Amamantando la vida
Las cuatro zancadillas a la lactancia materna
Toda madre puede dar de mamar, solo hay que persistir
Muchas son las personas que creen que lactar es algo sencillo, que basta con ponerse al bebé al pecho y que este succione, eso sí, necesario tener leche, es esta la gran duda que genera bastante inseguridad a las madres. Pero lidiada, esta preocupación ancestral de la posible falta de leche, el amamantar parece ser coser y cantar. Sin embargo, de eso nada, puesto que, por mucho que las madres se preparen para estar listas y saber todo lo necesario para iniciar la lactancia y dar el pecho de la mejor forma posible, en ocasiones, la cosa se complica cuando llevamos la teoría a la práctica.
Leche seguro que hay, vamos, no seguro, segurísimo, porque salvo muy raras excepciones todas las mujeres que han parido (incluso las que no) pueden producir leche. Otra cuestión es “capotear” dudas, comentarios y dificultades, es decir zancadillas que suelen presentarse y dificultar la lactancia.
El siguiente caso, aunque hipotético, podría ser el de cualquier madre que se enfrenta por primera vez a la tarea de amamantar.
Tuve un parto agotador, después de tantas horas, me sentía dolorida y muy cansada, aunque, dicho sea de paso, tuve la suerte de que el pobrecito, tras ser examinado, pesado…, se quedó plácidamente dormido en la cunita, parecía que él también necesitaba descansar.
Ahora sé que en ese momento tuvo lugar mi primera zancadilla a la lactancia, porque las primeras horas son cruciales para establecer la lactancia y aumentar la probabilidad de mantenerla de forma exclusiva durante los primeros seis meses, un momento sagrado, que nadie tiene derecho a interrumpir, a no ser que la vida del bebé o de la madre corran peligro. Jamás se me indico lo importante que era mantenerlo junto a mi cuerpo. Lo que si sabía era que la lactancia es “a libre demanda del bebé”. Como mi bebé estaba dormido y no demandaba comer, pensé que no había de que preocuparse, es más, la familia me decía: “dormir también alimenta y si está durmiendo es porque no tiene hambre”. Durante esa noche me costó que se enganchara al pecho y conseguir que mamara. Se quedaba dormido cada vez que lo cogía en brazos. Al día siguiente, la cosa parecía ir mejor, lo ponía al pecho y succionaba de forma vigorosa, por lo menos movía la boca. Por eso, cuando la enfermera me preguntó si el bebé mamaba bien, le dije que sí. No le di importancia a que no se molestara en comprobar si efectivamente el bebé estaba mamando de forma correcta.
Segunda zancadilla a la lactancia, que el bebé succione no es garantía de que está obteniendo leche, aunque lo parezca. Ahora soy consciente que es esencial la observación de una toma completa al pecho por parte de un profesional cualificado, para comprobar que el agarre es correcto y existe una adecuada transferencia láctea, ello permite diagnosticar cualquier dificultad. Sé que gran parte de los problemas que surgen al principio, se deben a una mala posición o agarre del bebé al pecho y ello tiene un gran impacto en el inicio y duración de la lactancia.
Ya en casa me costó mucho manejar la subida de la leche, pero según había leído de momento con el calostro tenía suficiente. El bebé succionaba con ganas, pero parece que sacaba poca leche, aunque yo creía que todo iba bien porque le daba a libre demanda. A los cinco días del nacimiento teníamos cita con el equipo de pediatría del centro de salud, en esa visita tuvimos nuestro primer sobresalto. Al alta del hospital el bebé había perdido peso, situación normal, teniendo en cuenta que todos los bebés pierden peso de forma fisiológica los primeros días. No obstante, al quinto día, el precioso bebé de más de tres kilos se había convertido en un bebito de poco más de dos kilos y medio, delgadito y hambriento. Entonces las indicaciones de los profesionales del centro de salud fueron que debíamos despertarlo cada tres horas para que tomara el pecho, y en tres días volverían a pesarlo. No obstante, nos advirtieron que, si no ganaba peso, deberíamos de darle un suplemento de leche de formula. Insistimos que deseábamos alimentar a nuestro bebé con leche materna y no con leche de fórmula, pero fueron firmes en su indicación, y no nos dieron otra solución: “si no gana peso tendréis que darle suplemento de formula”. Dios mío que agobio pensé.
Tercera zancadilla a la lactancia, la mayoría de las razones por las que un bebé amamantado no gana peso son reversibles, eso sí, es necesario identificarlas a tiempo, y no siempre la solución está en ofrecer leche de fórmula.
De modo que, aquí comenzó nuestra verdadera lucha por la lactancia materna, estaba convencidísima que debía seguir insistiendo, que toda madre puede dar de mamar, solo hay que persistir. Así que cada tres horas despertábamos al bebé y me lo ponía al pecho. La cosa no era tan fácil, el bebé se enfada con el pecho, lloraba, hasta quedarse extasiado y dormido. Entonces, volvíamos a despertarlo y repetir la misma operación, intentar que se cogiera al pecho. Cuando lo conseguía, a los diez minutos se quedaba dormido. Llegó el día de volver al centro de salud para el angustioso control de peso, estaba con el corazón encogido. Después de todo el esfuerzo, no sé por qué, pero el control de peso seguía siendo negativo, no nos dieron otra alternativa que empezar con la leche de fórmula, eso sí, nos indicaron que primero al pecho y después 40 ml de leche de fórmula. Por más que intente sacarme leche, no conseguía obtener los indicados 40 ml. Completamente hecha polvo, por tener que darle suplemento de leche de formula, y soportar además los comentarios de familiares y amigos, que lejos de ayudar menoscababan más aun mi cofianza. “¡mira como llora el bebé, está hambriento! ¡No seas terca, en esta familia no somos lecheras, acepta que no tienes suficiente leche!” “¡El pobrecito padece, tiene hambre y pelea de un pecho que no sale nada, dale el biberón ya!”. Oía estas recomendaciones como si de un mantra se tratara.
Cuarta zancadilla a la lactancia, me sentía la peor madre del mundo, por no tener suficiente leche. Ahora sé que, gran parte del problema se debía al estrés físico y mental al que estaba sometida, que hacía que mi organismo, liberara una serie de hormonas (adrenalina, noradrenalina y cortisol) que inhibían la producción de las hormonas encargadas de la elaboración y salida de la leche. Una presión del entorno que aumentaba mi preocupación, que se sumaba a esa pauta impuesta de la odiada “ayudita” de leche de fórmula, que enmascaraba la causa real del problema, y entorpecía el establecimiento de la lactancia. Estoy segura que esa fue en gran parte la causa de que mi lactancia fracasara.
(Continuará la semana próxima)
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