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Ana Mena: «Los jóvenes tienen miedo al compromiso, como si fuera ir a la cárcel»

«Se te olvidó» es la primera parte de una trilogía de canciones con la que narrará una historia que gira en torno al amor juvenil

Retrato a Ana Mena Cristina Bejarano

He aquí una artista «inetiquetable» a la que nada le gusta etiquetar. Una mezcladora de sonidos y estilos, cuyas variopintas colaboraciones resultan imposibles de ahormar. Desde Becky G hasta Thalía, pasando por Maldita Nerea o Sean Kingston. Pero su música suena a ella, a Ana Mena, que ha lanzado «Se te olvidó», la primera de una trilogía de canciones en la que desarrollará una historia que gira en torno al amor juvenil. La malagueña, cuando era bien pequeña, ganó los Premios Veo Veo antes de interpretar a Marisol en una miniserie y de tener un papel destacado en «La piel que habito». Ahora ha alcanzado su máximo histórico de oyentes mensuales, con más de 3,8 millones, siendo la tercera artista femenina más escuchada de España.

–¿Quién es Ana Mena?

–Una chica de 22 años que nació en Estepona y que empezó a cantar a los ocho. Ahora llevo cuatro haciendo mis propias canciones.

–¿Es quien quiso ser?

–Siempre deseé dedicarme a la música y me siento una afortunada de poder estar inmersa en todos los procesos creativos de mis trabajos. Estoy muy orgullosa de ser dueña de mi proyecto, de encontrarme totalmente conectada con lo que hago y de poder decidir por dónde tirar.

–¿Y de mayor?

–Me gustaría seguir dedicándome a la música. Lo cierto es que estoy viviendo un sueño que quisiera llevar por todo el mundo.

–¿Se gusta?

–(Piensa) Como todo el mundo. Unas veces nos gustamos más y otras menos, dependiendo del estado de ánimo. Lo que más me gusta de mí es que soy una persona muy honesta, real, impulsiva, natural y espontánea. No puedo ocultar con la cara lo que estoy pensando. Pero reconozco que también soy desordenada y despistada.

–Al hilo de algunos títulos, ¿qué se le olvidó?

–Apagar la calefacción esta mañana cuando salía de casa (risas).

–Con este single arranca una trilogía donde el amor juvenil tendrá todo el protagonismo.

–Exacto. «Se te olvidó» es la tercera fase del duelo o del desengaño amoroso. Hemos empezado por el final, representando la ira y la aceptación de que una relación ha terminado. La primera parte, «Cuéntale», aún no ha salido y refleja esa etapa de ceguera y de intentar convencerse a uno mismo de que las cosas son como se quisiera, aunque en realidad no sean así. La segunda, «Sin aire», alude a la tristeza de ir viendo que la cosa no marcha como a uno le gustaría.

–¿Pero cómo es el amor en la juventud?

–Quería contar el amor de esta generación «millennial» que se relaciona a través de las redes sociales y que tiene a su alcance una oferta constante para ligar. Pero los jóvenes tienen miedo al compromiso, como si de entrar en la cárcel se tratara. Y para nada es así. Somos egoístas, queremos abarcarlo todo y dejamos a pretendientes en «standby» por si viene otro que gusta más.

–¿Qué es todo?

–Aprovechar todas las oportunidades, no querer confiar en una persona, ni comprometerse. Aunque te transmitan algo bonito y te hagan pasarlo bien, existe como un pequeño miedo a arriesgar.

–¿En el amor es un todo o nada?

–No soy filósofa, no tengo ni idea de las claves para que el amor triunfe. Solo he tenido una relación en mi vida. Pero las bases son la confianza y el respeto.

–Cuando le dicen «veo veo», ¿qué ve?

–Una niña muy pequeña que no paraba de cantar en casa, sobre todo, flamenco y copla. En aquel primer certamen me puse muy pesada con mis padres.

–¿Cómo se digiere la fama a su edad?

–La llevo de una manera muy tranquila porque tengo la suerte de haberme rodeado de una gente maravillosa que me dice tanto las cosas buenas como las malas y que me mantiene en el suelo. En esta vida se puede estar arriba y abajo. Al final es cuestión de currar, currar y currar.

–¿Le puedo preguntar por el dinero?

–Se lo dejo a mis padres, ya que nadie me lo gestionará como ellos. Sabemos que no se nos puede ir la pinza, aunque tras tanto trabajar de vez en cuando nos permitamos un capricho. Pero hay que guardar. De hecho, ellos siguen trabajando.

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