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Cultura

Erik el Belga el mayor ladrón de arte y a mucha honra

El ladrón de antigüedades publica sus memorias: «Por amor al arte»

Erik el Belga el mayor ladrón de arte y a mucha honra
Erik el Belga el mayor ladrón de arte y a mucha honralarazon

Tenía la moral del bandolero que sabe asaltar un camino y la disciplina del ex combatiente. Por eso fue el mejor ladrón de arte del siglo pasado. Se dice que más de 6.000 obras cayeron en su guante blanco después de irrumpir en museos, iglesias y catedrales. «¿Sabes? Hoy todavía tengo visiones raras... Creo que es por haber pasado tanto tiempo de noche en ese tipo de sitios y en cementerios», asegura Erik el Belga, a los 72 años, como si no hubiera parado de huir de fantasmas. «Me considero un hombre espiritual. Mi vida no ha sido toda entrar y salir de la cárcel», dice con gran sentido del humor y en castellano. Se retiró hace dos décadas a la Costa del Sol, donde vive como un hombre corriente. Ha dedicado el tiempo a dictar sus memorias («Por amor al arte») y el volumen es largo, pero con lo que no cuenta se podría escribir otro igual. «O tres...» confiesa con una sonrisa pícara y el orgullo del que se sabe inmortal con sus «hazañas».

Centrado en los hechos

En especial, se podría contar mucho sobre los robos en España, que están prudentemente omitidos o suavizados en el relato. «Donde comes, no te metas», dice. Pero su vida (algo ficcionada) es mejor que la mayoría de novelas negras. Entradas y salidas de la cárcel, tiroteos con la Policía, traiciones de compañeros, torturas bajo arresto, engaños, una enfermedad que casi le cuesta la vida y la vista... «No importa lo que vives, importa con quién lo vives, quién te quiere, con quién lo compartes. Siempre me ha gustado el peligro, todavía me gusta. Me da fuerza y descanso a la vez». Erik el Belga estudió arte y comenzó en el oficio de anticuario. Es un gran pintor y restaurador, pero empezó a robar para tener las piezas de calidad que no se encuentran en el mercado. «Fue la pasión y el dinero. Y el placer. Empecé a recibir encargos de robo», cuenta. ¿Quién puede querer una talla románica para tenerla en casa? «El que ya tiene cuatro o cinco y busca una superior. Quienes me pedían que robara un Cristo ya tenían otros, pero no eran tan especiales. Y los querían para su casa», relata. Fue detenido. «Aunque me escapé de la cárcel en Bélgica y vine a España. Aprendí español en la prisión del Puerto de Santa María. Y no podía regresar a mi país, así que seguí haciendo lo que sabía». Entre otras cosas, saquear incontables iglesias de Castilla-León, Aragón y parte de Cataluña. «Eran encargos de fuera. Y en España había un enorme descuido por el patrimonio; fue gracias a mí que empezaron a cuidarlo. El 80% de lo que robé ya está devuelto», asegura René Alphonse Ghislain Vanden Berghe, su verdadero nombre. Lo hizo, asegura, «con discreción. Gracias a un pacto con Alfonso Guerra, que consideraba que lo importante es que las obras volvieran a suelo español, con buena voluntad entre las partes, indemnizando al comprador...», dice callando.

