Sociedad

Animales

Así surgieron las complejísimas sociedades de las abejas (o tal vez no)

Un nuevo estudio se enfrenta a uno de los mayores puzles evolutivos: entender cómo aparecieron las sociedades tan estructuradas de algunas abejas

Una abeja africanizada se posa sobre una hoja el 18 de mayo de 2021, en San José (Costa Rica).
Una abeja africanizada se posa sobre una hoja el 18 de mayo de 2021, en San José (Costa Rica).Jeffrey ArguedasEFE

Dicen que las abejas están desapareciendo, pero lo cierto es que en esa frase hay truco, porque no hay una única abeja y, desde luego, no todas están desapareciendo, y menos al alarmante ritmo que se dice. Cuando se habla de la extinción de estos insectos se están tomando datos (normalmente) de una única especie, Apis melífera, la abeja de la miel doméstica. Hablamos de aquella que supone un beneficio directo para nuestra economía, aquella de la cual depende la apicultura, pero lo cierto es que existen muchas otras especies de abejas, como los abejorros, las abejas sin aguijón, las abejas de las orquídeas, e incluso entre las “pocas” que producen miel hay algo más que Apis melífera.

Esta pluralidad tan rica de especies debería permitirnos deducir, en principio, los pasos evolutivos que han seguido estas abejas para ser lo que son ahora. Es más, puede que conocer la evolución de estas estas especies de insectos no parezca demasiado estimulante, pero en esa historia se incluye una de las más interesantes de la biología, la aparición de su comportamiento extremadamente social. Hay muchos animales gregarios, políticos como nosotros, acostumbrados a vivir en una suerte de sociedad rudimentaria, pero hay especies muy concretas que lo han llevado a un nivel completamente diferente. Las ratas topo pelonas son el único mamífero con un sistema de castas con una reina y obreras estériles, algo que ya había surgido mucho tiempo atrás en algunos insectos.

De arriba a abajo y de izquierda a derecha: Apis dorsata,(una abeja de la miel); Bombus pauloensis, (un abejorro), Melipona quadrifasciata (abeja sin aguijón) y Exaerete smaragdina, (abeja de las orquídeas). (Fotografías de Eduardo Alemeida, Universidad de São Paulo)
De arriba a abajo y de izquierda a derecha: Apis dorsata,(una abeja de la miel); Bombus pauloensis, (un abejorro), Melipona quadrifasciata (abeja sin aguijón) y Exaerete smaragdina, (abeja de las orquídeas). (Fotografías de Eduardo Alemeida, Universidad de São Paulo)Eduardo AlemeidaCreative Commons

Verdaderas sociedades

Las termitas son un ejemplo, enfrentado a las hormigas, porque, aunque puedan parecer realmente similares, las primeras están más emparentadas con las cucarachas que con los himenópteros, el orden de insectos con sociedades complejas por excelencia. Entre los himenópteros están las hormigas, las avispas y, por supuesto, las abejas. De todo esto podemos deducir que la vida eusocial (verdadera sociedad) surgió independientemente varias veces (ratas topo, termitas e himenópteros) Y esto nos plantea una nueva pregunta, porque, si tantas veces ha aparecido de forma independiente ¿podemos estar seguros de cómo apareció la eusocialidad tan compleja que hay en las abejas de la miel y las abejas sin aguijón? ¿Tuvieron un antepasado común eusocialmente complejo? ¿O por la contra, fue una complejidad que evolucionó independientemente entre ellas y de forma convergente?

Encontrar respuesta para algo así puede parecer sencillo, y metodológicamente lo es, al menos a grandes rasgos. No es la primera vez que, tomando un grupo de especies cercanamente emparentadas, se trata de reconstruir el orden en que fueron separándose sus antepasados para, con ello, crear el típico árbol genealógico. En principio, aquí podríamos hacer lo mismo y, sabiendo cómo se han separado los distintos tipos de abeja, encontrar el momento clave en que empezaron complicar su comportamiento eusocial (si es que todas las especies eusocialmente complejas resultan ser las más cercanas entre sí), o bien, si esa tendencia a construir sociedades complejas apareció independientemente en algunas de ellas (si resulta que las especies con mayor complejidad eusocial no son necesariamente las más cercanas en el árbol).

Dos opciones diametralmente opuestas

Existen dos grandes formas de reconstruir este árbol genealógico. La primera es dejándose llevar por la morfología de las especies. Así se han clasificado durante mucho tiempo las formas de vida, en función de las similitudes que guarda su exterior, las proporciones de sus miembros, la forma de algunas estructuras clave, etc. Si hacemos esto llegaremos a una conclusión clara: las abejas de la miel y las que carecen de aguijón son las más cercanas, precisamente las dos que tienen un comportamiento eusocial complejo. Esto nos hará suponer que la eusocialidad debió de aparecer en algún momento entre que las abejas de las orquídeas (solitarias) se separaran del resto y que los abejorros se ramificaran del linaje que acabaría dando lugar a abejas de la miel y abejas sin aguijón, pues las tres son eusociales. La complejidad, por su parte, habría llegado en algún punto entre la separación de los abejorros y la división entre abejas de la miel y sin aguijón, porque solo estas dos últimas sociedades eusociales realmente complejas.

