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Julián Casanova: “Si Trump pierde las elecciones por poco, habrá violencia en las calles porque no aceptará el resultado”

El historiador publica “Una violencia indómita. El siglo XX europeo”, donde cuenta el origen de los campos de concentración, los ataques contra la población civil y la responsabilidad de las élites y las ideologías en los principales conflictos
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Manteníamos una visión equivocada de la Primera Guerra Mundial; de su irrupción repentina, como catástrofe inevitable y de mito destructor que no parece conjugar bien con los sucesos de la historia. Julián Casanova ha publicado «Una violencia indómita. El siglo XX europeo» (Crítica), que es un volumen con vocación renovador, de ampliar perspectivas y rescatarnos una mirada aquejada de demasiado «occidentalismo». Europa no es solo la Europa Occidental, también la Oriental. Y aquí es donde el planisferio de nuestras ideas preconcebidas empiezan a tambalearse y las certezas, como la pintura de los cuadros, se craquelan. Julián Casanova rompe esa visión de caos súbito y revela los precedentes de los campos de concentración, el origen de los ataques contra la población civil, el exceso militarismo imperante, el culto por la violencia cultivada, alentada y motivada por ideologías y movimientos. El siglo XX no fue pacífico. Antes del 14 ya había mucho rumor de armas, muchas batallas librándose. Cuando estalló la Gran Guerra, el eco se hizo visible.
-¿Por qué fue tan violento el siglo XX?
-La industrialización, la modernización, las tecnologías y la ciencia habían empujado al siglo XX hacia un progreso sin precedentes, pero esos mismos avances se pusieron al servicio de la muerte a través de armas mortíferas. Es un aspecto importante. El punto culminante son los crematorios, que no hubieran sido posibles sin la coincidencia de la burocracia de lo estatal, el capitalismo... si no se llega a eso. Creo que los Estados han adquirido un sistema de burocratización y un monopolio de la administración que se les puede ir de las manos y que cuando eso sucede es letal. Ahí está el caso del nazismo, el estalinismo, el fascismo... cuando la gente coge las armas y se extienden los paramilitares, la violencia se expande. Este es el preámbulo, sino no llegaríamos a la violencia.
-El colonialismo fue otro factor
-Que se da bajo la apariencia de un capitalismo feliz en las colonias. Esto llevó a un etnonacionalismo, a una misión civilizadora en nombre de una raza superior y a un culto hacia lo militar. El colonialismo era un entramado de expansión financiera y militar bastante importante. Todo lo que se da en la guerra de 1914 es un rebote, porque se produce una escisión entre lo que sucede en el frente y la retaguardia. Ese límite se rompe en las colonias. Por eso se atacó a civiles después en Europa, porque antes se los había atacado allí. Los campos de concentración se habían experimentado en esos países. Todo esto es importante. En un principio no estaba disfrazado. Hay un elogio de aquello. Lo que se disfraza después es la parte oscura. Ahora ha salido de nuevo con el revisionismo de las estatuas. Hemos visto un debate sobre grandes hombres del imperialismo y el colonialismo que salpica otra vez a estos países, en los libros texto, los monumentos...
-Pero hubo más causas.
-El marxismo y el anarquismo. Los dos troncos del socialismo preconizaban un concepto de lucha de clases, de revolución, de conquista del poder. La conquista del poder, se afirmaba, tendrá que ser dolorosa o no será. El día que ocurra sucederá con violencia. El anarquismo también predica la muerte al tirano, hay un populismo, un terrorismo de base y una organización del terrorismo en nombre de la patria y clase.
-Y también hay una cultura democrática poco consolidada
-Creo que a la altura de 1900, toda Europa estaba dominada por grandes imperios, que eran imperios hereditarios, salvo en el caso de Gran Bretaña y de algunos países nórdicos. Entonces existía el reto de ensanchar la base política, instaurar el sufragio universal masculino, no el femenino, reforzar los parlamentos, la soberanía, pero nadie lo concretó ni lo hizo. Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, la democracia y el parlamentarismo no se habían desarrollado. Las repúblicas que vienen después padecen una resistencia porque, además, ya se ha producido la Revolución Rusa. De las democracias solo quedan la austriaca, la checa y la alemana. El resto caen todas. Y la alemana entra en un sistema dictatorial después de 1929 y la austriaca resiste mal. Hay en España y Checoslovaquia, Todo lo que existe en 1948 y 1949, el sufragio masculino, el parlamentarismo... antes de 1914, poca gente lo tenía claro. Y existe otro dato: el fin de aristocracia y de una burguesía que se encontraba muy feliz en sus ciudades imperiales.
-¿Y cómo afecta la caída de imperios?
.El derrumbe los tres imperios, turco, el ruso y el austrohúngaro crea inestabilidad. Sobre todo el turco que afecta a los Balcanes, produce limpiezas étnicas, como en Armenia.
-¿Los militares no calcularon el poder de las armas?
