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Carlos Boyero: «En el cine hay una nueva inquisición»

Hablamos con uno de los últimos críticos libres sobre películas que amar y artistas problemáticos, y sobre la hipótesis de que muchos de los concienciados guiones actuales acaben por provocarnos grima, pero no por concienciados, progresistas o inclusivos, sino por la impostura de sus creadores.
El crítico de cine Carlos Boyero
Daniel GonzalezGTRES

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Todavía hay gente que antepone el gran cine a la propaganda, la emoción a los estereotipos bondadosos, la originalidad, la inteligencia y el riesgo a la catequesis. Escritores gozosos e insobornables, como Carlos Boyero. Incapaz de interesarse por la bragueta o la conciencia del director o la actriz principal, alérgico a las consignas, a sus artículos sobre películas, canciones y libros acudimos con la lealtad debida a quienes te hicieron pensar y dudar. Coleccionamos películas gracias a sus impagables consejos, de «Leolo» a «Los profesionales» y «En un lugar solitario». Cómo él, seguimos colgados de Miles Davis y James Ellroy, de Claudio Rodríguez, Van Morrison y Pessoa, del Paul Newman de «El buscavidas», de «El Apartamento» y de Bob Dylan y Leonard Cohen y del Julien Sorel de «Rojo y negro». En los últimos días Boyero ha provocado oleadas de histérica indignación entre los imbéciles de guardia, tantos, después de escribir que los últimos premios del festival de San Sebastián le parecen «ridículos», «responden a un clima ideológico» y «solo sirven para que las causas de moda se afiancen con productos impresentables».
−Su artículo tiene un poso de tristeza muy grande.
−Hay tristeza, hay indignación. Me despido de cosas que me hicieron feliz. Lo escribí en San Sebastián y era mi renuncia a ir a más festivales, con la sensación de que todo estaba amañado, a favor de un cine horroroso, con Palmas y Conchas de Oro que estaban concedidas a priori a dos películas en mi opinión apestosas, pero eso sí, claro, dirigidas por señoras. Es todo muy previsible.
−Hubo quién creyó que se despedía, no sólo de los festivales, sino también de la escritura.
−Sí, pero no. Mientras me lo consientan y me siga funcionando la cabeza, que ya está bastante para allá, debido a mi edad y a mis múltiples excesos del pasado, si me consienten seguir escribiéndome intentaré seguir ganándome la vida con eso. Aunque no sé hasta qué punto me lo van a permitir. El panorama me parece sombrío.
−Curiosamente, usted nunca fue de crítico, ni pretendía sentar cátedra. Siempre insistió en que daba su opinión, siempre en primera persona.
−Utilizo la primera persona para dejar claro que yo no poseo la verdad, porque además no sé qué es. Hablo de lo que me gusta y de lo que no. En el cine y más allá. Tengo mucho desánimo. Creo que hay una nueva inquisición. Una cosa espantosa, que viví durante mi niñez y mi primera juventud, la censura franquista, que era algo repugnante, que teníamos que irnos de España para ver películas o comprar discos, y creo que ahora hay una nueva censura, muy poderosa, poderosísima, que puede llevarte a la autocensura, así que sí, ha vuelto la siniestra señora, con el mazo, y a cualquiera que se desvíe se lo van a zampar.
−Los nuevos censores no son conscientes de hasta qué punto comparten programa con los censores de otros tiempos. Te amordazan por tu bien, vaya.
−Encima intentan salvarte, y que tu pensamiento sea ortodoxo, y que se atenga a las reglas que imponen. Son la misma gente. Funcionan igual. Aquellos en nombre del fascismo o del régimen y ahora en nombre del progresismo o la inclusión. Todos me provocan repelús.
−Cada día resulta más improbable que un crítico escriba mal de algo, solo elogios. Un caso paradigmático es el de Almodóvar.
−A mí cuando una película suya me ha gustado lo he dicho sin problemas, ahí están los artículos. Pero el resto de la crítica, ¿de verdad todo lo que hace este hombre les parece genial? ¿Continuamente? Tengo muchísimas dudas. ¿Ha visto la última suya? Lo tiene todo, las fosas comunes, la memoria histórica, la bisexualidad, porque ya no hay heterosexuales, y está Lorca, y la Manada, y es todo tan llorón, en pan panfleto, tan redicho...
−¿No se suponía que con los buenos sentimientos solo se hace mala literatura?
−En fin, el arte pocas veces nace de los buenos sentimientos, pero el arte es algo muy complejo, a veces turbio, inquietante, que bucea en las oscuridades del ser humano y de las cosas. Se celebra el centenario de Brassens, uno de mis ídolos. No quiero ni pensar lo que hoy le harían. La policía del pensamiento y la nueva inquisición no le permitirían cantar. Digo Brassens pero podríamos hablar de gran parte del arte que más admiro. Una cumbre como «Lolita» no se publicaría. O qué harían con Henry Miller. O con Picasso. A Erza Pound, que era un fascista, y un poeta sublime, lo volverían a meter en una jaula. Ya me contarán que harían con Celine. Un nazi, antisemita, un mal bicho, pero a mí qué me importa, si sólo me importa es su literatura, y no habríamos leído nunca El viaje al fin de la noche. O lo que han hecho con Woody Allen, que es una canallada. Quieren encontrar al diablo por todas partes. Lo políticamente correcto puede acabar por convertirse en una dictadura. Tal y como están las cosas no me extrañaría que pidieran la cancelación de Shakespeare.
−¿Qué le pide al cine?
−Que me conmocione, que me otorgue sentimiento, belleza, le pido que me provoque sensaciones magníficas, o por lo menos que no me aburra, que es algo fundamental, porque algo que me aburre ya lo deshecho. El arte es todo eso y también es entretenimiento. Eso es lo que he pedido y lo que sigo esperando, aunque sea un mundo que desaparece.