias o de agua de mar, por lo que los aristócratas tenían otras opciones «sin plomo» a su disposición. Incluso había quién abogaba por no introducir ningún otro elemento en el vino, como Discórides, que sostenía que resultaba más beneficioso para el cuerpo si se dejaba tal y como está.

A estos detalles hay que añadir que los romanos eran parcialmente conscientes de los efectos nocivos del plomo. Es cierto que su conocimiento sobre esta enfermedad no era detallado y que no se describió el cuadro clínico completo hasta el siglo VII d.C., pero eso sugiere precisamente que la intoxicación con plomo era una patología con la que no se topaban con mucha frecuencia. Por tanto, aunque seguro que más de un aristócrata aficionado a la bebida acabó envenenado por plomo, la historia es demasiado compleja como para que se pueda atribuir la caída de un imperio con siglos de historia a un solo metal pesado.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Aunque el plomo tiene una densidad lo bastante alta como para que se haya ganado un lugar en nuestro lenguaje cotidiano (con la expresión «más pesado que el plomo»), lo cierto es que existen metales muchísimo más densos, como el mercurio, el oro o el wolframio.

REFERENCIAS (MLA):