Historia

Científico español encuentra otro de los misteriosos retratos perdidos de Gericault

El Dr. Javier Burgos ha encontrado la séptima monomanía de la serie de enfermedades mentales de Géricault y corresponde a un hombre alcohólico

El alcohólico (monomanía pintada por Géricault) Esta pintura (51 0 × 70 5 cm) se encuentra en la Galería Meier (Versalles, Francia)
El alcohólico (monomanía pintada por Géricault) Esta pintura (51 0 × 70 5 cm) se encuentra en la Galería Meier (Versalles, Francia)Galería Meier (Versalles, Francia)Creative Commons

La vida tiene el sentido que nosotros queramos darle, y no todos son igual de trepidantes. Una pasión puede llenar nuestros días e inflamarlos de una emoción contagiosa, es lo que nos empuja a perseguir aventuras y a lanzarnos a lo desconocido. Ese es el leit motiv que suena al hablar con el Doctor Javier Burgos, el científico que lleva años tras los retratos de enfermos mentales de Géricault, el mismo que encontró el sexto hace algo más de un año y que, ahora, acaba de anunciar un séptimo retrato: el alcohólico. Si repasamos el currículum de Javier Burgos encontraremos que es Investigador Distinguido de la Unidad Predepartamental de Medicina de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universitat Jaume I de Castellón. Durante su larga carrera en ciencias biomédicas, ha investigado la enfermedad de Alzheimer y ha encarnado puestos de Alta Dirección en la empresa biotecnológica, en fundaciones de investigación biosanitaria y en la Administración Pública. Sin embargo, ninguno de los datos anteriores nos habla de su pasión por el arte y, más en concreto, de esta serie de retratos del siglo XIX.

Todo empezó hacia finales de 2017, cuando el doctor Burgos descubrió que, el famoso pintor de la Balsa de la medusa, tiene una serie de retratos menos conocidos en los que inmortaliza a distintos pacientes psiquiátricos. Eran principios del siglo XIX y, por aquel momento, la fisiognomía era una pseudociencia que gozaba de buena salud. Planteaba que los rasgos faciales de una persona podían revelarnos características profundas sobre su personalidad, sus vicios y su salud mental. Por supuesto, nada de esto tenía el menor sentido y ni las narices grandes ni la curvatura de las cejas servían para identificar a un ladrón. Sin embargo, el psiquiatra Étienne-Jean Georget era hijo de su tiempo y no dudaba en abrazar estas fantasías. De hecho, las consideraba de tal importancia que llegó a encomendar a Théodore Géricault que pintara 10 cuadros de diferentes pacientes con el fin de que captara esas características faciales que tanto les identificaban. Así nacieron las monomanías, de las cuales conocíamos cinco hasta hace bien poco: la envidia, la cleptomanía, la ludopatía, el robo de niños y la fijación obsesiva. Cinco años después de que empezaran sus andaduras, el doctor Burgos ha conseguido sumar dos retratos más a la lista de monomanías: la melancolía y, en estos últimos días, el alcoholismo.

El alcoholismo a través de los siglos

El este tiempo que nos separa de Géricault y Georget, la ciencia ha cambiado mucho. Las enfermedades mentales se entienden bajo un prisma completamente diferente y, poco a poco, se van desembarazando de prejuicios e intereses ideológicos. Este cambio se lo debemos a una larga lista de intelectuales que, durante los últimos siglos, han embestido contra la manera en que veíamos las enfermedades mentales, muchos con razón, otros de la manera más trasnochada imaginable. Esa nueva perspectiva es la responsable de que nos llame tanto la atención ver, en una lista de trastornos mentales, conceptos como la envidia. No obstante, ahora que hemos explicitado este progreso, podemos resaltar la importancia de otro detalle: que ya por aquel entonces, el alcoholismo se considerara un problema relacionado con la salud mental.

