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África

Historia

38 minutos y 500 víctimas: así fue la guerra más rápida de la historia

Con el Reino Unido como protagonista, se produjo en la isla africana de Zanzíbar, desatada por un conflicto de intereses y provocando la explosión de 500 bombas

Marineros británicos posan con un cañón capturado
Marineros británicos posan con un cañón capturadowikimedia

En la inmensidad de la historia todo cabe y, por ello, son bastantes los episodios curiosos que alberga. Existió hace años una guerra que nó duró ni una hora de reloj. Una contienda que se alargó lo que más de uno tarda en llegar al trabajo, o simplemente en comer primero, segundo plato e, incluso, postre. Se trata de la guerra anglo-zanzibariana, que ha quedado en la memoria histórica como la más rápida jamás librada. Se produjo entre el Reino Unido y el gobierno de la isla de Zanzíbar, en África, el 27 de agosto de 1896. Y, si bien algunos dicen que fueron 25 y otros 45, la versión más consensuada y, por tanto, oficial, es que duró apenas 38 minutos. No obstante, que fuera corta no quiere decir que no fuera efectiva, pues las consecuencias fueron considerables.

La disputa arrancó tras la muerte del sultán. Hamad bin Thuwaini falleció el 25 de agosto, siendo su primo quien tomara el poder pocas horas después. No obstante, como en toda sucesión, se produjo un conflicto de intereses: el nuevo sultán, Khalid bin Bargash, no tenía intención alguna de cooperar con los británicos de la misma manera que lo hacía su antecesor.

Durante su expansiva colonial, el Imperio Británico se hizo con Zanzíbar en 1890 y, por ser un protectorado de dicho país europeo, este tenía el derecho de veto sobre el nombramiento de sultanes. Por ello, el cónsul Basil Cave tenía en mente otro candidato con el que sería más fácil colaborar, ordenando a abdicar a Bin Bargash. Por tanto, se produjo un movimiento de resistencia y el nuevo sultán formó un ejército de 2.800 hombres: la mayoría civiles, y unos 700 soldados zanzíbares. Además, amenazó con utilizar piezas de artillería e incluso un cañón.

Esto no asustó a los británicos, quienes no cesaron en su idea de hacer que el sultán dejase la corona. Por ello, respondieron organizando su ejército y dándole un ultimátum el 26 de agosto: a las 9 de la mañana del siguiente debían rendirse, o atacarían. Y atacaron. “Están autorizados para adoptar cualquier medida que consideren necesaria y serán apoyados por el gobierno de Su Majestad. Sin embargo, no tomen ningún rumbo de acción que no estén seguros de poder completar con éxito”, rezaba el escrito que enviaron los británicos.

Así, a primera hora de aquel 27 de agosto, el autoproclamado sultán respondió que “no tenemos intención de bajar nuestra bandera y no creemos que vayáis a abrir fuego sobre nosotros”. Pero los británicos lo hicieron. A las 9 de la mañana comenzó el conflicto y la flota británica comenzó a bombardear las costas de la isla, así como el palacio real, donde había unas 3.000 personas entre soldados, sirvientes o esclavos.

Murieron unos 500 zanzíbares, mientras que solo un británico fue herido. La artillería del sultán no duró apenas dos minutos y decidió refugiarse en un consulado. Una derrota veloz que le llevó, a las 9:40 horas, a cesar en su resistencia. Con el palacio destruido y la bandera de Bin Bargash en el suelo, acabó la guerra anglo-zanzibariana, tras 500 bombas, 4.100 cartuchos de ametralladora y 1.000 de rifles. Tras ello, los británicos pusieron en el trono a Hamud ibn Mohammed, el otro primo del anterior sultán.