El Festival de Venecia, contra el aborto clandestino
“L’événement”, de Audrey Diwan, se ha presentado en la Mostra con unos aplausos que huelen a palmarés. Además, HBO y Jessica Chastain han pisado la alfombra con el “remake” de “Secretos de un matrimonio”
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En 1963, si abortabas en Francia (y en tantos otros países), ibas a la cárcel. No es extraño, pues, que en “L’événement” no se nombre la palabra “aborto” en ningún momento: el lenguaje siempre se casa con la represión social. En ese pacto de silencio, la película de Audrey Diwan, adaptación de la novela de Annie Ernaux que se presentó ayer en Venecia con aplausos que huelen a palmarés, sigue con empecinamiento dardenniano la pesadilla de una chica que quiere abortar. Semana a semana, hasta llegar con tensión desbordada a la doceava, Anne (excelente Anamaria Vartolomei, acariciando la Copa Volpi) llama a todas las puertas que se le ocurren para que ese embarazo no deseado no trunque su sueño de estudiar literatura en la universidad y convertirse en escritora.
Anne sabe que está sola, que solo se tiene a sí misma para abortar. Nadie va a ayudarla, por miedo, por desprecio, porque la juzgan. El formato académico del encuadre refuerza la claustrofóbica soledad de esta chica de pueblo, que ha aprendido a ser independiente y a vivir su sexualidad adelantada a su tiempo. No hay un solo detalle de la puesta en escena que no vaya a favor de la búsqueda del personaje, del desgaste emocional que le genera su objetivo, y a la vez no hay ninguna concesión a la galería. Es decir, Diwan relata el proceso abismal que atraviesa Anne de la forma más directa y desagradable posible (recuerden las magistrales “4 semanas, 3 meses, 2 días” y “Un asunto de mujeres” y sabrán de lo que hablo), por lo que queda clara su postura contra el aborto clandestino. Cerrando el plano sobre la actriz neutraliza el fondo, como si quisiera abstraer el conflicto de la trama del año en que transcurre, lo universaliza. “L’événement” demuestra que sigue siendo necesario hablar del aborto, incluso en un país europeo que lo despenalizó en 1975. A principios de este año el Senado francés desestimó la ampliación del plazo del aborto libre de doce a catorce semanas, demostrando hasta qué punto el notable filme de Diwan puede considerarse un acto político de militancia feminista.
Otro empecinamiento. La tozudez es violencia y México es violento, feroz, caníbal. En ese contexto donde las fosas comunes alimentan las malas hierbas del desierto, Hatzín (Haztín Navarrete) viaja a recoger los enseres personales de su padre muerto, metidos en una caja de metal, pero al poco tiempo ve a un hombre que podría ser su padre. Devuelve la caja y se impone como hijo adoptivo de un tipo que no lo reconoce, pero que decide seguirle el juego. Como ocurría en “Desde allá”, la película con la que el venezolano Lorenzo Vigas ganó el León de Oro en 2015, en “La caja” la búsqueda de una figura paterna −que empezó en su corto “Los elefantes nunca olvidan”− acabará en tragedia. A Vigas no le interesa tanto que los motivos de Hatzín puedan parecer inescrutables sino cómo se transforma el personaje en contacto con la violencia. En “La caja” la necesidad de una filiación, contada desde la austeridad y el laconismo de ese cine latinoamericano que gusta tanto en festivales, conduce a la culpa, al crimen y a la traición. Matar (metafóricamente) al padre, sugiere Vigas, es asumir la realidad, mirar al futuro. Pero el futuro es una caja herméticamente cerrada.