Gastronomía
Mare, el restaurante escondido entre montañas
El establecimiento del municipio alicantino de Benidoleig hace de la brasa un arte con productos de la zona
En Benidoleig, un pequeño municipio alicantino de poco más de 700 habitantes cercano a Denia, situado a sólo una hora de Valencia y de Alicante, entre bancales, curvas y silencio, se esconde un restaurante familiar llamado Mare, que está consiguiendo un hito sorprendente: Atraer hasta el pequeño establecimiento a más del doble de comensales que vecinos censados en la localidad.
El fenómeno no tiene que ver con promociones virales ni campañas publicitarias masivas, sino con el boca a boca, la coherencia de una propuesta y una fidelidad radical al producto del entorno. En una zona que no suele figurar en los mapas gastronómicos del gran público, el restaurante ha superado en 2024 los 1.500 comensales en un municipio que apenas alcanza los 700 habitantes censados.
El responsable de Mare es Miquel Gilabert, cocinero formado en el Asador Etxebarri. Él es quien ha creado en su pueblo natal un restaurante que rinde homenaje a la gastronomía mediterránea más auténtica. Y «La brasa es casa», se podría decir que ese es el lema de esta joya «escondida» con alma propia, donde la maestría de la cocina no depende de máquinas, sino del control absoluto del fuego, de la tradición y de la materia prima.
En Mare, cada plato refleja esta filosofía: comer sin prisa disfrutando del producto de la tierra, poniendo en valor lo valenciano, y sobre todo, que merece la pena escaparse de la ciudad para ir a un municipio pequeño a sentarse a la mesa.
Miquel fue creciendo en el bar de la familia en su pueblo , entre los aromas caseros y viendo cómo su madre, Josefina, la Mare, mantenía vivo el «chup-chup» diario que alimentaba tanto los cuerpos como las memorias de su gente. Tras formarse con los mejores, volvió a su tierra con una decisión clara: no emprendería en ciudades bulliciosas y comedores enormes, sino que devolvería la vida al negocio de sus padres. «Tanteamos el escenario y es lo que hicimos», explica con sorprendente sencillez.
Frente al bullicio de Denia o Jávea, en Mare los comensales buscan tranquilidad y cariño. «Aquí tenemos cuatro mesitas. Es una cosa más pequeña, más acogedora», dice Miquel. Mientras en la costa la pelea por una silla o un aparcamiento puede arruinar un almuerzo, en Benidoleig sigue siendo posible aparcar «prácticamente en la puerta» incluso en pleno agosto. Una propuesta que seduce a quienes buscan no solo buena cocina, sino también sosiego junto a la cocina mediterránea más auténtica.
En Mare, cada plato refleja esta filosofía: comer sin prisa disfrutando del producto de la tierra, poniendo en valor lo valenciano, y sobre todo, que merezca la pena escaparse de la ciudad para ir a un municipio pequeño a sentarse a la mesa. «La brasa es casa» se podría decir que es el lema de esta joya «escondida» con alma propia, donde la maestría de la cocina no depende de máquinas, sino del control absoluto del fuego, de la tradición y de la materia prima.
Buenas carnes, pescados, arroces, gambas de Denia, productos de la huerta y el minimalismo en su máxima expresión: fuego, parrilla y producto. Un restaurante redondo en donde le dan también mucha importancia al maridaje con buenos vinos, ya que tienen más de 300 referencias de vinos en carta, de los cuales 50 de ellos pertenecen a añadas singulares y antiguas.
Un placer para los sentidos, en una localidad tranquila de la Marina Alta, con calles empinadas y tortuosas alrededor de la cual se ven cítricos y viñas mediterráneas.
Y al margen de lo culinario con productos de la zona, cabe destacar su decoración con materiales locales: sus mesas están vestidas con lino confeccionado en Alcoy y tanto las mesas y sillas (de Andreu World) como las lámparas (de ArkosLight) son de Ribarroja.
Sentirse como en casa es fácil aquí, aparte de por su nombre, Mare, porque su equipo es de sólo dos personas: uno en cocina y otro en sala. Y esa sencillez es también parte del atractivo de su mensaje
Mare nace del regreso de Miquel a su tierra para levantar, con sus propias manos, una propuesta gastronómica que une tradición, producto local y memoria familiar. Una cocina sincera que reivindica el origen con autenticidad, herencia y fuego.