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Dora Maar: eBay rescata a la pintora que Picasso maltrató

Brigitte Benkemoun se topó casualmente con la agenda de la artista y cuenta la odisea en un libro que aparece ahora en España
Andreina FloresAndreina Flores

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A simple vista parece un objeto sin mucha importancia: una libreta pequeñita, de cuero gastado color café y con olor a otras épocas. Un cuaderno de personajes célebres, desmenuzado por la periodista Brigitte Benkemoun para tejer la vida de Dora Maar, fotógrafa, pintora y, desgraciadamente, amante de Pablo Picasso. Brigitte y su hermosa gata nos reciben en su casa para contarnos la historia que encierra su libro “En busca de Dora Maar”, que sale a la venta este jueves en España: “Mi esposo había perdido su libreta de cuero. Cansado de buscar una nueva y con la premisa de ‘ya no las hacen como antes’, decidió que debía comprar una libreta usada en eBay. Una agenda añeja, de cuero noble…” cuenta Brigitte. “Al llegar el paquete - muy bien envuelto para ser sólo una agenda - me doy cuenta de inmediato de que olvidaron retirar la pequeña guía telefónica que venía dentro…”
Un cuadernito de oro que albergaba los nombres y direcciones de los más grandes artistas e intelectuales de Francia de los años 50: André Breton, Brassaï, Georges Braque, Louis Aragon, Jean Cocteau, Paul Eluard y Marc Chagall, entre otros. ¿A quién pudo haber pertenecido esta libreta de direcciones? ¿Quién tenía ese acceso casi familiar a todo un mundo de artistas franceses de renombre? Brigitte Benkemoun se lanza en una especie de juego de pistas para identificar al dueño de la misteriosa agenda. “Vi que había una peluquera… Entonces la libreta debe pertenecer a una mujer. Vi que había galerías de arte. Es una pintora. Una pintora cercana a los surrealistas porque hay muchos poetas surrealistas en la agenda… continúo escarbando y me detengo en el nombre Achille de Ménerbes, que no lograba identificar. Después de mucho intentar, con ayuda de una lupa, vi que realmente no estaba escrito ‘Achille’ sino ‘Arquitecto’ de Ménerbes, un pueblo de la costa azul francesa”.
Ménerbes fue la clave: un ligero paseo por Wikipedia arrojó que sólo había dos pintores en la localidad: Nicolas de Staël, cuyo nombre aparecía en la agenda, y la artista Dora Maar. El enigma estaba resuelto. Incluso una periodista racional como Brigitte, reconoce que hay algo sobrenatural en esta historia: “No tiene sentido decir que Dora Maar me envió desde el más allá este cuaderno. Soy demasiado sensata y razonable para creer eso. Pero al mismo tiempo, pienso que hay algo extraño en el hecho de recibir esa agenda en mis manos y de utilizarla para contar su vida”.

Un libro de agenda

Una cosa es encontrar una agenda perdida y otra mucho más complicada es elaborar un libro completo a partir de esa agenda. Para organizar la ruta, Brigitte Benkemoun decidió utilizar los nombres de la libretita como hilo conductor de una biografía inusual de Dora Maar. Por cada nombre, un capítulo. Empezó con André Breton, a quien la autora llama sin vacilación “el Papa del Surrealismo”, y de allí, todo fue una producción en cadena con cada uno de los allegados de la dueña de la libreta, comenzando por sus amigos más antiguos hasta los más recientes. Lo más interesante del libro “En Busca de Dora Maar” es la forma en que Brigitte Benkemoun descubre la vida de la artista. Dora es conocida principalmente por haber sido amante de Picasso por siete años, una relación que la ahogó en una sumisión malsana, haciéndola víctima de un fuerte maltrato físico y psicológico. Después del huracán Picasso, Dora Maar terminó recluida en un hospital psiquiátrico, de donde solo pudo salvarla su mejor amigo, el poeta Paul Eluard.
Los cuadros “La Mujer que llora” y “Dora y el Minotauro” son una ilustración fiel de la agonía de Dora Maar y de la depredación de Pablo Picasso. Sin embargo, la escritora Brigitte Benkemoun pinta varios matices en esa relación: “Descubro a una mujer increíblemente moderna. Antes de conocer a Picasso, Dora Maar, sin haber llegado a la treintena, ya era una fotógrafa sumamente reconocida. Viajaba sola a diferentes países y visitaba barrios desfavorecidos en España, en Inglaterra, en plenos años 30. Era una mujer bella, elegante, ambiciosa y sin miedo. De hecho fue ella quien decidió conocer a Picasso. No fue el maestro quien la sedujo. Fue ella la que se dijo: “Yo quiero ser la mujer de este hombre. Quiero estar cerca de él y conocer la cúspide del arte moderno”.
Benkemoun asegura que Dora Maar mostró más tarde una faceta masoquista, muy difícil de entender para cualquier mujer del siglo XXI. A Dora le gustaba ser dominada por Picasso, someterse a su control y eso le costó su salud mental. Bien lo dijo la misma artista después de salir del psiquiátrico y entregarse a la religión como tabla de salvación: “Después de Picasso, Dios”. Cuando le preguntamos a Brigitte Benkemoun qué pregunta le haría a Dora Maar, si pudiera tenerla viva y de frente, nos contesta: “La pregunta que me ha obsesionado durante toda la elaboración del libro es cómo una mujer puede permitirse una sumisión tal. Mi psicóloga me dice que no hay explicación, que hay un goce, un placer en dejarse hacer” dice Brigitte, con cierta desilusión. “Le preguntaría por qué jugaba con un cuchillo entre sus dedos la noche que conoció a Picasso. Ya desde ese momento, le envió un mensaje bastante claro: mira lo que soy capaz de hacer, puedo sangrar por ti”.

El monstruo de Picasso

Por supuesto, escribir sobre Dora Maar y su historia de sumisión nociva, puede despertar sentimientos de desprecio por Pablo Picasso. Benkemoun trata de ser equilibrada y no caer en juicios anacrónicos, que ignorarían las enormes diferencias de época entre 1930 y 2022, pero aun así, no puede evitar la palabra “monstruo”. “Picasso fue un hombre que nación en Andalucía en el siglo XIX, en un momento en que tanto en Francia como en España las mujeres son ciudadanas de segunda clase. No podemos juzgarlo con las reglas actuales. Sin embargo, claramente se comportaba como un monstruo con las mujeres, las cosificaba. No solamente es cruel, sino que obedece a una sola obsesión: su pintura. Se interesaba solamente en las mujeres que alimentaban sus cuadros”. Brigitte repite la palabra monstruo muchas veces, pero también defiende el genio sobre el hombre: “Si se generara un movimiento #MeToo contra Picasso para exigir quitar sus pinturas de los museos, yo estaría en primera línea para impedirlo”.