Los sueños corruptos de Balzac
Xavier Giannoli adapta “Las ilusiones perdidas”, una de las grandes obras del maestro del realismo literario, en la que un joven escritor descubrirá las mieles y las sombras del dinero
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Para entender con exactitud la dimensión de trascendencia de la obra de un autor como Balzac es necesario trasladarse momentáneamente al día de su funeral –no a la relativa soledad de la que estuvo rodeado en el momento de su muerte– y reparar en las palabras del panegírico que Víctor Hugo pronunció sobre su tumba, solemne y generoso: “A partir de ahora los ojos de los hombres se volverán a mirar los rostros, no de aquellos que han gobernado, sino de aquellos que han pensado”. Qué duda cabe que, si algo practicó con ahínco el maestro francés del realismo del XIX con el singular objetivo de hacerle la competencia al registro civil, fue eso de pensarse y de pensarnos. De leernos como un conglomerado de seres imperfectos y absurdos plagados de costumbres, esperanzas, defectos y gérmenes de melancolía dotados de un potencial aprovechamiento para la configuración social de sus obras y “Las ilusiones perdidas” (parte integrante de las “Escenas de la vida en provincias” que conforma, entre otras, esa titánica y majestuosa opus magnum que es “La Comedia Humana”) alberga por derecho un lugar privilegiado dentro del escaparate de ejemplos que riegan toda su producción literaria.
Con tres siglos de diferencia y pretendiendo emular la sensibilidad quirúrgica del escritor a la hora de describir las aristas de aquella moderna sociedad burguesa que empezó a emerger en Francia con la Restauración y que no tardó demasiado en sucumbir a la venenosa y corrosiva omnipresencia del dinero, el director Xavier Giannoli estrena hoy en salas la cinta homónima protagonizada por un prometedor Benjamin Voisin –cuyo talento ya empezó a despuntar tras su nominación al César por la película de François Ozon, “Verano del 85″– y Cécile de France, actriz belga de consolidada trayectoria con quien el cineasta lleva más de quince años coincidiendo.
“Después de tanto tiempo colaborando juntos, he comprendido que él quiere a sus personajes con todo su corazón y por eso no hay que decepcionarlo. Xavier piensa profundamente que los personajes que describe son esencialmente hermosos y que a veces están utilizados por el sistema, que son víctimas. Y eso es algo que se puede encontrar en todas sus películas de hecho”, reconocía De France en entrevista dentro de uno de los salones del Hotel María Cristina durante el paso del filme por la sección Perlas del Festival de San Sebastián y después de haber participado en la Sección Oficial de la Mostra de Venecia. “Realmente leí el libro de Balzac antes de hacer esta película y es interesante observar cómo en este caso, Xavier, consigue en todas sus obras hacer reflexionar y sobre todo, describir su sociedad. Aunque es más moralista y hay muchas diferencias entre la obra de Balzac y la suya, sí había esa voluntad por su parte de hacer reflexionar a la juventud sobre su época, sobre la sociedad”, añadía.
Un DiCaprio del XIX
Sentado a la derecha de la actriz y envuelto por un irremediable “charme” parisino, Voisin, que da vida a Lucien de Rubempré, un joven aspirante a escritor que descubre los sinsabores tramposos del funcionamiento amarillista de la Prensa y la crítica tras viajar a París desde la provincia de Angulema con el propósito de abrirse camino en la capital y triunfar por la gracia divina de su pluma, admitía ciertos paralelismos entre la progresión de su personaje y la del megalómano Jordan Belford en “El lobo de Wall Street”: “La primera vez que me encontré con el director, me dijo: es una película francesa, de época, que no será exactamente “El lobo de Wall Street” pero en algo se parecerá. La volví a ver pese a que no me gusta mucho observar lo que hacen otros actores para inspirarme porque prefiero tener una idea instintiva del trabajo, pero es verdad que hay una evolución muy parecida en los dos personajes. Quería conseguir mostrar eso con el personaje de Lucien: cómo la ingenuidad puede llegar a ser totalmente corrompida por el dinero”.
Un futurible, que sin embargo el francés asumía como imposible en su faceta como actor, ya que “precisamente es al principio cuando uno elige la filosofía que tendrá en su carrera y para mí está muy claro que la crítica, la prensa, los trofeos o las recompensas no me importan absolutamente nada, solo que la gente disfrute con lo que hago. Lo que me importa es ver a la gente en las salas de cine y conseguir que se entretengan, que se distraigan, que disfruten”, aseguraba. En cambio la relación de De France con la crítica y el éxito ha sido un poco más conflictiva que la de su compañero de reparto: “hay algunos periódicos a los que sé que no les gusto o algunos directores incluso como Cedrick Kaplish. Es algo que asumo pero que no deja de sorprenderme, por eso ya no leo las críticas. Desde hace mucho que me dan igual”, afirmó con cierto malestar. Y es que ya lo vaticinó el propio Balzac entre las páginas de la novela: “dentro de un tiempo, todos los periódicos serán viles, hipócritas, infames, mentirosos; matarán las ideas, las filosofías y a los hombres, y florecerán por eso mismo”.