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¿Qué fue de la canción del verano?

El coronavirus ha acabado con las fiestas y con esta tradición española en la que han participado desde Raffaella Carrá y Georgie Dann hasta Radio Futura. El éxito de este estío no hace bailar, es de Taylor Swift y se llama «Folklore»

Georgie Dann NEWSCOMLa Razón

Un año fue «La barbacoa», otro apareció «Aserejé», también estuvo «La Flaca»… Pero, ¿qué fue la canción del verano? ¿Qué pasó con este fenómeno tan genuinamente español y que tanto marcó la época estival durante las últimas seis décadas? ¿Se están perdiendo los valores identitarios? ¿Es el final de una época? Por supuesto, hay canciones que siguen sonando mucho bajo esta ola de calor. Está «Ritmo», de J Balvin, o «Tusa», de Karol G y Nicki Minaj, o «Que tire pa’lante», de Daddy Yankee. Pero esto no son canciones del verano.

Son canciones que suenan este verano, como podrían sonar en noviembre. Es lo que se escucha. Porque la canción del verano es otra cosa: ritmos fáciles que muevan a pequeños y mayores, estribillos onomatopéyicos que puedas cantar al oído de tu nuevo mejor amigo con el vaso en alto, una historia algo friki y picante que saque la risa tonta que nace bajo los efluvios vaporosos, un comienzo que te levante de la silla en cuanto lo escuches, una especie de «todo» con irresistible olor a verano, playa, fritanga y bebidas de colores. No hay nada de lo relatado en este neorrealista verano de 2020.

Qué tiempos aquellos en los que en las verbenas y fiestas veraniegas de todo el país atronaba la misma canción en distintos habitáculos: daba igual que fuera el coche, el chiringuito, la discoteca o la plaza de la villa. Todo el pueblo, nobles y plebeyos, se daban la mano bailando y festejando la canción del verano. Así vino ocurriendo invariablemente en nuestro país desde la década de los sesenta. Porque habría que advertir de algo muy interesante: la canción del verano es un fenómeno que ocurre exclusivamente en España.

Esto es así porque desde aquellos años sesenta se dieron circunstancias propicias para que así ocurriera. Además de sol y calor durante tres meses, existían festivales de música, la radiofórmula se apoderaba de los hogares españoles, las casas de discos «pujaban» fuerte por sus canciones y las revistas musicales y de ídolos eran favoritas del público juvenil, Pero, sobre todo, había ganas de fiesta. Otro claro distintivo de la canción del verano fue siempre la anacronía. Una canción del verano lo seguirá siendo toda la vida. Y podrá seguir sonando durante muchos años más, preferiblemente en época estival. Tanto es así que, a diferencia de las canciones «normales». Es muy difícil saber a qué década pertenece tal o cual canción del verano. Quién diría que el «Quisiera ser» del Dúo Dinámico es de 1961. O que Concha Velasco popularizó aquello de «La chica ye-yé» en 1965. O que ya han pasado casi 30 años desde aquello de «El tractor amarillo».

Si hay que considerar una composición como el inicio del modelo estándar de canción del verano posiblemente haya que acudir al mítico «Limón Limonero» que el venezolano Henry Stephen popularizó en 1968. Atención al canónico mensaje de la canción: «Mi limón mi limonero / Entero me gusta más / Un inglés dijo yeh-yeh / Y un francés dijo la-lá». «Un rayo de sol» (Los Diablos, 1970) o «Vacaciones de verano» (Fórmula V, 1972) ya remitirían a una época concreta. Pero qué decir de lo que ocurrió en aquel julio de 1974 con el «Canta y sé feliz» de Peret. No podía haber mensaje más vacacional.

La irrupción de Georgie Dann provocaría un antes y un después en la canción del verano. Su primer gran éxito fue «El Bimbó», de 1975, la explosión definitiva del género. «Bailemos el bimbó (¡bimbó bimbó!) / Que está causando sensación / Con esa melodía / Que va derecho al corazón», se cantaba con clamor. Y el artista francés paseaba sus tacones altos, su pelo libre de ozono y su «troupe» de mozas por todos los platós de televisión y fiestas populares para amplificar su canto.

