Cambio climático

La inestabilidad de la corriente del Atlántico ha llegado a su límite

De acuerdo con un estudio, funciona como un gigantesco sistema de calefacción global y su colapso sería catastrófico, provocando un enfriamiento abrupto en Europa y alterando los patrones de lluvia en todo el mundo.

Esquema simplificado de la Circulación Meridional de Inversión del Atlántico (AMOC)
Esquema simplificado de la Circulación Meridional de Inversión del Atlántico (AMOC)Servicio de Cambio Climático Copernicus

Imagina poder leer la historia del clima de los últimos siglos, no en “libros de hielo”, ni en los anillos de compromiso temporal de un árbol, sino en las líneas de una concha marina. Esto es precisamente lo que un equipo de científicos ha logrado, y el mensaje que han descifrado es alarmante.

La Arctica islandica, una almeja longeva (pueden llegar a más de 500 años) que habita las frías aguas del subpolar Norte Atlántico, ha guardado en sus anillos de crecimiento un testimonio crucial: la corriente oceánica que regula el clima de Europa y de gran parte del planeta se está desestabilizando a un ritmo sin precedentes.

La Circulación de Retorno del Atlántico Norte (AMOC, por sus siglas en inglés) es la gran cinta transportadora oceánica de la Tierra. Funciona como un gigantesco sistema de calefacción global: lleva aguas cálidas y superficiales hacia el norte, moderando el clima de Europa, y devuelve aguas frías y profundas hacia el sur. Su colapso sería catastrófico, provocando un enfriamiento abrupto en el noroeste de Europa y alterando los patrones de lluvia en todo el mundo.

El problema es que nuestro registro directo de su salud es corto. Las mediciones con instrumentos precisos apenas cubren unas décadas. Para entender si su comportamiento actual es normal o no, necesitábamos una mirada más larga. Y la encontramos en un archivero improbable: la almeja de Islandia registra las condiciones del océano en los anillos de su concha.

¿Cómo funciona este archivo natural? Al igual que los árboles, estas almejas forman un anillo de crecimiento por cada año de vida. La composición química de cada anillo, específicamente la proporción de un isótopo de oxígeno (Oxígeno-18), varía en función de la temperatura y la salinidad del agua en la que vivió el animal. Analizando estos anillos con láser, los científicos pueden reconstruir el pasado del océano con una resolución anual.

En un nuevo estudio, publicado en Science, los autores analizaron conchas de almejas vivas y también fósiles que vivieron en el siglo XIX. Al unir estos registros, crearon una crónica climática ininterrumpida de 230 años, permitiéndonos ver la salud de la AMOC con una perspectiva completamente nueva. Los datos extraídos de las conchas revelan una historia preocupante. No se trata solo de una tendencia al calentamiento, sino de una pérdida dramática de estabilidad.

La sorpresa mayor no fue lo sucedido en las últimas décadas, sino lo que las almejas registraron mucho antes de que empezáramos a monitorizar el océano con tecnología moderna. El archivo geoquímico muestra un primer periodo de desestabilización entre 1920 y 1970. Esto indica que la corriente ya comenzaba a sufrir los efectos del cambio climático inducido por el ser humano mucho antes de lo que se creía.

Sin embargo, el golpe más fuerte vino después. A partir de la década de 1970, y acelerándose hasta la actualidad, la inestabilidad se ha disparado, superando cualquier fluctuación natural de los últimos dos siglos. El océano se está volviendo más errático e impredecible.

¿Qué está impulsando esta desestabilización? La evidencia apunta al deshielo masivo en el Ártico y Groenlandia. El agua fría y dulce que se vierte en el océano es menos densa que el agua salada y cálida de la Corriente del Golfo. Esta capa de agua dulce actúa como un freno, ralentizando y desestabilizando el hundimiento del agua que impulsa toda la cinta transportadora. El registro de las almejas encaja perfectamente con este proceso, mostrando cómo la presión sobre el sistema se ha ido acumulando durante décadas.

¿La conclusión? El susurro químico guardado en las conchas de la Arctica islandica no debe ser ignorado. Nos ofrece la prueba más larga y detallada de que un pilar fundamental de nuestro sistema climático se está debilitando. No es una proyección futura, sino un cambio que ya está en marcha, documentado en el lento y paciente crecimiento de un humilde molusco. Uno que nos dice que estamos en jaque.