Javier Fesser: “He aprendido a estar orgulloso de mis defectos”
El director de “El Milagro de P. Tinto” y “Camino” presentó “Historias lamentables” en el Festival de Málaga, donde fue homenajeado con la Biznaga de Honor de esta edición
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Explicar, en el cine español, que “si hay que sanear, se sanea” y que una preferencia totalmente válida es pedir que a un hijo, “a ser posible, le gusten las ranas”, solo es factible gracias a la mente e imaginación de Javier Fesser (Madrid, 1964). El director de “El milagro de P. Tinto”, “Campeones” o «Mortadelo y Filemón» visitó Málaga para recibir la estatuilla que le acredita como Biznaga de Honor de la 24.ª Edición del festival. Justo antes de que el certamen eche la persiana hasta marzo del año que viene, el director se sienta con LA RAZÓN subido a lo más alto de la capital malacitana, lugar donde también ha presentado, o más bien, ha vuelto a presentar «Historias lamentables». La última película del realizador, una especie de antología de relatos cómicos unidos por personajes comunes, se estrenó en Amazon Prime Video hace algo más de seis meses y ve, desde este fin de semana, la luz en las salas de cine en un movimiento sin apenas precedentes en nuestra industria.
-¿Cómo nace la idea de “Historias lamentables”?
-Nace porque me encuentro, hace tres años, con un guion que había escrito en 1998 y del que no me acordaba para nada. Lo encontré en una mudanza. Estaba escrito a máquina, incluso, con cuatro historias distintas pero conectadas. Fue un reencuentro con el Javier Fesser de hacer treinta y pico años que fue flipante para mí. No recordaba nada de lo que había escrito y vi, de una forma, creo que bonita, toda esa inexperiencia de no tener ni idea de escribir, pero a la vez una inocencia, una ingenuidad y un brillo en la mirada que también por el camino de la madurez se va perdiendo. Entonces le propuse a Claro García escribir de nuevo una película que tuviera aquel espíritu, aquel rollo y esas ganas de hacer el gamberro que tenía la película original. Es un proyecto que me acerca a cuando los Pendelton hicimos nuestros primeros cortos, la película de P. Tinto… Cuando nos movíamos a gusto en la gamberrada visual.
-¿De dónde viene la estrategia de estrenar primero en plataformas y luego en salas?
-Realmente no hay ninguna estrategia previa, si no que nos adaptamos a una situación nueva, cambiante y en donde estamos deseando llegar a un escenario que nos funcione bien a todos. Y en este momento cambiante y complicado pero lleno de oportunidades hay dos opciones. Quedarte quieto a ver cómo sopla el viento o participar en ese cambio. ¿Es más arriesgado? Puede, pero es más interesante y sobre todo es más comprometido. Íbamos a estrenar el 30 de abril del año pasado, no pudo ser, luego el verano y tampoco y, ante esa circunstancia, y siendo muy prácticos, hablando de lo que significa financiar una película… La situación se complicó. Ahí fue cuando Amazon nos puso en bandeja la oportunidad de estrenar la película en una plataforma de pago, para el mundo entero. Ahí les dijimos que seguíamos queriendo estrenar en cines. Ellos entienden, ahora sí, que eso que no se ha hecho nunca pero es posible. Arrancamos una vía nueva, un camino nuevo y llegamos al compromiso de estrenar en 6 meses.
-¿Qué se pierde y qué se gana con el experimento?
-Estamos hablando de una comedia, donde la risa se contagia, y eso es muy difícil de reproducir en casa. Cuando, hace 6 meses, hice la ronda de entrevistas por la película, prometí que estaría en salas y así será. Muchos pensaban que era más un anhelo que una realidad, pero yo lo tuve claro desde que firmamos con Amazon. No puedo estar más feliz con eso y con el experimento, deseoso ya de conocer cómo nos funciona. Nos funcione bien o nos funcione peor, creo que la experiencia será útil para los que vengan después. Y ahí también me incluyo, porque quiero seguir haciendo cine.
-¿Cómo se toma uno un premio a la carrera cuando todavía está en activo?
-A mí me hace sentir fenomenal, porque realmente el premio es a esas películas que he tenido a suerte de dirigir. Y esas películas son, por suerte, mucho más jóvenes que yo. Creo, de verdad, que mis películas todavía tienen mucho que decir. Acepto el premio con emoción, en nombre de las películas y sobre todo en nombre de esa pandilla de personas maravillosas que me han permitido hacerlas como yo creía que tenían que haber sido ella.
-¿Qué recuerda de los meses de preparación previos a “El milagro de P. Tinto”, ese origen?
