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La odisea de instalar estaciones meteorológicas en el Everest

Un recordatorio de que no toda la ciencia se lleva a cabo en un laboratorio.

Los climatólogos Baker Perry y Tom Matthews, junto a un equipo de sherpas, construyen una estación meteorológica automatizada en el Balcón del Everest
Los climatólogos Baker Perry y Tom Matthews, junto a un equipo de sherpas, construyen una estación meteorológica automatizada en el Balcón del EverestNATIONAL GEOGRAFICLA RAZON

El Everest es un destino turístico cada vez más popular: sólo en 2019 llegaron 891 personas a la cima de esta montaña. Pero este incremento en el tráfico de escaladores también conlleva un aumento el número de personas que mueren en el intento. Dado que uno de los factores que más víctimas se cobra cada año es la meteorología adversa e impredecible de la región, instalar estaciones meteorológicas en diferentes puntos de la montaña es crucial para anticiparse a los cambios bruscos de tiempo y salvar vidas.

Ahora bien, llevar esa tecnología al punto más elevado del mundo es una auténtica odisea. Una odisea que se relata en un artículo publicado recientemente por el equipo que instaló esos instrumentos en 2019.

Condiciones extremas

El equipo de investigadores instaló cinco estaciones meteorológicas a diferentes altitudes que transmitirían por satélite los datos de presión, temperatura y velocidad del viento, entre otras cosas. Sin embargo, cualquier aparato electrónico apostado en el Everest debe estar adaptado para soportar condiciones atmosféricas durísimas.

Por ejemplo, el frío extremo del Everest impide el correcto funcionamiento de las baterías de las estaciones meteorológicas. La razón es que las baterías no se «vacían» y se «llenan» de electricidad, como podría parecer a simple vista, sino que almacenan la energía y producen la corriente gracias al intercambio de iones que se produce entre dos sustancias contenidas en dos compartimentos distintos. Dicho de otra manera: las baterías almacenan y producen electricidad gracias a una serie de reacciones químicas. Como el ritmo al que tienen lugar esas reacciones disminuye cuanto con la temperatura, las baterías que de las estaciones meteorológicas del Everest deben equiparse con calentadores y aislamientos que impidan que su temperatura baje hasta los -60ºC que se pueden alcanzar en la cima de esta montaña.

Además, la cima del Everest está sujeta a vientos extremos. La mayor velocidad que se ha medido hasta la fecha fueron los 280 km/h registrados en 2004, pero los investigadores a cargo de la expedición prefirieron preparar los instrumentos para que pudieran soportar vientos de hasta 370 km/h. Eso requería que las estaciones meteorológicas estuvieran montadas sobre unos trípodes que se anclarían en la roca para evitar que el viento las arrastrara.

Pero preparar las estaciones era la parte «fácil». Lo complicado era llevarlas hasta su destino.

Trabajo extenuante

El equipo que viajó al Himalaya para instalar las estaciones durante abril y mayo de 2019 estaba compuesto por 22 personas: 14 sherpas, 3 científicos, 3 miembros de la prensa y dos escaladores nepalíes. Uno de los motivos por los que se necesitaba tanta gente es que, pese a haber sido diseñadas para que fueran lo más ligeras posible y facilitar su transporte, cada estación meteorológica pesaba 50 kilos.

La primera se instaló a 3 800 metros de altitud y la segunda en el Campamento Base, a 5 600 metros, donde el equipo permaneció unas semanas para aclimatarse a las bajas presiones que experimentarían durante el ascenso. El 18 de mayo, el equipo partió del Campamento Base y colocaron la siguiente estación en el Campamento II y en el campamento IV del Collado Sur, a 6 400 metros y 7 900 metros de altitud, respectivamente.

El día 22 de mayo empezó el ascenso hacia la cima del Everest para colocar la última estación, pero se toparon con varios problemas. Por un lado, había tantos escaladores haciendo «cola» para subir que, por miedo a que el tiempo empeorara durante la espera, se vieron obligados a instalar la última estación meteorológica en el punto más bajo de los que habían seleccionado con anterioridad. Además, hacía tanto frío que las baterías de los taladros que usaban para anclar las estaciones dejaron de funcionar, por lo que tenían que calentarlas con su propio calor corporal para poder usarlas.

Esfuerzo recompensado

Los dos meses de esfuerzo del equipo valieron la pena: exceptuando la del campamento base, todas las estaciones han funcionado correctamente desde que se instalaron. Estos instrumentos no sólo salvarán vidas al ayudar a pronosticar los bruscos cambios de tiempo que pillan a los escaladores por sorpresa, sino que, además, ayudarán a estudiar los efectos que tiene el cambio climático sobre el Himalaya. Al fin y al cabo, se trata de una región repleta de glaciares que almacenan el agua de la que dependen millones de personas a altitudes más bajas.

El caso de estas estaciones meteorológicas resulta interesante porque la mayoría los estudios científicos que se publican a diario y que amplían las fronteras del conocimiento humano obtienen sus conclusiones analizando una serie de datos que sus autores han obtenido de manera experimental. Pero esos datos no surgen mágicamente de la nada: tomarlos a menudo requiere invertir mucho tiempo y un gran esfuerzo mental, tecnológico, económico… Y, si te toca investigar el clima en la montaña más alta del mundo, también físico.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Auque el Everest es un pico muy transitado, no está exento de peligros debido a la gran altitud y las condiciones extremas. De hecho, más de 300 personas han fallecido escalando esta icónica montaña.

REFERENCIAS (MLA):

  • T. Matthews et al. “Going to Extremes: Installing the World’s Highest Weather Stations on Mount Everest”. Bulletin of the Meteorological American Society, volumen 101, número 11 (noviembre de 2020).