Amamantando la vida

¿Por qué la lactancia materna es beneficiosa para el Planeta?

Cada kilo de leche de fórmula genera entre 11 y 14 kilos de dióxido de carbono y para su elaboración se consumen 4.700 litros de agua

La leche materna contribuye a reducir el impacto medio ambiental. ¿Por qué la teta es importante para el Planeta? Simple y llanamente, porque si no se alimenta al recién nacido o niño pequeño con leche humana, se le tiene que ofrecer leche de vaca, al fin y al cabo, la leche de fórmula proviene de este animal, y por lo tanto, para producir leche para tantos lactantes, se necesitan muchas vacas.

En los países productores de leche hay de dos a 20 vacas por habitante, esto significa que alrededor del 30 por ciento de los gases de efecto invernadero globales provienen del metano que el ganado de la industria vacuna suelta a la atmósfera, y no solo esto, sino que, a la vez, las leches de fórmula infantil suponen un importante consumo de agua, desde la cría del animal, hasta la producción de un kilo de leche de fórmula, se consumen alrededor de 4.700 litros de agua.

Además, hay que añadir a este gasto, el necesario para preparar la leche de fórmula de forma segura: el agua debe ser calentada al menos a 70 grados. Esto supone un uso de energía equivalente a cargar 200 millones de teléfonos móviles al año.

Cada año se producen 760 millones de toneladas de grano para alimentar al ganado, un contrasentido, cuando cada dos, tres segundos un niño muere de hambre en el mundo, mientras 1,2 mil millones de personas sufren de hambruna, millones de animales son engordados. Gran parte de esta energía, agua y cereal empleada para alimentar al ganado, podría salvar sus vidas, invirtiendo en cubrir su necesidad de alimento.

A la vez, plantar cereales para alimentar a tantas vacas, significa desforestar bosques. La deforestación supone romper con el equilibrio ecológico que sostiene nuestro Planeta, lo cual contribuye a la propagación y aparición de enfermedades, resultado del desplazamiento de patógenos y sus vectores de su hábitat a otros lugares, es decir, acercándose más a las poblaciones humanas, promoviendo la propagación de enfermedades como el paludismo, el zika, dengue, ébola, SARS, covid-19. Con la deforestación, se invaden los hábitats naturales, creando un entorno óptimo para que los virus migren de una especie a otra hasta la humana, sentando, con esto, las bases para las mutaciones de virus.

Un hecho que da que pensar. ¿Quién sabe la cantidad de pandemias que nos esperan? Si estas tasas de desforestación continúan talando bosques que protegen especies, gérmenes, virus y bacterias que hasta ahora no se habían cruzado con el ser humano y que debido a la deforestación tan intensa se acercan a las ciudades.

La crueldad con los terneros

Al mismo tiempo, deberíamos defender a este animal, la vaca, del que obtenemos de una forma tan desconsiderada su leche. Los terneros son separados de sus madres nada más nacer entre desgarradores sonidos de angustia, según los ganaderos.

La industria necesita elaborar con gran parte de esta leche, que debería ir destinada al ternero, leche de fórmula para bebés. Los terneritos machos son separados de sus madres pasan a ser engordados para ser sacrificados y venderse como carne, mientras que la mayoría de las terneritas se enfrentan al mismo ciclo sistemático que sus madres de inseminaciones y partos para obtener leche hasta que su producción descienda, generalmente entre los 4,5 y 6 años, momento en el que perderán su valor para la industria lechera y serán enviadas al matadero.

En la mayoría de las granjas lecheras las vacas viven en estrechos compartimentos, ni siquiera las alimentadas con pastos pasan todo el tiempo en el prado, generalmente no permanecen libres más de cinco meses al año y por supuesto antes del primer parto, porque a posterior viven gran parte de sus vidas en cubículos en donde no pueden ni siquiera darse la vuelta.

Como todos los mamíferos, las vacas producen leche después de parir, una leche que presenta un composición específica y adecuada de nutrientes en proporciones particulares para garantizar la supervivencia y crecimiento adecuado del ternero, no del bebé humano.

La ganadería industrial para obtener la leche, explota sistemáticamente a las vacas, mediante aspiradoras calibradas por computadoras, drenan las ubres de las pobres vacas dos veces al día, mientras sus terneros son alimentados con suero, pienso o vayamos a saber qué tipo de preparados.

Paralelamente a nivel industrial, la leche de estas vacas es transformada en leche de polvo, por lo que requiere someterse a un proceso que necesita de mucha energía, para su transformación. Energía que se obtiene mayormente de presas hidroeléctricas que también alteran la ecología y el clima, o de centrales nucleares, que si bien no son tan dañinas para el calentamiento global, generan residuos radioactivos, causantes de serios y graves accidentes, ¿les suenan los nombres de Chernobyl y Fukushima?

Otros costos para el medio ambiente, de las leches de fórmula, incluyen el uso del papel, metal, desechos de plástico y el transporte en múltiples etapas en su producción, comercialización y venta.

No obstante, la producción de leche de fórmula, tiene por supuesto cosas positivas, creación de empleo, economía regional, el valor agregado, las exportaciones, pero como hemos vistos tiene muchas más cosas negativas, mientras que la leche humana no tiene impacto medioambiental, solo hay que sacar la teta, dársela al bebé y guardarla.

Además, el impacto económico directo e indirecto de la leche materna es positivo, porque ahorra en salud, gastos de energía y agua. En definitiva, todo son beneficios. Según un estudio realizado a principios de 2019, por la Organización Mundial de la Salud y financiado por la Fundación Gates, cada kilo de leche de fórmula genera entre 11 y 14 kilos de CO2, que emitimos a la atmósfera.

Así que, para alimentar a un lactante con leche de fórmula durante seis meses, se requieren una media de 21 kilos, lo cual supone agregar más de 200 kilogramos de CO2 a la atmósfera. Se trata de un impacto medio ambiental que podríamos ahorrarnos si fuera alimentado con leche materna.

Existen países como Reino Unido, que, a pesar de tener las tasas de lactancia materna más bajas del mundo, y uno de los usos más altos de formula per cápita, ha tomado medidas para concienciar a la población, especificando en las etiquetas de los botes de leche de fórmula, la cantidad de huella de carbono que se ha producido al fabricarse esa leche.

Estamos ante un periodo de emergencia medioambiental en donde la protección, el apoyo y la promoción de la lactancia materna puede ayudar a salvaguardar la salud humana y del planeta, minimizando el daño ambiental.

Invertir en lactancia materna contribuye a abordar el desafío más grande que la humanidad haya enfrentado: sobre la Madre Tierra, la economía, la salud y el bienestar humano. Todos podemos aportar nuestro granito de arena.

Cintia Borja es enfermera consultora lactancia certificada IBBLC

Puedes enviar tus consultas a consultalactancia@larazon.es