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Rukeli, el boxeador que quiso noquear al nazismo

Jesús Torres recoge en «Puños de harina» la historia del púgil que plantó cara a Hitler. Una obra sobre el racismo, la homofobia y la violencia
Manuel Trollmann Manuel Trollmann

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El alemán Johann Wilhelm Trollmann, «Rukeli», de familia gitana, nació en Hannover en 1907. Comenzó a boxear muy joven y fue seleccionado para representar a su país en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam de 1928, aunque, finalmente, le fue prohibido participar. Motivo: su etnia. En 1933, con Hitler en el poder, compite por el título alemán y gana los diez asaltos, pero el combate se declara nulo porque Rukeli «luchó como un gitano, no como un hombre, y lloró al ganar como una mujer». Terminaría sus días en un campo de concentración. Saúl, por su parte, es gitano homosexual, «un personaje de ficción que reúne muchas historias personales reales de chicos que en los años 80 y 90 buscaban su propia identidad intentando sobrevivir dentro de familias tradicionales. En ese sentido, también está basado en hechos reales».
Con ambos personajes, Jesús Torres confeccionó la multipremiada «Puños de harina», que también interpreta y dirige, y que estará en el Fernán Gómez cerrando el ciclo de Teatro y Derechos Humanos. La obra irá acompañada además de una mesa redonda sobre cultura gitana, masculinidad y LGTBIQ+, y del videojuego didáctico «Serious game. Puños de harina», sobre nuevas formas de educar en valores y derechos.
Siguiendo la estructura de un combate de boxeo, la pieza es un monólogo que enfrenta en diez asaltos las historias de estos personajes que lucharon y resistieron, aunque uno murió en el Holocausto y otro sobrevivió a la sociedad; pero también es la historia de cómo algunos se esfuerzan por encajar en el concepto ideal de «ser hombre de verdad» en un contexto social que los rechaza por su raza u orientación sexual. «Lo que queremos debatir es que la masculinidad es algo ligado al tiempo y a la cultura de cada momento», explica su autor. «Y no damos respuesta porque la idea de qué es ser un hombre no es algo tangible, ni un concepto categórico de diccionario, sino de cada uno».
Se trata, en fin, «de que cada cual se responda ¿qué significa “ser un hombre de verdad”?, que es la pregunta que se hacen los personajes». De Rukeli, heterosexual, dijeron que no era un hombre porque fu gitano y moreno, porque boxeaba haciendo amagos de baile por su rapidez en los pies y porque lloró de emoción en el cuadrilátero cuando consiguió el título de campeón alemán (y esto es un hecho real recogido por la Prensa). «Ese fue su problema, no era el prototipo de hombre de raza aria que querían mostrar en las Olimpiadas y no lo llevaron. Y si no lo es un boxeador campeón de Alemania, ¿qué es ser uno de verdad? –se pregunta Torres–. O Saúl, que aguanta las palizas de su padre, que lo obliga a boxear para quitarle el amaneramiento o la homosexualidad. Es una pregunta para la que no tenemos respuesta».
Aparte del racismo, la violencia y la homofobia, se trata también «de un tema de aceptación personal, el foco está dentro de ellos mismos, que intentan encajar y sobrevivir en el concepto masculino de su entorno, uno al Holocausto y el otro a la homofobia de la cultura gitana más intrínseca. Al final es un problema de ellos, que sueñan con no tener que encajar en ningún arquetipo social, que se aman y se odian a sí mismos».
En definitiva, nos encontramos con «una historia de superación y aceptación y, sobre todo, de resistencia, hecha para reflexionar. Tengo la oportunidad y la obligación como actor de usar el megáfono y alzar la voz para que el público pueda llevarse a casa la pregunta qué hombre soy y qué significa serlo. Que cada uno se responda a sí mismo. Y ese es un camino largo», asegura Torres.
Dónde: Centro Cultural de la Villa Fernán Gómez, Madrid.
Cuándo: desde hoy al domingo.
Cuánto: a partir de 12 euros.