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El nuevo Halloween de Jamie Lee Curtis es feminista y anti-Trump

La veterana actriz irrumpe poderosa en la Mostra para recoger el León de Oro y volver a ponerse en la piel de la mítica Laurie Strode, personaje de ficción femenino que la lanzó al estrellato a finales de los setenta
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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Un lapsus lo tiene cualquiera. La moderadora de la rueda de prensa de “Halloween Kills”, que ayer se presentaba fuera de concurso en la Mostra, se dirige a Jamie Lee Curtis como Laurie. “Después de 43 años, puedes llamarme Laurie”, afirma con una sonrisa. “Somos la misma persona”. Que Jamie Lee Curtis, que lanzó su carrera con la mítica “La noche de Halloween” en 1978, fuera galardonada ayer con el León de Oro a toda su carrera el día en que se reencarnaba por enésima vez en Laurie Strode tiene mucho de simbólico. Cuando le preguntaron por las tres películas que más han marcado su trayectoria, Curtis citó “Un pez llamado Wanda”, “Mentiras arriesgadas” y, obviamente, la obra maestra de John Carpenter. Es difícil imaginar a otra actriz de su generación tan atada a un personaje icónico, que redefinió el papel de la “final girl” en un género tan denostado por la segunda ola del feminismo como reivindicado por la cuarta.
“Es curioso, porque esa chica tan fuerte, tan inteligente, y con tantas ganas de vivir, fue rechazada por el feminismo de los setenta”, comentó Curtis. Tal vez por ello, cuando David Gordon Green lanzó el ‘reboot’ de la saga en 2018, se habló de un nuevo “Halloween” para la era del #metoo, en la que “las mujeres intentaban procesar sus traumas”. No es casual que en el primer ‘reboot’ de “Halloween” -dos interesantes ‘slashers’ de Rob Zombie- Jamie Lee Curtis no participara. “Soy responsable de lo que penséis de mí”, bromeó. Es probable que el sesgo de la perspectiva de género del filme de Gordon Green tuviera que ver con que Curtis era su productora ejecutiva, como lo es de “Halloween Kills” y de su futura tercera parte, “Halloween Ends”. Sorprende que, en la película que nos ocupa, su papel sea testimonial, un vehículo para canalizar el mensaje que Gordon Green nos tiene preparado, que no es otro que una especie de alarma anti-Trump.
“Todos hemos crecido y hemos cambiado con Laurie. Todos somos humanos, tenemos heridas y hemos luchado contra nuestros demonios. Todos somos Laurie Strode”. Con esta declaración tan flaubertiana, Jamie Lee Curtis justificaba la supervivencia de una saga que, contando secuelas y ‘reboots’, tiene doce títulos en su haber. La novedad de “Halloween Kills” es que el protagonismo es colectivo. Laurie se hace a un lado para dejar paso a la comunidad de Haddonfield, invitando a personajes secundarios del filme de Carpenter que se han hecho mayores y que ahora lideran la cruzada contra un Michael Myers más cruento que nunca (¿se habrá escapado de “Viernes 13”?). La reflexión sobre un mal abstracto, omnipresente, de “La noche de Halloween” se transforma aquí en un retrato de los efectos del miedo sobre el colectivo, que reacciona brutalmente contra un sistema que no responde, con conato de linchamiento incluido. Si “Halloween Kills” tuviera alguna idea de puesta en escena, podría aventurarse que Gordon Green ha querido hacer su versión de “M, el vampiro de Düsseldorf”, convenientemente adaptada a la América de Trump.
Un miedo transformador
Por si no nos queda clara la moraleja, es Laurie Strode la responsable de verbalizarla: el miedo nos ha convertido en monstruos cuya rabia no conoce más lemas que la supervivencia y la venganza. Es difícil que los americanos no se sientan aludidos por esta lección. Es aún más difícil que “Halloween Kills” les asuste. Asustar no es la intención de la italiana “Freaks Out”, con la que Gabriele Mainetti intentará repetir el éxito de público local que obtuvo con la curiosa “Le llamaban Jeeg Robot”. La intención, decíamos, parece ser la de practicar una reescritura creativa de la Historia, que podría evocar la que hizo Tarantino en “Malditos bastardos”, con una trama de superhéroes muy “X Men” y un estilo visual próximo al de cineastas como Jeunet & Caro (sin su originalidad) o Álex de la Iglesia (sin su potencia expresiva). No es mala idea que los susodichos -el Chico Insecto, la Chica Eléctrica, el Hombre Lobo y el Enano Imán- formen parte de un circo ambulante en la Italia ocupada por los nazis, pero la película es tan ruidosa, desordenada, larga y excesiva -con estrellas invitadas como un ‘mad doctor’ vidente, pianista con manos de seis dedos y adicto al éter, y un grupo de partisanos- que acaba por dar dolor de cabeza.
La rusa “El capitán Volkonogov escapó”, de Natasha Merkulova y Aleksey Chupov, cuenta la historia de un torturador que huye de sus excolegas cuando pretenden arrestarle en una purga del cuerpo de “métodos especiales”, especialistas en interrogatorios de crueldad extrema y ejecución sumaria. La persecución que vertebra el filme desborda tensión y electricidad. Es un paseo por esa Rusia comunista -y, por extensión, por cualquier dictadura- en la que todos son sospechosos y delatores, en la que la traición y la sumisión a la arbitrariedad del poder son vitales para sobrevivir. No es una película sutil, y menos cuando su protagonista intenta buscar el perdón de los familiares de las víctimas para redimir su alma en una suerte de viraje hacia el thriller místico, pero resulta apasionante en su tremendismo.

Corbucci según Quentin

A la Mostra le encantan los subgéneros. Son parte de la memoria histórica del cine italiano. Hace unos días se proyectaba “Inferno rosso”, un documental que reivindicaba la figura de Joe D’Amato, el alter ego más célebre de Aristide Massaccesi, responsable de la saga erótica de “Emmanuelle negra” y de títulos tan macabros como “Antropophagus” o “Gomia, terror en el mar Egeo”. Ayer fue el turno de palabra de Quentin Tarantino, fan fatal de Sergio Corbucci y principal invitado de “Django & Django”, documental dedicado a glosar el genio del segundo mejor director de ‘spaghetti westerns’ de la historia. Al hilo de una escena descartada de “Érase una vez en Hollywood”, en la que Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) se cita con Corbucci para estrenarse en el cine italiano, Tarantino celebra, con tanto entusiasmo como espíritu didáctico, las claves del talento del director de “Django”, “Minnesota Clay”, “El gran silencio” o “Los compañeros”. A saber: que todas sus películas eran alegatos políticos contra el fascismo que vivió en propia carne durante su infancia; que fue un esteta de la violencia antes de que Sam Peckinpah y sus discípulos irrumpieran en el cine americano; y que siempre estaba del lado de la libertad y de los revolucionarios.