Neurociencia
¿Qué le pasa al cerebro tras morir?
Un nuevo estudio muestra que existen genes “zombis” que se activan solo tras la muerte
Somos más que las células que nos forman, y el mejor ejemplo de ello es el propio concepto de muerte. La muerte de un humano no significa necesariamente la muerte de las células que lo forman. Por ejemplo, es posible mantener el corazón latiendo en alguien fallecido para poder aprovechar sus órganos en un trasplante. O extraer una muestra de cerebro y otros tejidos, y mantenerla durante días con vida en una placa de cultivo.
Esta paradoja tiene implicaciones legales, y actualmente se define la muerte de un ser humano como el momento en el que su sistema nervioso, y la consciencia que emerge a partir de él, deja de funcionar de manera irreversible. Es por este motivo por el que el aborto se prohíbe, salvo excepciones, a partir de los tres meses. Es en ese momento cuando el feto empieza a tener un sistema nervioso desarrollado lo suficiente como para empezar a decir que está vivo.
Un estudio reciente publicado en Scientific Reports se ha centrado en comprobar que les pasan a las células del cerebro humano después de la muerte de su propietario. Aunque muchos piensan que mueren de manera inmediata, todavía permanecen vivas con una fuerte actividad biológica. Incluso existe un conjunto de genes que solo se activan en estas circunstancias, que los propios científicos del estudio han denominado “genes zombi”.
Vida tras la muerte
El equipo de investigadores tuvo acceso a muestras de pacientes del Hospital Universitario de Chicago. En vez de extraer tejido de alguien recién fallecido, aprovecharon las muestras de cerebro que se extraen a los pacientes en algunas operaciones para el tratamiento del Parkinson y la epilepsia.
Una vez extraída la muestra del cerebro, las células dejan de recibir nutrientes y estímulos, y ese tejido puede considerarse muerto. Sin nutrientes, una muestra aislada es un simulacro de una muerte cerebral a pequeña escala, donde conocemos el momento exacto en el que ha comenzado.
Los científicos analizaron el genoma de la muestra, y comprobaron que algunos genes empezaban a activarse nada más extraer el tejido. Estos genes son importantes en las células gliales, implicadas en la inflamación y defensa del sistema nervioso. Estas células gliales empezaban a crecer de manera descontrolada, buscando recoger residuos cercanos para poder sobrevivir un poco más de tiempo.
El 80% de los genes restantes analizados iban disminuyendo su actividad, acorde a la muerte progresiva de las células de la muestra. Pero esto no era ni mucho menos inmediato. La inflamación alcanza su máximo doce horas después de la muerte, y la actividad celular prácticamente permanece igual veinticuatro horas después de la muerte. El tejido cerebral puede estar muerto a la hora de procesar información, pero se resiste a morir a nivel celular.
Cambio de planes
Este descubrimiento tiene varias implicaciones. Una de ellas es el estudio de los casos de derrame cerebral y accidentes neurológicos. En estos casos, el tejido cerebral sano convive con tejido dañado y muerto. Antes pensábamos que el tejido muerto no hacía nada, y se quedaba inactivo, esperando a ser atacado y reabsorbido por el sistema inmune. Sin embargo, estos resultados indican que la actividad de ellos puede afectar a otras células cercanas, siendo importante mantenerlos bajo control.
Otra implicación importante afecta a la investigación científica. Como hemos dicho, el propio equipo de investigadores ha usado muestras de cerebro extraídas en operaciones. Estás muestras son analizadas y estudiadas para poder detectar avances en un tumor o el estado de alguna enfermedad como Parkinson y epilepsia.
Los resultados hacen plantearnos hasta qué punto podemos fiarnos de esas muestras una vez dejen el cerebro. Si estas células cambian demasiado, es posible que los resultados obtenidos de los análisis sean falsos, y hagan llegar a conclusiones diferentes a las que tendrían con una muestra realmente viva.
Los investigadores del estudio confirman que la mejor solución es ser rápido a la hora de analizar las muestras. Este proceso de transformación es lento, y si la muestra se analiza durante las primeras veinticuatro horas, la actividad biológica de las células de la muestra es similar a la que tendría en vida. Esta estrategia ya era seguida por los médicos en casos de biopsias celulares, incluyendo un microscopio dentro del propio quirófano para analizar la muestra lo antes posible y tomar decisiones mientras el paciente sigue anestesiado. Aparte de la ventaja que supone no repetir la operación, ahora sabemos que también es útil para evitar este problema.
Como podemos ver, la muerte en biología tiene múltiples definiciones. La vida de un ser vivo es un trabajo en equipo coordinado de muchas células. Pueden morir algunas células, y no afectar a nuestra vida. Pero de la misma manera, nosotros podemos morir y nuestras células seguir con vida, aunque sea solo durante unas horas y lamentando nuestra pérdida.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Si se extrae de la manera correcta, es posible mantener algo de actividad neuronal en una muestra de tejido. No es suficiente como para tener una consciencia y decir que está vivo, pero algunos circuitos cerebrales pueden seguir funcionando si se le da estímulos artificiales. Esto se hace en investigaciones neurocientíficas in vitro, en las que se extrae con cuidado una estructura cerebral y se le da descargas eléctricas artificiales para saber cómo responden las neuronas ante ella.
REFERENCIAS:
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