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Premios Goya: donde manda patrón, no hay hueco para Almodóvar

La 36.ª Edición de los Premios Goya volvió a caer en los vicios televisivos de siempre, pero sorprendió con cinco premios a «Las leyes de la frontera»
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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La gala del reencuentro. Así bautizó Carmen Machi en su discurso inicial, sentido y lleno de «eses» sonoras de la lengua del Turia, a la 36.ª ceremonia de los Premios Goya, que se celebró anoche en Valencia entre petardos, fuegos artificiales y guiños a Berlanga. Igual de rápido que se prende una mecha, se resolvió una de las grandes incógnitas de la noche: saber si «El buen patrón», la película más nominada de la historia de estos premios, se convertiría también en la más galardonada, empatando los 14 de «Mar Adentro». Los tres Goyas técnicos que se llevó «Las leyes de la frontera» al principio de la gala, sumados a la sorpresa, bienvenida, del triunfo de Chechu Salgado como Mejor Actor Novel, impidieron el «patronazo». La noche contra lo imprevisible de los Goya acababa de empezar.
«Me gustaría, Pedro Sánchez, que vieras el corto con tu mujer y con tus hijas. Y que te lo tomes en serio», le espetaba vehemente y de manera sonora Verónica Echegui al ganar el Goya al Mejor Cortometraje de Ficción al presidente del Gobierno, que solo pudo responder con cara de circunstancia. Quizá la misma de todo el auditorio de la Ciutat de les Arts, cuando María Cerezuela («Maixabel») se llevó el Goya a la Mejor Actriz Novel «arrebatándoselo» a Almudena Amor en uno de esos galardones que se daban por hechos. Para cuando Eduardo Casanova, de rosa y negro, se atrevió a usar el lenguaje inclusivo en un escenario sin apenas reivindicaciones políticas explícitas, los Goya volvían a caer en el bostezo televisivo de siempre.

Joaquín Sabina, incombustible en el escenario junto a Leiva

Era uno de los momentos más esperados de la noche. La guitarra de su buen amigo sirvió a Sabina para volver a encoger el corazón de los presentes. Sentado durante casi toda la actuación, el mito firmó una actuación elegante.
Mejor tarde que nunca
Los «sketches» cómicos, que abordaban la subida del precio de la luz o la evidente falta de variedad entre nuestro «star-system», aunque bienintencionados no llegaron a funcionar nunca. Del letargo nos salvaron C. Tangana (entre el lujo y la resaca) y, sobre todo, la voz de Rita Payés, que resonó con fuerza de despertador en el palacio valenciano. El triunfo de Clara Roquet («Libertad») en la categoría de Mejor Dirección Novel, quizá uno de los premios más incontestables de esta carrera, fue el «ninot» ardiente y reluciente, necesario casi, para devolver el brío a la ceremonia. La película de Roquet, ese verano eterno y «reflexión sobre el privilegio», levantó un segundo Goya, mucho menos esperado, a la labor de Nora Navas como Actriz de Reparto. En lo que se convertiría en uno de los momentos de la noche, a medio camino entre el reconocimiento a la carrera de un actor que lleva años fajando y educando, y la pura reverencia ante una interpretación valiente sobre un tema espinoso, Urko Olazabal fue elegido como el Mejor Actor de Reparto del último curso por su papel en «Maixabel»: «A mis padres, pero también a mis alumnos», dijo el actor, que con sus palabras en euskera terminó de completar el rosco de lenguas co-oficiales sobre el escenario.
Después del discurso de Mariano Barroso, presidente de la Academia, que convirtió sus palabras en algo más parecido a un «in memoriam» -luego hubo, y fue todavía más triste gracias a una inmensa Luz Casal- que en la oportunidad de oro que podía ser tener a los responsables de la próxima Ley del Cine delante, la gala llegó ciertamente veloz al baile final de los premios clave.

C. Tangana y Rita Payés nos salvaron del bostezo de la primera hora

«Te venero» fue la canción con tintes latinos que reinterpretaron ambos sobre el escenario, dándole una pátina de espectáculo televisivo a una gala que descarrilaba ya en sopor después de la entrega de los premios «menores»
Aunque Joaquín Sabina cantara «decepcionar a sus amigos» junto a Leiva, lo cierto es que la vuelta a los escenarios del cantante fue un nuevo punto álgido de la noche. Su «no hay adiós muchachos» fue sucedido por un «viva el cine español», con lágrimas en los ojos, que nos hizo confiar en una recuperación ya plena y una posible vuelta a las giras. Quien no se recuperó ya nunca fue el ritmo de una gala que, pese al acelerón final, no fue capaz de llegar en buena lid al merecido Goya homenaje a José Sacristán.
El sentido «gracias a los que me siguen comprando los ajos» del intérprete dejó vía libre al duelo final: el peso de «El buen patrón» contra el músculo técnico de «Las leyes de la frontera», invitada sorpresa al baile fallero. Javier Bardem, nominado al Oscar esta misma semana, dedicó a Penélope Cruz su Goya al Mejor Actor -cantado, por otra parte- y le cedió el escenario a Blanca Portillo, que recogió el primer Goya de una carrera ilustre: «Quiero declarar mi amor incondicional por Maixabel Lasa. Por intentar hacer del mundo un lugar mejor», emocionó la actriz en el mejor discurso de la noche. Con la papeleta de seguir el agradecimiento, la directora afgana refugiada Sahraa Karimi entregó el premio a la Mejor Dirección a Fernando León de Aranoa y confirmó, de paso, que el hueco que el realizador tenía en su vitrina de premios estaba justificado: «El buen patrón» recibió su sexto Goya y ganó en cantidad y calidad a un Almodóvar de rosco.

José Sacristán, Goya de Honor: «Gracias a los que me siguen comprando los ajos»

A pesar de que su intervención se dio a punto de llegar a la cuarta hora de ceremonia, la leyenda viviente de nuestro cine se mostró jovial tras una espectacular presentación de Nora Navas: «Gracias a todos los que con su confianza en mi trabajo me permiten seguir arando y cosechando. Se vienen dando bien los años, padre. Y mamá, sé que John Steinbeck se basó en ti para ‘‘Las uvas de la ira’’. Gracias a los que bien en mano o en ristra me siguen comprando los ajos», dijo sentido el actor.