Banca

El cierre de 2.200 oficinas bancarias en la Comunidad Valenciana dispara las quejas de los usuarios

Durante los últimos diez años se ha pasado de 4.000 sucursales a 1.700

El anciano impulsor de la campaña "Soy mayorNoidiota", Carlos San Juan, posa junto a un cajero automático
El anciano impulsor de la campaña "Soy mayorNoidiota", Carlos San Juan, posa junto a un cajero automáticoFERNANDO ALVARADOAgencia EFE

Desde que en 2008 la crisis financiera de las “subprime” arrasara con la economía internacional y dejara a la mayoría de las entidades financieras internacionales en la más absoluta bancarrota, el sistema financiero no solo no se ha recuperado, sino que su situación es cada año peor, al menos en lo que al número de oficinas físicas se refiere. La llegada de la digitalización y la necesidad de reducir costes en número de personal, ha llevado a una paulatina pérdida de oficinas bancarias en la Comunidad Valenciana que ha dejada el escenario actual en una situación bastante delicada.

Según los datos del Boletín de las Entidades de Depósito de la Comunidad Valenciana que recoge la Conselleria de Hacienda, durante los últimos diez años, desde el pasado 2012, la Comunidad Valenciana ha perdido un total de 2.200 sucursales de atención al público, de las cuales, 1.250 se han cerrado en la provincia de Valencia, 321 en la de Castellón y 734 en la provincia de Alicante. De hecho, tal y como informaba Valencia Plaza el pasado mes de abril, la mitad de los municipios de la Comunidad Valenciana ya no disponen de ninguna sucursal.

Si nos retrotraemos a un periodo anterior, a la burbuja inmobiliaria de 2007 y 2008, la caída es todavía mayor, puesto que en aquel periodo llegaron a haber en la región un total de 5.061 oficinas bancarias. Eran buenos tiempos para la banca y el sector aprovechó para realizar un crecimiento que posteriormente no pudo mantener, ni siquiera con el elevado montando de ayudas millonarias recibidas por parte del Estado.

Colas interminables y hojas de reclamación

La pérdida de oficinas ha tenido unas consecuencias inmediatas y muy visibles. Colas interminables desde las 8 de la mañana en las que personas mayores se desesperan por no poder estar tanto rato de pie, discusiones entre los clientes durante la tensa espera, empleados que, aunque no son responsables de la lamentable situación, tampoco están en condiciones de ofrecer el mejor trato a los depositarios.

Además, la falta de oficinas ha creado una situación casi de oligopolio que reduce la competencia y por tanto las posibilidades de los clientes de ver mejorada la atención que reciben. “Me cambiaría de banco pero es que en el barrio no hay otro”, afirma una señora que se encuentra a las 8 de la mañana esperando a que abran su oficina bancaria. Es la segunda vez que va esta semana, está recién operada pero no tiene más remedio que hacer la cola.

Sin duda los mayores son los más afectados por el panorama. Ellos no saben -ni tienen por qué aprender- manejar las webs ni las apps de las entidades financieras. En el mejor de los casos algún hijo, nieto o sobrino les podrá ayudar, pero habrá trámites que deberán hacer en persona.

En vista del resultado, parece que la campaña puesta en marcha por el valenciano Carlos San Juan, “Soy mayor, no idiota”, no ha dado los resultados esperados.

Quejas de los consumidores

Desde que el año pasado se acelerara el proceso de fusiones entre entidades bancarias y, con ello, el cierre de oficinas, la Asociación Valenciana de Consumidores (Avacu) ha percibido un incremento notable del malestar entre los clientes. De hecho, desde la Asociación enviaron sendos escritos tanto al Ministerio de Economía como al Banco de España denunciando una situación que afecta especialmente a las personas mayores. “No solo es que no sepan manejar las nuevas tecnologías, es que en muchos casos ni siquiera tienen internet, con lo cual la sensación de indefensión es total”, aseguran estas fuentes.