-Christopher Clark, en «Sonámbulos», habla sobre el origen de 1914. Ahí plantea la irresponsabilidad de esas élites. Hubo personas que no quisieron enterarse de la guerra en esa aristocracia, entre las oligarquías... Empleo una cita en el primer capítulo de la Duquesa Di Sermoneta: «En aquellos días Europa era nuestro patio de recreo». Toda esta percepción se hunde. Más allá de las estructuras o el capitalismo, hay ciertos hombres que tomaron decisiones. No es que de repente en el 14 se abran el cielo y la tierra, y nadie lo supiera en Europa. Esto tiene una explicación en la misma máscara de la portada del libro. Es un indicativo. De aquellos ejércitos de colores del siglo XIX se pasa a una máscara, a los ejércitos anónimos. El servicio militar era obligatorio en Europa, aunque en España teníamos problemas con él. En Europa el ejército es anónimo y muere por la patria o una idea superior. Esto es crucial. Esencial. Igual que la Primera Guerra Nundial no acaba en 1918 ni la Segunda en 1945 ni la Guerra Civil en 1939. Luego, a partir de 1948, ya entramos en otra fase: una pacífica y otra violenta.
-¿El nacionalismo ha sido lo que más ha contribuido a la violencia del siglo XX?
-Los grandes historiadores que han trabajado las vías de la modernización que se preguntaron por qué se pasó del feudalismo al capitalismo se dieron cuenta de que las naciones-estado se forjaron con guerras. Los que mejor pelearon se convirtieron en las más poderosos. Fue entre los siglos XVIII y XIX. La excepción fueron Alemania e Italia, que llegaron más tarde. Nadie forja la nación moderna si no es a través de la guerra. No me refiero a ese nacionalismo que fue invención del pasado, sino a la nación-estado y su legitimación, que también implicó un proceso de educación y domesticación de ciertos conceptos en la escuela.
-Pero hay más.
-A partir de ahí se dieron las naciones sin estado, que son las que están dentro del estado, esas minorías del siglo XX que surgen con la Primera Guerra Mundial, porque antes había estados multinacionales. Pero en los estados-naciones, estas minorías no están satisfechas y también los ciudadanos que se quedan fuera, como les sucedió a muchos alemanes. Después está el nacionalismo de la gente que quiere una nación y que quiere crear una nación. Esto entra a partir de la guerra civil irlandesa. Es el terrorismo vinculado con la idea del nacionalismo, que aparece con ETA y el IRA. Desde este punto vista, existen diferentes etapas en la nación, pero en el fondo, la idea de una nación con una frontera, homogeneizada en lo cultural, ha costado mucha sangre en el siglo XX. La gente, las limpiezas étnicas... Hay élites nacionalistas que se movilizan en el nombre de esa nación para excluir a otros. Y estas élites son importantes. Pero a pesar de la ideologías, la nación, la religión, que son valores que aglutinan, tiene que quebrarse algo. Para que exista Milosevic tiene que romperse una sociedad y producirse el paramilitarismo. Cuando el estado controla el monopolio violencia, la violencia siempre es menor.
-¿Puede producirse una quiebra hoy?
-En Europa es muy difícil. Sobre todo en la parte Occidental; en la Oriental está Ucrania, Rusia... es menos complicado en países de Latinoamérica y preocupa Estados Unidos.
-¿Estados Unidos? ¿Por qué?
Tiene muchas armas. La imagen del otro día de un adolescente con un fusil... eso lo ves en París o Berlín y, casi inmediatamente, nos traería ecos del pasado, pero en Estados Unidos... En Europa, la población civil está mejor preparada, aunque no me atrevo a afirmar que eso sea definitivo. Mientras el Estado tenga el monopolio de la violencia todo va bien. Es un pacto. El ciudadano cede ese monopolio y a cambio la policía protege a la sociedad, pero eso sí, la policía tampoco puede hacer lo que quiera: no puede torturar, etcétera. A cambio, la población tiene que obedecer las leyes. Este concepto no funciona en Latinoamérica y es doloroso. Tampoco, en EE. UU. Si Trump pierde las elecciones por poco, habrá violencia en las calles, porque no aceptará los resultados. Es algo que ya está planteando. Allí viven 300 millones de personas y existen 300 millones de armas. Y en momentos conflicto civil, me preocupan las armas. Otro aspecto que me preocupa es que el mundo sea multipolar. Existen demasiados países con bombas atómicas. Y el capitalismo ha saltado el Pacífico, a China, Corea, India... son naciones muy diferentes a las europeas. El futuro pasa por allí y será distinto a todo lo que hemos visto en la historia. Ciudades de 30 millones de personas, problemas de sostenibilidad... confío en que las lecciones del pasado sean bien llevadas por la población y que la diplomacia sirva.
-El recuerdo de la historia sigue siendo un problema. Tenemos ahora las estatuas...
A ningún estado-nación le gusta conmemorar lo que divide a su población. A Putin le gusta recordar la derrota del nazismo, pero no la Revolución de Octubre de 1917. Cuando celebran el pasado lo que celebran es el presente. Dicho esto, existen pasados muy fracturados, memorias cruzadas y presentes divididos. Si triunfa la opinión y el uso político, cualquier revisión será oscura. Se necesita la luz del conocimiento. No se puede regresar a la Transición a la luz sólo de los acontecimientos actuales. Las revisiones se hacen cuando existe material para profundizar. La revisión es buena; el revisionismo es adaptar la historia a tu presente.