Vaciar Luxemburgo

El Belga compró a la Iglesia «camiones enteros de obras que se vendían fácilmente y a bajo precio. Camiones y camiones que el clero no quería», insiste. El destino, muchas veces, eran iglesias o parroquias de Norteamérica que carecen de la historia y del patrimonio que en España no se valoraba. «Todos los belgas querían algo de España también. Como teníamos a la Fabiola, que era una reina española... hasta halcones he vendido», dice, y se echa a reír. Su osadía no conocía límites. Se atrevió a trazar un plan para vaciar todas las obras de arte sagrado de Luxemburgo en un fin de semana. En la madrugada del 23 de febrero de 1978, él y su banda (ex militares que habían luchado en el Congo e Indochina) forzaron las puertas de la catedral de Morella, penetraron en la sacristía, en el archivo y en el museo y se llevaron piezas valoradas en más de 25 millones de pesetas.En la larga lista de objetos sustraídos había lienzos, cálices, tablas, pergaminos, bulas, cartas y libros. «Nadie se lo esperaba, porque en esa calle hay una comisaría de la Policía y, a la espalda de la iglesia, otra de la Guardia Civil. Pero lo hicimos». Terminó en la cárcel Modelo de Barcelona después de una semana de torturas. En uno de los episodios más memorables, robó el retablo de la catedral de Oberwezel, el «corazón» de Alemania. Le detuvo un impresionante dispositivo policial. Durante su cautiverio, hizo 17 copias de «El grito» de Munch. Negoció con el Estado alemán una salida preventiva para encontrarlo y devolverlo. Lo hizo. Salvo que 11 años después, el Gobierno alemán descubrió que era una copia que el propio Erik el Belga había pintado. Se ríe. «Me ofrecieron 30 millones de pesetas si les mandaba una fotografía. No soy imbécil. Si lo hubiera hecho, estaría en la cárcel». ¿Dónde está? «No lo sé». Vanden Berghe está obsesionado con «El grito» de Munch, porque «me permitía saber que había alguien más triste que yo». Todos sus asuntos con las justicias europeas están resueltos. «Han prescrito o no hay caso. Algunos tienen el diente herido, sobre todo los alemanes». Vendió falsificaciones muchas veces. Él lo llama «interpretaciones» porque eran cuadros «a la manera de Monet o Dègas», con certificados de autenticidad y la factura de su enorme talento. Restauró también muchas de las piezas que robó, hoy devueltas. Faltan muchísimas otras. Para desviar un poco la atención, asegura que los museos están llenos de piezas robadas. «También El Prado. Rubens, El Bosco...», dice. Aún hoy, cuando entra a un museo, se fija en las medidas de seguridad. «Hay unas alarmas increíbles, pero están todas mal instaladas –ríe–. De todas formas, ninguna alarma puede detener a un ladrón, porque saben cómo funcionan mejor que los que las instalan. Igual que los billetes de 500 euros, que están falsificados desde el primer día. Si hoy no se roba es porque no hay comprador». Sobre el Códice Calixtino desaparecido de Santiago, tiene una teoría muy clara: «Es imposible de hacer sin un cómplice. Es evidente». Por eso, cree que sólo volveremos a ver el libro «si quiere el comprador, o si el cura que lo escondió se arrepiente». Por cierto que a Erik el Belga también le estafaron. Un tipo que le llevaba sus negocios se fugó con su dinero. Es difícil saber cuál es la moraleja de la historia, si es que la hay.

ROBAR LA “GIOCONDA” DEL PRADO...

Preguntado sobre la pieza que hoy le gustaría robar, no duda: «La ‘‘Gioconda'' del Museo del Prado. Es más bonita que la original, claramente superior», dice. Hay quien le atribuye robos dentro de unos 50 museos de Europa. «La sensación de estar en uno de noche, con todo eso a tu alrededor... es indescriptible», apunta, y se atreve a afirmar que las galerías más famosas del mundo «están llenas de obras falsas. hasta que la expertización no llegue a todas ellas... falta paternidad en todos los sitios».

ALGUNOS DE LOS MÁS SONADOS:RETABLO DE OBERWESEL

Fue uno de los últimos golpes de El Belga, al que detuvieron por robarlo y salió preventivamente para recuperar la pieza. Lo hizo, pero resultó ser una copia que él mismo facturó. El gobierno alemán tardó 11 años en darse cuenta de que no es el orginal, que sigue en paradero desconocido. Tablas de Berruguete Robadas y devueltas a la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava (Palencia), entre ellas, este «Rey David». LA SILLA DE SAN RAMÓN Un robo trágico. Un mueble único del siglo IX, el más antiguo conservado, que fue destruido casi por completo por su banda. Retablo de San Miguel de Aralar Se trata de uno de los robos más famosos del belga, en 1979. Obra de incalculable valor por la gran maestría de su factura, que data del siglo XII, mide más de dos metros de largo y fue devuelta casi en su totalidad con el paso de los años, y la ayuda del ladrón.