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Cultura

Picasso, fan de los rotuladores de punta fina

«Picasso íntimo» muestra la cara menos vista del malagueño a través del poeta Palau i Fabre, que le trató muy de cerca
«Picasso íntimo» muestra la cara menos vista del malagueño a través del poeta Palau i Fabre, que le trató muy de cercalarazon

Pablo Picasso tiene la dimensión del Everest, tanto por su altura como por lo complejo que supone escalar su mundo. Pocos, muy pocos han salido victoriosos de esa lucha, especialmente por no contar con el apoyo directo del mismo Picasso. El poeta Josep Palau i Fabre fue uno de los pocos que salió victorioso de ese combate como lo demuestra la ingente obra que dejó alrededor del artista malagueño, especialmente una excelente serie biográfica publicada en varios volúmenes por Polígrafa. En estos días Galaxia Gutenberg, bajo el cuidado de Julià Guillamon, ha tenido la buena idea de recuperar uno de los trabajos picassianos de Palau que permanecían agotados desde hacía tiempo. Se trata de «Querido Picasso», un diario en el que el biógrafo fue apuntando sus numerosos y variados encuentros con su biografiado. Es una fuente de información de primer orden en la que vemos a un Picasso diferente, generoso y dialogante, dispuesto a ayudar a Palau con datos sobre su juventud en Barcelona, sus visitas a Horta de Sant Joan o sobre si un cuadro ha salido realmente de su mano o se trata de una falsificación.

Palau conoció a Picasso en París en junio de 1947. Fue un encuentro decisivo para el escritor, aunque en aquel momento aquello no pasó de unas pocas preguntas y una dedicatoria que no acabó de satisfacer al admirador. Años más tarde, Palau ya pudo reunirse con Picasso en La Californie, aquella finca en la que el artista se retiró a trabajar acompañado de su última esposa Jacqueline. Fue entonces cuando Palau, acompañado de sus fichas, se dispuso a preguntarlo todo. De esta manera supo, por ejemplo, que a Picasso le fascinaba en sus últimos años usar rotuladores de punta fina para dibujar, especialmente, la espalda desnuda de una mujer.

Unas veces solo y otras acompañado, Palau fue testigo durante mucho tiempo del proceso de trabajo del maestro, pero también de su generosidad hasta el punto de ser receptor de no pocos regalos, como dibujos o grabados, en alguna ocasión provocando un enfrentamiento con el escritor Joan Perucho. Picasso, por otra parte, lo retrato como un personaje del Siglo de Oro, como un cronista barroco con gorguera, siguiendo con la fascinación del malagueño por el mundo velazqueño. Josep Palau i Fabre era «el velludo» en palabras de un Picasso divertido que le gustaba comprobar lo peludo que era el brazo de su amigo. En su último encuentro, el pintor preguntó a Palau sobre quién más había conocido que le hubiera fascinado tanto como él. «Lorca y Artaud», dijo el catalán. «¿Y Dalí?», volvió a preguntar. Cuando Palau le aseguró que no lo había conocido, Picasso, entonces, no pudo por menos que espirar aliviado.