Meteorología

¿Por qué las nubes de tormenta son grises?

Su color es un claro indicador de lluvias. Sin embargo, no hay tanta diferencia entre las nubes blancas y las de tormenta.

Tormenta sobre el mar
Tormenta sobre el mardexmacPixabay

A estas alturas del año, lo que más nos apetece es tumbarnos en alguna playa poco concurrida y que nada ni nadie nos moleste. Sin embargo, nuestro plan de convertirnos en lagartos al sol puede verse rápidamente truncado por la aparición de las oscuras nubes de tormenta.

Aunque en verano son más frecuentes los chaparrones intensos, pero de corta duración, este año nos ha demostrado que la meteorología no es una ciencia exacta. Como ejemplo tenemos el pasado mes de mayo que, pese a que empezó con un clima más propio de julio, los intensos chaparrones que le precedieron no dieron ni un respiro a nuestros paraguas.

Las nubes oscuras encapotando el cielo suelen ser un mal presagio para aquellos que tenían planes en el exterior. Sin embargo, si analizamos su composición, no existe ningún tipo de diferencia entre éstas y las blancas nubes algodonadas. Entonces ¿Por qué las nubes de tormenta son grises? El misterio de su color radica en un simple juego de luces y sombras.

Nubes de tormenta

Antes de sacarle los colores a las nubes, vamos a ver de qué están hechas y cómo funcionan. A diferencia de lo que mucha gente cree, no están formadas por vapor de agua. De hecho, el vapor de agua es transparente y nos rodea por todas partes. En el caso de las nubes, el agua que las conforma se encuentra en estado líquido o formando pequeños cristales de hielo.

Gracias a las micropartículas que flotan en el aire, como el polen, la ceniza o el polvo, el vapor de agua puede condensarse al llegar a ciertas alturas, formando distintos tipos de nubes. Como son partículas tan diminutas, su movimiento es muy similar al del polvo en suspensión. Mediante las corrientes de aire, pueden permanecer suspendidas durante mucho tiempo, moviéndose de un lado al otro sin llegar a depositarse. La precipitación de estas microgotas es lo que denominamos “lluvia”.

Pero explicar por qué cae agua del cielo, aunque pueda parecer sencillo, puede llegar a complicarse bastante. Y esto es debido a la cantidad de factores que participan en este fenómeno meteorológico: la saturación de gotitas, la temperatura, la gravedad… Si además añadimos el resto de las precipitaciones (nieve, granizo, graupel), podemos pasarnos un buen rato debatiendo con la vista puesta en las nubes.

Centrándonos en la lluvia, podríamos resumirlo en que, cuando muchas de esas pequeñas gotas y cristales en suspensión se juntan, empiezan a formar gotas más grandes, hasta llegar al punto de pesar tanto que las corrientes de aire no pueden mantenerlas ahí arriba y caen por si solas.

Las nubes de lluvia por antonomasia son los denominados cumulonimbos. Éstos son un tipo de nube densa que se eleva en forma de espiral rotatoria. Esta columna puede llegar a alcanzar los 20 km de altura y sostenerse sobre una base de hasta 2km. Es por ello que su presencia suele avisar de tormentas inminentes.

Existe otro tipo de nubes densas, llamados cúmulos, que también se caracterizan por su densidad y oscuridad, pudiendo causar alguna tormenta, aunque, en este caso, menos duradera.

Un verdadero trampantojo

Ya ha quedado claro que, si pudiésemos tomar una cucharadita de una nube blanca y una nube oscura, no podríamos encontrar ninguna diferencia al mirarlas al microscopio.

Pero lo más interesante de esto es que, si realmente pudiésemos tomar esas dos muestras, al llegar a tierra no podríamos diferenciarlas. Las muestras se habrían transformado en dos nubes blancas idénticas ¿qué ha podido ocurrir en el camino?

Las nubes, en general, se presentan de color blanco debido al propio reflejo de la luz. Cuando la luz solar incide sobre las pequeñas gotitas que las forman, ésta rebota casi por completo, llegando a nuestros ojos como la suma de todos los colores.

Cuando las nubes son muy densas, como en el caso de los cumulonimbos, el volumen de agua que guardan es mayor, lo cual quiere decir que se trata de una nube muy espesa. Como las gotas de agua están tan pegadas dentro de la nube, no dejan que la luz solar se filtre. Esta saturación provoca que la parte superior de la nube bloquee los rayos del Sol. En definitiva, lo que observamos desde nuestra ventana es la sombra de la propia nube.

Para demostrar este fenómeno no tenemos que ir a buscar muestras imposibles al cielo, basta con tomar un avión, y tener la suerte de que nos toque el asiento a lado de la ventana.

Si nos fijamos en las grandes nubes que dejamos bajo nuestros pies, veremos que todas son blancas. Como hemos visto, la parte superior sí que queda iluminada, ya que el sol puede incidir sobre ella sin ningún impedimento. Por el contrario, quienes se han quedado en tierra despidiéndonos, habrán hecho bien en llevar un paraguas para el camino de vuelta.

QUE NO TE LA CUELEN:

Si las nubes se forman en zonas altas de la troposfera, su interior estará formado por pequeños cristales de hielo. Estas nubes se llaman cirros, cirrostratos o cirrocúmulos.

A menor altitud se forman las nubes cargadas de agua. Estas se llaman altoestratos y altocúmulos. Son más frecuentes de ver cuando las temperaturas son cálidas.

Por otra parte, como hemos visto, los cúmulos y cumulonimbos, acompañan a los frentes fríos. Su crecimiento es vertical, llegando a ocupar varios quilómetros.

REFERENCIA (MLA):

Mason, Basil John. Clouds, rain and rainmaking. Cambridge University Press, 1975.