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Figuras de la Hispania Romana (III)

Lucano, el “cordobés” que emocionó al Imperio Romano con sus versos

Sobrino de Séneca y poeta precoz, impresionó con su poesía a todo el Imperio. Falleció a los 26 años envuelto en una conjura contra Nerón

Un busto de Nerón
Un busto de NerónLa Razón

En Roma cobró nuevo ímpetu la poesía épica heredada del viejo Homero. La materia de Troya, sobre la que se refundaría la literatura en época romana gracias al genio de Virgilio, era uno de los tres pilares que sustentaban la epopeya romana, que enlazaba muy conscientemente con la tradición griega gracias al viaje del prófugo Eneas desde las costas de Troya hasta llegar a la nueva tierra prometida del Lacio, pasando por la atractiva pero peligrosa Cartago. El segundo ingrediente fue, sin duda, la revisitación de la épica que se hizo en el mundo postalejandrino, con matices novelescos y fabulosos, como se ve en el viaje de los Argonautas de Apolonio de Rodas (s. III a.C.). Pero, el tercer aspecto que contribuyó a la formación de la poesía épica romana, fue más allá de toda cuestión el tema nacional, que aparece ya en Virgilio de forma poco disimulada y que alcanza su cota más destacada en la obra del hispanorromano Lucano.

Con su “Farsalia”, epopeya de la cruenta guerra civil romana, la poesía latina alcanza una de sus cotas más altas, rozando un apasionamiento y un barroquismo desconocidos hasta la fecha. Por eso podemos defender y argumentar que Marco Anneo Lucano, nacido en Córdoba el 3 de noviembre del año 39 de nuestra era y sobrino del famoso filósofo Séneca el Joven, de la familia de los Anneos procedentes de la Bética, es una de las grandes cumbres que dio al mundo la Hispania romana.

Su producción literaria es apabullante en aquel que fuera un poeta precoz, que triunfó muy joven en Roma, impresionó hondamente a sus contemporáneos por su vasta cultura y honda sensibilidad y murió también joven, a los 26 años de edad, al verse lamentablemente implicado en una conjura, la muy famosa de Pisón, contra el no menos conocido emperador Nerón. Una tríada de grandes literatos, Séneca, Lucano y Petronio, cayeron a lo que parece víctimas de las insidias y rumores de la siempre peligrosa corte neroniana: dos de ellos, a la sazón, hispanos. Su obra es amplia y no del todo conservada: se habla de sus “Ilíaca”, “Saturnalia”, “Catachthonion” y “Silvas”, más alguna tragedia –una “Medea”, como la de su tío el filósofo– y algunas pantomimas. Pero su magna obra es el “Bellum civile”, más conocida como “Farsalia”, por la célebre batalla que pone fin a la guerra civil entre César y Pompeyo. Compuesta por diez cantos, versa precisamente sobre aquel célebre conflicto de la generación anterior. El personaje más apreciado de la obra parece ser el

republicano Catón el Joven, que se suicidó a la manera estoica, y, en su tradición hispana, muestra simpatías hacia la figura de Pompeyo frente a la de César. Es, en cualquier caso, un poema de índole realista y bien fundamentado sobre los hechos que acaecieron, pero combina la epopeya histórica con el acento lírico y ecos de la tragedia y de la mitología griega, mostrando un asombroso dominio de la retórica, de la estilística y de la historiografía. La obra causó asombro y, al parecer, le trajo problemas en su fama inmediata en la corte de Nerón. No olvidemos las veleidades literarias del propio emperador que, pese a haber reunido un círculo de escritores, pensadores y artistas en su derredor, no deseaban que estos le hicieran demasiada sombra. El prestigio de Lucano, poeta cultísimo y bilingüe, en griego y latín, hizo que fuera pronto incorporado pronto a este círculo literario del emperador, recibiendo a los 21 años todos los laureles del poeta nacional y los máximos honores de parte de Nerón.

Sin embargo, puede que la adulación no se contara entre sus habilidades más destacadas y, como quiera que fuese, muy pronto caería en desgracia. El emperador decretó que su “Farsalia” fuese censurada, por sus evidentes ecos contrarios al Principado, encarnado en la figura de César. Puede que esta censura, que sin duda le causó una honda desazón, le llevara a acercarse a los descontentos en el entorno imperial que se arremolinaron alrededor del senador Cayo Calpurnio Pisón para conspirar contra el tiránico y caprichoso príncipe. Como sucediera con su tío, el filósofo Séneca, al verse condenado a muerte por Nerón, en el ambiente de purgas y represalias orquestado por cortesanos como Tigelino, Lucano eligió la más noble y estoica salida que se estilaba entonces: el suicidio. El poeta se cortó las venas el 30 de abril del año 65, el mismo año en que murió su tío.