-He tenido la suerte de vivir mi puesta de largo en el cine cuando todavía ocurría así. Digamos que, ahora mismo, ese salto está más difuso. Conozco a muchas personas que me dicen con la boca pequeña que son directores de cine, y no lo entiendo. ¿Por qué dices no lo dices bien si has dirigido ya tres películas? Me explican que no han ido a cines, que las han estrenado con pocos recursos… Como que no es claro, o que la vida no les ha dejado claro que dirigen cine y que pueden vivir de ello. Cuando nosotros hicimos el Milagro el paso fue crucial y se sintió como tal. Había una excitación especial. Hoy en día ocurre de manera totalmente diferente. Es verdad que estamos en un maremágnum de formatos, ofertas, que es muy atractiva pero difumina un poco cada una de las propuestas.
-¿Es España un país peor para ser cineasta ahora que cuando hicisteis aquella película?
-No lo sé, porque el mundo es un lugar demasiado cambiante como para afirmar algo categóricamente. Los cineastas estamos retratando ese movimiento. Creo que cada momento tiene su oportunidad y sus ventajas. Lo que es evidente es que no se puede hacer ahora lo que se hacía antes ni de la misma manera. Ni se puede hacer una película igual, ni producir igual, ni exhibirla igual, ni promocionarla igual… En eso consiste este oficio, en estar atento. Nuestro trabajo consiste en retratar el mundo, y si el mundo está cambiando nuestro trabajo también.
-¿Cómo se vive siendo un director de culto?
-Estoy muy orgulloso de todo lo que he hecho, con todas sus imperfecciones. Diría que orgulloso, como lo estoy de todos mis hijos. Entonces, creo que es muy bonito. Me gusta volver a ver lo que hicimos en el pasado. Primero porque es una gozada ver claramente que has ido aprendiendo y que has subsanado errores que ya no cometes, aunque hagas otros distintos. El aprendizaje es permanente. Cada película ha traído algo bonito y ha supuesto algo en ese momento y en ese lugar. Estoy muy satisfecho con el trabajo que hecho y, si me tuviera que jubilar mañana, lo haría feliz, aunque tenga todavía tantas cosas por hacer. La vida me ha permitido expresar lo que tenía en la cabeza.
-Hablemos entonces de “Camino”, que se puede leer como un antes y un después en su cine…
-“Camino” es la primera película que en lugar del universo propio procede de la realidad. Y el camino de preparación de esa película y la escritura de ese guion, por primera vez, incluyó un trabajo exhaustivo de documentación. Para hacer un retrato real y fidedigno de la realidad, al menos, como la entendíamos. También es una película dramática, que quizá está hecha en un lenguaje distinto a lo anterior, pero que guarda un elemento común con las demás, que es la falta de prejuicio. O más bien, el hasta dónde está dispuesto a llegar uno sin utilizar sus ideas preconcebidas. “Camino” está hecha desde el amor profundo a sus protagonistas, y eso es común a “Mortadelo y Filemón” o a la que veamos más lejos incluso.
-¿El cine de Javier Fesser es “la gracia de la desgracia”?
-Sí, me podría sentir identificado con esa frase. Indudablemente, la comedia se nutre de las desgracias ajenas. Lo que es bonito es que esas desgracias ajenas desemboquen en reírte de ti mismo. Que, cuando te estés riendo de lo mal que lo pasa el que está en la pantalla, la cosa de la vuelta y te des cuenta de que a ti te ha ocurrido o que tú has sido esa persona. Más de que las desgracias, lo que me gusta es retratar a las personas con sus defectos. Porque todos los tenemos. Voy aprendiendo con el tiempo a estar orgulloso de esos defectos, aunque porque ello no significa que los quiera corregir. Si todos fuéramos perfectos, no habría cine, no habría historias interesantes.
-Sus personajes están llenos de defectos...
-Sí, me gusta el cine que no intenta disimular los defectos. Me gustan los personajes que se tropiezan en el bordillo cuando van por la calle. Me gustan los personajes a los que les entra tos cuando están hablando, me gusta cuando a un personaje se le queda perejil en los dientes. Y el cine a veces se olvida de eso. En “Historias Lamentables” íbamos a rodar una escena en un coche, y entre toma y toma, el equipo de producción corría a limpiar el coche. Y es como “no, no hace falta, de verdad”. Hay como una inercia, una tendencia a que lo que ponemos delante de la cámara sea siempre bonito y salgamos todos peinados, y no. Intento no maquillar la realidad.
-Después de todos los éxitos de “Campeones”, ¿cuál es el que más valora?
-El gran premio que trajo “Campeones”, y no estaba planificado porque es merito de sus personajes, es cómo la película transformó la experiencia de muchos espectadores. Más allá de la experiencia cinematográfica, la comedia y la emoción, ocurrió algo que nunca puedes prever. Y no es mérito mío ni mucho menos. Es la consecuencia de que el retrato de los personajes sea real y ellos hayan tenido la generosidad de volcar en los personajes su vida, su mirada y su personalidad en la película. Demostrando y desmontando un montón de prejuicios sobre la discapacidad intelectual, sobre lo desconocido… Acercando a las personas. Ese premio convierte en anecdótico a cualquier otro.