Madrid se rebela: las verdaderas causas del Motín de Esquilache
Un día como hoy de 1766 miles de personas se manifestaron en la Plaza Mayor, destruyendo farolas recién instaladas y quemando retratos de altos dirigentes
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Al Rey Carlos III de España se le conoce popularmente como “El mejor alcalde de Madrid”. Durante su mandato, veló por la seguridad y salud de los españoles, adoquinando las calles, creando una red de alcantarillado, recogida de basura o alumbrado. En plena concordancia con la Ilustración, el monarca contribuyó a la modernización de la capital construyendo emblemáticos lugares como a fuente de Cibeles, la de Neptuno, el Jardín Botánico o la Puerta de Alcalá. No obstante, como toda época de la historia, no todo era tan bonito como parece, pues también hubo una revuelta, conocida como el Motín de Esquilache y que estalló un día como hoy del año 1766.
Se cumplen 255 desde que Madrid se rebeló contra la política que establecía Carlos III en el país, surgiendo una de las mayores crisis a las que se enfrentó la época. En un momento en que se palpaba la tranquilidad por primera vez tras la Guerra de Sucesión, volvió el descontento del pueblo español. Esta vez, tras la firma de un decreto firmado por el Marqués de Esquilache, el 10 de marzo del mismo año.
Junto al Conde de Aranda, Pedro Rodríguez de Campomanes, el Conde de Floridablanca, Ricardo Wall y Jerónimo Grimaldi, Esquilache figuraba entre los ministros y colaboradores ilustrados que ayudaron a Carlos III a realizar los cambios ilustrados que llevó a cabo durante su reinado. En su caso, el siciliano se encargaba de la hacienda real y en el decreto establecía la prohibición a los hombres de llevar capas largas y sombreros anchos y redondos, invitándoles a sustituirlos por capa corta y sombrero de tres picos.
La longitud de las capas se quería acortar, principalmente, para evitar la ocultación de armas. No obstante, no sirvió para nada más que para asentar el malestar de la población. Muchos madrileños se negaron a obedecer y decidieron hacer estallar un motín pidiendo la cabeza de Esquilache, que se refugió en el Palacio Real. El motín se extendió de Madrid a Zaragoza, Alicante y Elche, hasta alcanzar los 36 municipios en rebelión.
Pero, ¿todo esto por ropa? No, realmente esta fue la gota que colmó el vaso. Esquilache también dictó una subida de alquileres, que se entremezcló con las malas cosechas que se dieron en la época tras la sequía, así como la subida del precio del pan, el tocino y el aceite. En el pueblo madrileño se juntó el hambre con la pobreza, por lo que lo último que querrían sería que le dijeran cómo vestir y por qué.
En aquella noche del 23 al 24 de marzo, miles de personas se manifestaron en la Plaza Mayor, se destruyeron farolas recién instaladas, se saqueó la mansión de Esquilache, se asaltaron las viviendas de Grimaldi o Sabatini y se quemaron retratos del marqués. Mientras tanto, del Rey no se sabía nada. Hasta que, días después, aceptó varios requisitos que se pedían a cambio del fin de la revolución: que Esquilache abandonara el país, que se permitiera el uso de las prendas prohibidas y que se redujeran los precios de productos básicos, entre otros aspectos.