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«Biológicamente, donde uno vive influye en nuestra felicidad»

El director del Instituto de la Felicidad, Meik Wiking publica «El arte de crear recuerdos» (Libros Cúpula), donde da las claves para convertir la memoria en un aliado para no olvidar los buenos momentos y asegura que las personas más felices son buenas

Meik Wiking, escritor.
Meik Wiking, escritor.larazonRubén Mondelo/ La Razón

A Proust una magdalena le llevó de viaje a su niñez. El cerebro es el palacio mental donde se guardan sabores, sonidos, olores, historias... El director del Instituto de la felicidad narra en «El arte de crear recuerdos» (Libros Cúpula) cómo convertir la memoria en el aliado para ser más felices.

–Ser guapo, tener dinero, amigos, salud o vivir en una buena casa, ¿dan la felicidad?

–Pues sí, pero sobre todo la parte de los amigos. El mejor predictor de si la gente es feliz o no tiene que ver con las relaciones humanas. Biológicamente también influye el sitio donde uno vive. En la lista de países más desdichados está Siria por razones evidentes.

–¿Estudiar la felicidad puede provocar tristeza o es contagioso?

–¡Ohhh! Lo que he visto y experimento es que cuando estudias la felicidad te sientes inspirado por las historias y tratas de incorporarlas a tu vida. Solemos evaluar nuestra vida en comparación con la de los demás.

–¿Cómo se codifican los recuerdos?

–Utilizando distintos ingredientes. La atención es la base de la memoria. No recordamos algo si no le hemos prestado atención y también recordamos las primeras experiencias; eso lo hace más memorable.

–¿Por qué hay gente más rencorosa y otros que saben olvidar y recordar lo bueno?

–Puede tener que ver con la forma en la que funciona nuestra memoria, es como un músculo: cuanto más piensas en un hecho, más fuerte se va a convertir el recuerdo. La memoria no está localizada solo en el cerebro sino en todas partes. Influye el cómo uno se sintió, lo que vio... Si nos centramos en los recuerdos negativos hará que ese recuerdo se fije más.

–¿Se pueden almacenar recuerdos tristes y ser feliz?

–Sí. Creo que todos nosotros tenemos malos recuerdos. Todos hemos perdido a alguien, hemos tenido fracasos, sentido vergüenza... Pero, ¿cómo podemos crear recuerdos positivos que equilibren los negativos? Esa es la cuestión.

–¿Qué hacía cuando decidió trabajar en el Instituto de la Felicidad?

–Era menos feliz de lo que lo soy ahora. Trabajaba para un grupo de sostenibilidad y ya no me apasionaba. Vi los estudios de felicidad de todo el mundo y quise saber por qué Dinamarca ocupaba tan buenos puestos. Uno de mis mentores, desafortunadamente, murió con 49 años y pensé: ¿qué quiero hacer hasta que cumpla esos 49?

–¿Y por qué son más felices los daneses?

–El acceso sanitario, la universidad gratis, bajos niveles de corrupción en el gobierno, bajo índice de paro, seguridad en la vida. El Estado de Bienestar es importante y cuando falta hay infelicidad.

–¿Qué estudia ahora su Instituto?

–Cómo las diferentes enfermedades de una persona impactan de distintas maneras en la satisfacción de sus vidas. Además, estamos creando el Museo de la Felicidad en Copenhague.

–¿Qué tiene ese museo?

–Habrá diferentes cosas. Cómo la historia de la felicidad ha ido evolucionando a lo largo del tiempo. La política sobre la felicidad, cómo la usan los gobiernos como propaganda; la arquitectura de la felicidad: cómo el lugar influye sobre la felicidad de la gente... En qué dirección la tecnología va a impactar en nuestra felicidad o cómo la geografía influye.

–¿Debería haber un ministerio de la Felicidad?

–Algunos países tienen ministros de la felicidad, pero creo que es mejor que cada ministro piense cómo mejorar la calidad de vida de la gente. Eso sería fantástico.

–¿Cómo haría la selección de personal para su Instituto de la felicidad?

–Tenemos un grupo de colaboradores internacionales, somos nueve en el equipo: daneses, alemanes, ingleses, españoles, americanos, canadienses... seis nacionalidades. Provenimos de los campos de la psicología, filosofía, antropología, física... Buscamos gente brillante, con talento, pero también con buen corazón y con la que te guste trabajar, que sea humilde, honesta... Hacemos de «headhunter» –cazatalentos–, pero también de «hearthunter» –cazadores de corazones; buenas personas–.

–¿Las redes sociales nos hacen más infelices?

–Pueden reducir nuestra atención y nos bombardea con la vida de los otros que parecen felices y tendemos a comparar. Deberíamos tomarnos un descanso de las redes sociales.