Cuando el psicópata no tiene ni 20 años
Con un grupo de actores involucrados también en la dramaturgia, José Martret dirige una obra de teatro documental sobre la psicopatía juvenil
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Libros, estudios clínicos, noticias, charlas con abogados criminalistas y psicólogos... De todo han tenido que echar mano, durante el proceso creativo de la obra, los miembros de la joven compañía que está trabajando a las órdenes de José Martret en “#LaIRA”. Incluso asistieron al juicio real de Patrick Nogueira, el mediático descuartizador de Pioz que cumple condena por el asesinato de sus tíos y los dos hijos de estos. Porque los seis actores (Candela Arestegui, Lucía Arestegui, Albino Hernández, Ana Lucas, Alba Rico y Julieta Toribio), con edades comprendidas entre los 20 y los 24 años, no se limitan en esta propuesta a la interpretación; también se han ocupado de la escritura dramática de una función que trata de indagar en la responsabilidad social de un fenómeno psicopatológico tan desconcertante para los propios expertos como es la psicopatía.
“Ha sido muy duro en ocasiones; alguna de las chicas me confesaba al principio que acababa cada día con el estómago revuelto”, dice Martret. Él ha sido el encargado de guiarlos por los vericuetos de una dramaturgia –en esta labor también se ha unido al elenco la joven Belén– en la que tienen mucho peso “los testimonios y las frases reales”. “Ha sido un trabajo más experimental y más libre que otros –señala el director–. Partíamos solo de una idea; el texto lo iban a escribir y desarrollar los actores a partir de sus propios razonamientos. La estructura, la escenografía, el vestuario…, todo se ha ido decidiendo a partir de sus propuestas”.
Aunque hay algo que sí tenía claro Martret desde el principio: “No quería ni una gota de sangre encima del escenario; quería huir del aspecto más morboso, y generar todas las imágenes de horror en la cabeza del espectador”. Al fin y al cabo, “#LaIRA” no es un thriller ni nada parecido, sino una pieza de teatro documental que quiere colocar al espectador frente a un grave problema real que ni siquiera las sociedades más avanzadas saben aún cómo atajar.
“Algunos estudios recientes concluyen que el cerebro de los psicópatas es distinto –explica el director de la obra–, y apuntan a que el estrés emocional en la infancia precipita la sobremaduración de algunas regiones cerebrales, como un sistema de protección contra el sufrimiento. Esa protección termina dificultando también la gestión de las emociones y la pérdida de empatía y remordimiento”.
Y es esa falta de empatía y remordimiento lo que convierte a los psicópatas en individuos peligrosamente amorales. Queriendo reflexionar sobre ello, la obra aborda 13 casos reales de crímenes cometidos por personas entre 11 y 24 años que han sido diagnosticadas como psicópatas. “La función no trata, ni mucho menos, de dar soluciones –aclara Martret–; pero, ya que la comunidad científica empieza a advertirnos hoy sobre cómo se repiten algunos patrones familiares y afectivos en estos psicópatas, nos gustaría abrir un debate sobre si estamos proporcionando como sociedad alguna herramienta para intentar prevenir el problema”.