Evolución
Los orangutanes inventaron la siesta
“Es posible que estas siestas les ayuden a restablecerse fisiológica y cognitivamente tras una noche de sueño deficiente, al igual que ocurre con nosotros”, explican los autores.
Cualquiera que haya tenido dificultades para dormir lo suficiente sabe cuánto puede interferir la vida con nuestro descanso y lo perjudicial que esto puede ser para nuestra salud y felicidad. Investigadores del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal (MPI-AB) y la Universidad de Constanza (Alemania), en colaboración con científicos de la Universidad Nacional de Indonesia, han descubierto que algunos de nuestros parientes vivos más cercanos, los orangutanes, enfrentan problemas similares y tienen una estrategia de afrontamiento muy familiar: la siesta.
“Moverse por el dosel, buscar comida, resolver problemas, relacionarse socialmente; todas estas son tareas agotadoras y cognitivamente exigentes – afirma Alison Ashbury, líder del estudio en un comunicado -. Cuando un orangután no duerme lo suficiente, hace lo que cualquier humano privado de sueño haría: se mete en la cama, se acuesta y echa una siesta”.
El equipo de investigación trabajó en la selva tropical de Indonesia para examinar los patrones de sueño de orangutanes adultos salvajes, que nunca se habían estudiado específicamente por cómo resuelven los problemas del sueño. Esto abrió una ventana para comprender cómo evolucionó el sueño en los grandes simios y en nuestros ancestros humanos. Los científicos recopilaron datos de 53 orangutanes adultos durante 14 años en la Estación de Monitoreo Suaq Balimbing en Sumatra, registrando un total de 455 días y noches de comportamiento de nuestros primos evolutivos.
Sin embargo, rastrear el sueño en la naturaleza planteó desafíos logísticos para los observadores humanos. Al igual que nosotros, los orangutanes salvajes duermen en camas, conocidas como "nidos", que les proporcionan un lugar seguro para descansar. Cada noche, un orangután adulto se instala en un lugar alto del dosel de la selva tropical. Allí, pasa unos diez minutos construyendo un nido: doblando, rompiendo y entrelazando ramas de árboles para crear una plataforma sólida, con un colchón de hojas y una almohada para mayor comodidad. Las madres comparten nidos con sus crías lactantes, pero por lo demás, salvo contadas excepciones, los orangutanes adultos duermen solos. Al amanecer, abandonan sus nidos para comenzar el día.
“Desde nuestra perspectiva sobre el terreno, normalmente no podemos ver a los orangutanes en sus nidos nocturnos, pero podemos oírlos crujir, acomodándose – explica Caroline Schuppli, coautora del estudio -. Finalmente, todo se vuelve silencioso y silencioso. Y ocurre lo contrario por la mañana”.
Fue ese lapso de silencio intermedio lo que los investigadores llamaron “período de sueño” y lo que utilizaron como indicador del sueño. Descubrieron que los períodos de sueño de los orangutanes duraban, en promedio, casi 13 horas. En el estudio, publicado en Current Biology, el equipo citó análisis previos con orangutanes en cautiverio y babuinos salvajes que mostraron fuertes correlaciones entre el período de sueño y el tiempo real de sueño. Esto sugiere que, aunque el equipo no pudo medir directamente el sueño en estos orangutanes salvajes, el período de sueño que pudieron medir es un indicador sólido del sueño real.
El equipo de Ashbury también descubrió que varios factores se asociaban con períodos de sueño nocturno más cortos: dormir cerca de otros orangutanes, temperaturas nocturnas más frías y mayores desplazamientos diarios.
“Nos pareció realmente interesante que el simple hecho de estar cerca de otros orangutanes al construir un nido nocturno se relacionara con períodos de sueño más cortos – añade Ashbury -. Imagina que te quedas despierto hasta tarde con tus amigos, o que tu compañero de piso ronca tan fuerte por la mañana que te levantas temprano. Creo que es algo similar. Priorizan la socialización sobre el sueño”.
Para comprender cómo los orangutanes se recuperan de la pérdida de sueño, el equipo analizó cómo variaba la duración de las siestas en relación con el descanso de la noche anterior. Encontraron un claro efecto compensatorio: las siestas de los orangutanes eran más largas los días posteriores a sus periodos de sueño nocturno más cortos, y cuando dormían, lo hacían de 5 a 10 minutos más por cada hora menos de sueño la noche anterior.
“Para los seres humanos, incluso una siesta corta puede tener importantes efectos restauradores – señala la coautora Meg Crofoot -. Es posible que estas siestas ayuden a los orangutanes a restablecerse fisiológica y cognitivamente tras una noche de sueño deficiente, al igual que ocurre con nosotros”.
Los nidos diurnos son fundamentales para esta estrategia. En comparación con los orangutanes de muchas otras poblaciones, los orangutanes de Suaq construyen nidos con mayor frecuencia durante el día. Estos nidos son más sencillos y rápidos de construir que los nocturnos, y suelen tardar menos de dos minutos, pero aun así ofrecen un lugar estable y seguro para dormir la siesta.
Los autores del estudio creen que estos hallazgos también podrían estar relacionados con la cognición de los orangutanes. La población de Suaqse conoce por su uso de herramientas y su complejidad cultural, rasgos que podrían requerir mecanismos robustos para contrarrestar la privación del sueño.