Cantar y bailar

Definitivamente no hacía falta tener buen gusto para que el pueblo cantara y bailara tu canción, como bien demostró Fernando Esteso en 1976 con «La Ramona», cuyo texto bien podría considerarse un precursor del «perreo». Decía así: «La Ramona es la más gorda de las mozas de mi pueblo / Ramona te quiero / Tiene un globo por cabeza y no se le ve el pescuezo / Ramona te quiero / Sus piernas son dos columnas, su trasero es un pandero / Ramona te quiero». De temblar, puro arrojo. Y Raffaella Carrá sería otra de esas estrellas nacidas a la sombra del subgénero con canciones cuyos títulos hablaban por sí solos del motivo por el que nacieron: «Fiesta», «Hay que venir al sur», «Caliente, Caliente…»). Una cosa muy curiosa ocurriría en la década de los 80: una corriente artística tan poderosa como fue la Movida lograría también colocar varios éxitos como canción del verano. Por ejemplo: «Bailando», de Alaska y Pegamoides, «Escuela de calor», de Radio Futura, o «Me colé en una fiesta», de Mecano, si es que a éstos se les puede considerar integrantes cronológicos de la Movida.

En cualquier caso, estos ejemplos serían simples notas a pie de página porque lo normal sería que los clásicos y la fanfarria de un solo éxito siguieran alcanzando el honor de proclamarse como canción del verano. En los años posteriores, Georgie Dann seguiría arrasando («El africano», «El chiringuito», «La barbacoa») mientras un ejército de compositores se afanarían por crear un llenapistas («Ritmo de la noche», «Saturday Night», «Yo quiero bailar»), la España cañí se reivindicaría («Amigos para siempre», «La Macarena», «Solo se vive una vez», «Amigos para siempre») y hasta los frikis reclamarían su derecho a la gloria («Tractor amarillo», «Hasiendo el amor», «Opa, yo viazé un corrá», «Bomba»). Y así hasta llegar a los últimos clásicos populares como «Waka Waka», «Colgando en tus manos», «Súbeme la radio» o «Despacito».

Ya no hay nada de esto. ¿Qué es lo que ha pasado? Obviamente, el Covid lo ha arrasado todo, incluyendo la canción del verano. El pueblo no tiene los ánimos por las nubes y las grandes concentraciones no están permitidas. Las discotecas no pueden amplificar los éxitos y las verbenas parecen un recuerdo pasado. Al mismo tiempo, no tiene sentido hacer promoción de una canción que nadie va a bailar y los ayuntamientos cerraron el grifo para los conciertos y presentaciones.

Uno de los signos distintivos de la canción del verano fue ver cómo ésta se iba gestando y agrandando. Pura estrategia comercial. Ya desde primavera comenzaba a sonar el tema a «colocar» para ir «preparando» el oído del ciudadano. Iba asciendo en las listas de éxitos hasta que llegaba finales de junio y se situaba en la cima para no bajar hasta septiembre antes de caer controladamente en el olvido. Seguramente hasta el siguiente verano, donde formaría parte de una recopilación y sonaría poco después de la nueva canción del verano. La época también ha supuesto la cancelación y aplazamiento de muchos lanzamientos musicales, postergados hasta después del verano o, quién sabe, quizá más allá.

Mientras tanto, los canales de difusión son ya tan variados que las propias compañías de discos no dan con la fórmula estratégica de «producir» un éxito. ¿Radio o streaming? ¿Decirle al público lo que debe escuchar o dejar que éste se sienta autónomo? Y qué precisamente qué curioso: el disco del verano en este 2020 –atendiendo a sus ventas y a su impacto– se llama «Folklore» y es en realidad una intimista y reflexiva pieza de Taylor Swift que no se puede bailar. En resumen:todo parece perderse. Incluso algo tan genuinamente español y aparentemente tan infalible como es la canción del verano. O lo que fue.

¿Éxito o canción del verano?

La plataforma Spotify aseguró en junio que Safaera, de Bad Bunny con Jowell & Randy y Ñengo Flow, tenía todas las papeletas de convertirse en la canción del verano en función de todas las escuchas. Era una estimación «contable», muy alejada de lo que siempre ha sido la canción del verano, algo principalmente instintivo y sensitivo. «La Jeepeta» (Nio García, Anuel AA, Maike Towers, Brray y Juanka) es una de las canciones más escuchadas del momento. Lo mismo que «Hasta que Dios diga», de Aanuel. O «Caramelo», de Ozuna. ¿Y qué tienen en común todo estos temas? Que son de reguetón y que no han sido compuestos específicamente para ser las canciones del verano. El reguetón no es nada estrictamente pop o rumbero, algo que caracterizó de siempre a la canción del verano. El reguetón casi todo lo inunda.
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