Reencuentro en la Casa de las Musas
El Museo Nacional del Prado ha reabierto sus puertas con un espectacular montaje
Creada:
Última actualización:
El 6 de junio de 1599, en la iglesia de San Pedro de Sevilla, fue bautizado Diego Rodríguez de Silva y Velásquez. Cuatrocientos veintiún años después, tras un trimestre confinadas, las figuras de sus cuadros volvieron a ver atónitos visitantes y el pintor sonreía desde sus Meninas. De acuerdo con lo fijado por el estado de alarma, no se han movido del Prado. La infanta Margarita está más pálida y al mastín no le apetece salir. Con la desescalada, ya abre el jardín de Villa Medici, Felipe IV va de caza y el Conde Duque de Olivares pasea a caballo. Han vuelto a trabajar Las Hilanderas y los herreros de la Fragua de Vulcano, éstos son informados sobre su ERTE y aquéllas mantienen la distancia sanitaria, no así los borrachos agrupados en torno a Baco. En los Países Bajos, los soldados de Las Lanzas tienen obligaciones más relajadas. Europa is different.
El Museo Nacional del Prado ha reabierto sus puertas con un espectacular montaje, Reencuentro. La estatua de Carlos I nos da la bienvenida e indica una Galería Central bañada con luz natural, columna vertebral de una experiencia única e inédita. El primer espacio nos sobrecoge con el Descendimiento de Van der Weyden a la izquierda y la Anunciación de Fra Angelico a la derecha. El recorrido facilita diálogos como los Adán y Eva de Tiziano y Rubens, que recuerdan al juego de las diferencias entre imágenes. O los Saturnos de Goya y Rubens que compiten en antropofagia.
Nos estiramos ante los “Greco” hasta que “El Caballero de la mano en el pecho” impone seriedad. Meninas e Hilanderas comparten espacio. Desde la rotonda del final de la Galería, la goyesca familia de Carlos IV, franqueada en paredes laterales por “La carga de los mamelucos” y “Los fusilamientos del 3 de mayo”, ve llegar a los visitantes. Se distribuyen los retratos que Don Francisco realizó de la saga familiar, incluido el príncipe, futuro Fernando VII.
Impulsado por su esposa la reina María Isabel de Braganza, creó un Real Museo de Pinturas y Esculturas en el edificio diseñado por el arquitecto Juan de Villanueva en 1785 como Gabinete de Ciencias Naturales, por orden de Carlos III. Se recopilaron los fondos herederos de las colecciones formadas por los reyes de la Casa de Austria, iniciada bajo el auspicio del emperador Carlos I, y de Borbón, caracterizadas por su cosmopolitismo y alto nivel de calidad, aunque de gustos e intereses variados.
Sigue la pauta de la creación de El Louvre en 1793, en donde se facilita al pueblo contemplar tesoros antes propiedad de la monarquía derrocada por la revolución de 1789. “El Deseado” no logra revertir su funesta reputación histórica con la apertura el 19 de noviembre de 1819 de las Colecciones Reales. El primer catálogo constaba de 311 pinturas, con 1.510 obras custodiadas. Entre aquéllas se encontraban joyas que se pueden contemplar hoy en el Prado, como El jardín de las Delicias de El Bosco, El tránsito de la Virgen de Mantegna, La Sagrada Familia conocida como La Perla de Rafael, Carlos V en Mühlberg de Tiziano, El Lavatorio de Tintoretto, el Autorretrato de Durero, Las Meninas de Velázquez o Las tres Gracias de Rubens.
Las “majas” exhiben su pícara sonrisa a quienes las contemplan y el enigmático “Perro semihundido” nos recuerda la convulsa personalidad del aragonés. Camino de la salida, me paro frente a “Chicos en la Playa” de Sorolla para ver a través de los tonos violetas, turquesas, azules y malvas el movimiento de las aguas y los dorados destellos de la luz en el cuerpo de los niños, en los que incide la intensidad del sol del atardecer. En dos horas y media he contemplado 249 obras de un montaje que prescinde de la tradicional distribución por escuelas nacionales y sigue una ordenación cronológica, desde el s.XV hasta los albores del s.XX con espacios arquitectónicamente diáfanos. La selección realizada entre las 1.714 obras que normalmente componen la exposición permanente facilita los diálogos entre autores y pinturas separados por el tiempo y la geografía, a la vez, permite asociaciones que hablan de influencias y rivalidades.
Para cumplir las recomendaciones de las autoridades sanitarias y procurar una visita segura a visitantes y empleados, no se podrá superar un tercio de la capacidad de ocupación (1.800 personas/día). Atrás quedan los 3,2 millones de personas que pasaron por la primera pinacoteca de nuestro país el pasado año y celebraron su bicentenario. La media cercana a 9.000 visitantes diarios se tradujo en 22,6 millones de euros de ingresos. El cierre por COVID-19 ha supuesto no ingresar 7 millones de euros.
Hasta su reapertura, el contacto con la exposición permanente se ha mantenido a través de la página web y las redes sociales. Hasta el 13 de septiembre se podrá disfrutar del “Reencuentro”. Las entradas se deben adquirir a través de la web del Museo, fijando día y hora de la visita con un mínimo de 24 horas de antelación. Para garantizar seguridad y protección, al acceder se controla la temperatura corporal, existe un protocolo de limpieza y desinfección, es obligatoria la mascarilla y se ha establecido un avanzado mecanismo de purificación ambiental, similar al existente en edificios singulares.
En su presentación a los medios, el director del Museo del Prado, Miguel Falomir, se preguntaba cómo hubiera sido el confinamiento sin acceder a los libros, visualizar películas, escuchar conciertos o visitas virtuales a museos. En suma, sin Cultura. El objetivo es que el visitante tenga una apreciación cómoda, placentera y cálida, haya pasado un buen rato y aprendido algo nuevo. Al salir al exterior, me sorprende un brillante cielo “velazqueño” donde los blancos y grises de las nubes resaltan sobre el luminoso azul del cielo. Maravilloso remate a este reencuentro con la casa de las musas.
Javier de la Nava es Gestor Cultural, Economista y asesor en materia histórica y artística de Academia de P@pel, grupo de pensamiento y de análisis sobre comunicación de la Universidad UDIMA