Incluso en nuestros tiempos, hay muchas personas para las que el alcoholismo no es comparable con otras adicciones y que, por lo tanto, no llegan a ver su relación con la salud mental. Con todo lo que hemos avanzado, llama la atención que sigamos resistiéndonos a ver el alcohol como la sustancia adictiva y tóxica que es. Algo que, por supuesto, es independiente a la decisión individual de consumirlo en cantidades moderadas (que no sanas). Sin embargo, para ser justos, el motivo por el que por aquel entonces se consideraba el alcoholismo una monomanía no era la adicción que desencadena, sino que pudiera desencadenar en una demencia. Una sustancia tan central en nuestra cultura es difícil de cuestionar, parece que incluso las críticas más moderadas y neutrales se entienden como agresiones a la tradición y a lo que nos hace lo que somos. En cualquier caso, según el propio doctor Burgos, no cabe duda de que el alcoholismo debió de ser considerado como una de las principales monomanías, al menos desde la perspectiva de Georget. Los motivos son dos: por un lado, que Georget habla de la posibilidad de que el alcoholismo derive en demencia y, en segundo lugar, que su mentor, Jean-Étienne Dominique Esquirol, el mismo que acuña el término “monomanía”, dedica cinco páginas de sus textos a hablar de esta condición.

Colorado y con el pecho al aire

Los signos del alcoholismo son bien conocidos por todos y, posiblemente, de los pocos rasgos sobre los que la fisiognomía no se equivoca demasiado, con la salvedad de que no son esas características las que hacen al alcohólico, sino que el alcohólico las desarrolla. Hablamos de señales como las que podemos ver en el séptimo retrato de las monomanías, el rostro enrojecido en nariz y mejillas debido a la dilatación de los vasos sanguíneos, el aumento de temperatura que produce esta vasodilatación, e incluso algunas contusiones debidas a caídas al perder de conciencia. En el cuadro, como decíamos, pueden verse las rojeces, la camisa abierta a pesar del frío que nos sugiere su sombrero, y lo que parece un moretón en la sien derecha.

Por supuesto, podrían ser rasgos puramente fortuitos, hay gente con las mejillas coloradas, el sombrero podría funcionar como parasol justificando los calores del pobre hombre y, el tono verdoso de la sien que sugiere la presencia ce biliverdina como degradación de sangre derramada bajo la piel podría ser, simplemente, una elección de colores extraña. Sin embargo, es el conjunto lo que convence, que todas esas posibles casualidades hayan ocurrido juntas. Aunque, si necesitamos convencernos un poco más, podemos darle la vuelta al cuadro. Allí encontraremos una etiqueta donde pone “Este retrato de un demente pintado por Géricault me lo regaló […]”. Géricault pintando a un enfermo mental con coloretes, descamisado y lo que parece una contusión craneal. Podría no ser el retrato de la monomanía del alcoholismo, pero habría que dar cuenta de demasiadas casualidades.

Por supuesto, estos no son los únicos motivos que sitúan al cuadro como parte de la serie de las monomanías. Las proporciones del lienzo, la manera el tipo de retrato, el estilo, la época y el contexto corroboran que esa obra es, efectivamente, una de las cuatro monomanías perdidas. Ahora solo quedan 3 y el doctor Burgos no descansa. Quién sabe si, en unos pocos meses, podríamos conocer un nuevo pedazo de la historia de la ciencia.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Que la fisiognomía sea una pseudociencia no significa que no podamos encontrar signos en el rostro que nos revelen características mentales de una persona, lo que ocurre es que no son la causa de esa personalidad, sino la consecuencia. Por ejemplo, una oreja de coliflor nos dice que estamos ante un deportista de contacto y, posiblemente una persona que se muestra confiada. Hay que entender ese detalle para comprender por qué la fisiognomía era una pseudociencia.

REFERENCIAS (MLA):

  • Javier S. Burgos. «Monomania of drunkenness by Géricault». The Lancet Neurology (2022)
  • Javier S. Burgos. «A new portrait by Géricault». The Lancet Neurology (2021). 20(2):90-91.