Si solo fuera por esto tendríamos una respuesta clara, la complejidad de sus sociedades apareció una única vez en la evolución de las abejas. Sin embargo, hemos dicho que existe una segunda forma de abordarlo que, en teoría debería apuntar en la misma dirección, sin embargo, resulta que es ella, precisamente, quien trae el conflicto a esta historia. El análisis genético es una forma a priori más precisa de establecer parentescos entre especies. Se estudia la similitud entre ellas y se van situando en un árbol según su parecido, asumiendo que dos especies genéticamente muy similares deben de haberse separado hace poco tiempo comparadas con dos genéticamente dispares que habrían tenido mucho tiempo para cambiar por separado.

Hipótesis morfológica y molecular sobre la evolución de las abejas (respectivamente), indicando con una estrella roja el momento en que apareció la organización eusocial y en azul cuando esta se volvió más compleja. (Diego Sasso Porto)
Hipótesis morfológica y molecular sobre la evolución de las abejas (respectivamente), indicando con una estrella roja el momento en que apareció la organización eusocial y en azul cuando esta se volvió más compleja. (Diego Sasso Porto)Diego Sasso PortoCreative Commons

El árbol que nos proporcionan las técnicas genéticas es sustancialmente diferente. Sigue planteando que las abejas de las orquídeas fueron las primeras en separarse, pero una vez se desarrolla la eusocialidad, plantea que son las abejas de la miel las primeras en ramificarse del linaje que acabará dando a las abejas sin aguijón y a los abejorros. En esta clasificación la eusocialidad realmente compleja habría surgido dos veces, una tras la separación de las abejas de la miel y otra una vez las abejas sin aguijón se hubieron diferenciado de los abejorros. Así pues, ¿qué hemos de hacer? ¿Hemos de tomar la primera respuesta o la segunda? ¿Qué método es superior?

Un nuevo estudio

Un nuevo estudio ha decidido enfrentarse a este dilema y analizar qué puede estar fallando. La conclusión ha sido clara, los estudios morfológicos estaban incompletos, se habían hecho con poco detalle y eso podía estar alterando sus resultados. Así pues, decidieron emprender un nuevo estudio metodológicamente más fuerte. Para ello tomaron hasta 289 rasgos distintos para clasificar morfológicamente las 53 especies estudiadas. Para alcanzar tal nivel de detalle hubieron de recurrir a microscopios para contar los dientes de sus mandíbulas e incluso la disposición de las púas de sus aguijones.

Partiendo de estos datos, los investigadores aplicaron análisis estadísticos de distinta índole para comparar los árboles genealógicos que estos arrojaban. Curiosamente, los resultados volvieron a respaldar las antiguas hipótesis morfológicas, aquellas que plantaban una única evolución de los comportamientos eusocialmente complejos justo después de que los abejorros se ramificaran del linaje que daría lugar a abejas sin aguijón y abejas de la miel. De hecho, cuando comprobó matemáticamente cómo de bien encajaban las comparaciones morfológicas en el árbol propuesto por la genética los resultados fueron claros: simplemente no encaja.

Podríamos quedarnos tranquilos con esta duda, pero estaríamos haciendo mala ciencia. La realidad es una, sea la que sea y aunque solo podamos aproximarnos a ella. Necesitamos aclarar qué hipótesis es más correcta o, para ser más justos, por qué la morfológica no encaja con la genética que, a todas luces, debería ser la más correcta. Una explicación propuesta por los mismos investigadores es que siguiendo la hipótesis genética, si bien las abejas de la miel fueron las primeras en separarse, la división entre abejorros y abejas sin aguijón pudo ocurrir inmediatamente después y de forma rápida. De este modo, todas habrían sido muy similares cuando se separaron unas de las otras, y habrían tenido tiempo de sobra para que los abejorros evolucionaran por un camino diferente, desarrollando más similitudes entre abejas de al miel y abejas sin aguijón por lo que se llama convergencia evolutiva: tendencia a desarrollar soluciones similares para problemas parecidos.

Como tantos otros avances en ciencia, este no es definitivo, es tan solo un paso más, pero un paso sumamente interesante. No tanto por las abejas o por la evolución de estas complejísimas sociedades, que es una de las cimas de la evolución en cuanto a organización de las sociedades. La verdadera relevancia de este trabajo es otra, es la crítica metodológica, la clara confrontación entre dos métodos aparentemente válidos que, sin embargo, ofrecen resultados totalmente irreconciliables. Precisamente por eso, tan importante como el “¿qué sabemos?” es el “¿cómo lo sabemos?”.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • En ciencia no es tan raro que métodos diferentes y teóricamente compatibles, den resultados incompatibles. Esto se debe a que son aproximaciones, no fórmulas para alcanzar una verdad incontrovertible. Precisamente por eso, hemos de ser críticos con los resultados y conocer los puntos débiles de cada metodología.

REFERENCIAS (MLA):