Pintor de batallas
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Nunca supe escribir necrológicas, y sospecho que si escribí alguna que cumpliese el deseo del que escribe (que no es otro que transmitir ánimo a sus amigos), fue cuando hablé de sensaciones más que de hechos.
Me llaman para decirme que ha muerto Juan Genovés y me invitan a que escriba unas líneas. No tiene mucho sentido que recuerde los hitos de su biografía, sus exposiciones, las colecciones en las que está representado, la gente que admira su obra: su repaso prueba la consideración que se ganó a pulso, en solitario y siempre de frente. Prefiero referirme a otras cosas.
Pertenezco a una generación que creció en el primer esplendor de la de Genovés, hacia la que teníamos cierto recelo, imagino que por querernos abrir paso: defendíamos una más cercana en edad y, pensábamos, intenciones. Con Genovés y su amigo Rafael Canogar, otro descubrimiento, coincidí de muy joven en algún jurado: ante los cuadros de artistas que no conocían, la limpieza de sus miradas siempre me sorprendía. Aprendí a ver sin prejuicios, sin anteojeras. Hablar de lo que estaba delante: así de simple. Un aprendizaje, una deuda.
Genovés era directo pero opinaba dialogando: explicaba, comprensivo y generoso, lo que era intención y modo. Entre taller y taller, porque era pintor al que le gustaban el proceso y unos retos que contaba casi con desnudez, como su empeño en retener el último sueño nocturno en la primera imagen diaria. Se reía al contarlo porque, autocrítico y exigente, entendía que debía juzgarse el resultado antes que el detonante. Al mostrar aquellos dibujos los miraba de reojo, pendiente del efecto que causaban.
Pocos artistas lograron lo que él: sintetizar una época en una imagen. Lo curioso es que la suya era previa. Nunca lo hablamos, pero me hubiera gustado saber cómo se sentía frente al éxito. Porque Genovés fue pintor de batallas, de compromiso, en extremo generoso, volcado con frecuencia en un alter ego anónimo, social, pero tuvo un reconocimiento ante el que parecía esbozar esa sonrisa de quien lo relativiza y se empeña en buscar siempre el otro lado. La pintura como el eterno proceso de una búsqueda, la pintura como medio en el que analizar la vida.
Cuando alguien nos deja solemos decir que era bueno. Genovés lo practicó en vida. Hoy mucha gente del mundo del arte está, estamos, tristes.