Crónica
Bonita para los turistas e insuficiente para los valencianos: así es la nueva Plaza de la Reina de Valencia
“Donde hay sombra no hay bancos; y donde hay sol están puestos todos los asientos”,
Avanzando por la calle Sant Vicent Màrtir, se avista la terraza del Micalet entre las hojas de las palmeras. De un vistazo, la nueva Plaza de la Reina de Valencia, inaugurada este jueves tras unas obras que la han tenido quince meses cerrada, consigue unificar dos de los elementos más emblemáticos de la ciudad: la torre campanario y las hojas de palma.
A las doce del mediodía está llena de vecinos, turistas, trabajadores y ociosos, que pasean, descansan y hacen fotos a los casi 12.000 m² que tiene la nueva plaza. La mayoría se acumula en las zonas de sombra, el tema estrella de los comentarios de los viandantes: “Parece que la hayan hecho al tuntún -dice una joven, que regenta uno de los comercios de la plaza- donde hay sombra, no hay bancos; y donde no hay, están puestos todos”.
Tiene razón: el grueso de los bancos, vacíos, se acumula en una zona de la plaza que está totalmente expuesta al sol. Y en la zona central, tapada por unos toldos que hacen la temperatura más soportable, no hay un solo asiento. Según explicó Giuseppe Grezzi, concejal de Movilidad de Valencia, esa zona central de la plaza será usada como espacio para realizar “todo tipo de actividades”, de ahí que carezca de bancos. Además, los toldos se retirarán en invierno, junto con los postes que los sustentan, para dar más espacio a la explanada.
Lo que más gusta, sin duda, es el pequeño oasis que hay en uno de los extremos: una isla verde, con algún banco y unos difusores de agua nebulizada que recuerdan a las duchas de entrada a la playa y que se encienden dos veces por minuto. Los paseantes reciben el agua con los brazos abiertos: el milagro de la hidratación.
La división de opiniones entre los paseantes tiene un sesgo geográfico muy definido: la plaza gusta a los turistas o a los que la ven por primera vez, y disgusta a los “muy valencianos”, como se denominaba a sí misma una pareja mayor. “Es verdad que tiene una zona amena, pero a los pies del Miguelete me esperaba otra cosa, porque parece un secarral”, dice ella.
La zona amena a la que se refiere es un conjunto de juegos -un tres en raya, una turbina de agua manual, unos espejos deformantes como los de Valle-Inclán...- para los más pequeños, pero con los que los adultos también se entretienen. A su derecha están están los baños, otra de las novedades de la plaza. Están limpios, pero les falta una papelera.
En la misma línea que la pareja, el quiosquero de la plaza lamenta los cambios: “No tiene alma, al que venga a visitarla no se le va a quedar en la retina. La antigua era más acogedora y estaba más acorde con los edificios de alrededor”, dice.
“Yo me alegro sobre todo de que se hayan acabado ya las obras”, cuenta la lotera de la Administración nº35, en la plaza. “Podíamos abrir, pero con todo lo que implicaba: ruido, polvo, grúas, menos gente...”, dice. Preguntada por cómo ve la nueva plaza, concluye: “Con el tiempo, esto irá cambiando... Ya veremos”.
Y es que aún es pronto para la plaza: cuando hayan crecido los 115 árboles que se han plantado y en invierno el sol no apriete ni ahogue, veremos.
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