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Así se prepara un golpe de Estado

“El año de la furia”, de Rafa Russo, se sumerge en Uruguay unos meses antes de que la dictadura se asentara en el país
El actor Daniel Grao da vida a Rojas, un teniente del Ejército Uruguayo en "El año de la furia"
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  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Si los nazis del Tercer Reich eran perfectamente capaces de apaciguar la impulsividad de su alma con las arias de Wagner antes, después e incluso durante sus jornadas degeneradas de torturas físicas a prisioneros o enemigos, no debería extrañar en exceso que un milico uruguayo hiciera lo propio en la década de los setenta al ritmo de Gardel. En “El año de la furia”, la última película de Rafa Russo, enmarcada dentro de un agitadísimo contexto pre-golpe militar en el Uruguay democrático (uno de los pocos reductos progresistas que quedaban entonces en Latinoamérica) encontramos a un violento teniente (Daniel Grao) con rasgos marcadamente sociópatas meciéndose con los versos del representante por antonomasia del tango segundos antes de acometer espeluznantes episodios de tortura.
Al otro lado del teléfono, el cineasta resalta su interés por “la antesala del horror” y explica su relación con la deriva histórica e ideológica del continente: “Creo que el momento anterior al establecimiento de la dictadura podía proporcionar más claves para interpretar el pasado y también servir como lección para el presente y el futuro y eso me parecía muy interesante. Soy hijo de padres argentinos y siempre he estado muy vinculado con la realidad política sudamericana. Además considero que Uruguay es un país que se ha retratado poco en cine, está un poco olvidado en comparación con gigantes como Argentina y Brasil. En realidad siempre ha sido un ejemplo, siempre ha estado a la vanguardia de los derechos humanos dentro del progresismo y sigue estándolo hoy en día. Es terrible ver cómo un país tan civilizado fue poco a poco deslizándose hacia el precipicio del totalitarismo”, señala.
Como contrapunto narrativo a la oscuridad que representa Grao, dos guionistas de televisión (Alberto Amman y Joaquín Furriel) intentan encabezar su particular lucha contra el gobierno mediante mordaces e ingeniosas diatribas. Por su parte Amman asegura que su personaje, Diego, “no tiene al principio una conciencia política formada, tan solo es un humorista que trabaja como guionista y está feliz con las condiciones materiales y personales en las que se está desarrollando. Pero sobre todo es un buen tipo”. Y añade sobre la realidad que refleja el filme: “Es necesario recordar que existió una Escuela de las Américas que estaba dedicada y creada para enseñar a los militares a torturar y hacer desaparecer personas. Algo que fue creado por la CIA. Este episodio me movilizó cuando recibí el proyecto porque en mi familia, especialmente del lado de mis padres hemos sufrido también la persecución y la desaparición de gente amiga”, confiesa el actor.
El argentino se muestra además significativamente firme en su necesidad significarse políticamente, igual que decide, en un momento determinado, hacer su personaje en esta cinta. “Como actores no tenemos la obligación de significarnos políticamente, pero yo sí siento una especie de necesidad de hacerlo. Es decir, me apetece. Si yo tengo un micrófono que llega a cien mil personas, en mi caso lo aprovecho. Por la experiencia vital que he tenido, por como me han educado y también por la ideología que tengo, siento que debo hacerme eco de las cosas que ocurren. Y más en el mundo que vivimos. Nunca me olvido de que hay gente que no tiene una vida bella, ni oportunidades. Pero en todo momento responde a una elección personal como te digo, cada artista es libre de manifestar o no sus ideas”, subraya.