El faraón Tutankamón, ¿en Madrid?
He aquí una novedad editorial con motivo de que en 2022 se celebran los 100 años del descubrimiento de la tumba de Tutankamón por Howard Carter, quien estuvo en España para dar unas conferencias
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El alma inglesa isleña siempre ha anhelado salir al mundo, conquistar los mares, hacer suyas nuevas o incivilizadas tierras, y ese afán ha sido atravesado por el interés con otro tipo de viaje, el que gira alrededor de la Historia y el mundo: saber sobre la antigua Italia, el origen de la agricultura en África, la Edad de Bronce, los descubrimientos en Tierra Santa, el misterioso Egipto. Todo desde la perspectiva arqueológica, en la que fueron pioneros algunos científicos británicos. En este sentido, Eric H. Cline, que durante tres décadas realizó excavaciones en Grecia, Creta, Chipre, Egipto, Israel y Jordania, ofreció un libro, «Tres piedras hacen una pared. Historias de la arqueología», acerca de esta disciplina que enseguida hacía evocar a una autora que llevó al entretenimiento los lugares más recónditos, como fue Agatha Christie.
Esta, tras su primer gran éxito con «El asesinato de Roger Ackroyd» (1926), iba a sufrir diversos contratiempos –entre otros, su marido la engaña con su secretaria, lo que a fin de cuentas llevará al divorcio– que la conducirían a reanudar los viajes que hacía a Oriente tiempo atrás, lo que a la vez la llevará a reconstruir su vida sentimental. Entonces, conoce a Max Mallowan, arqueólogo con el que compartirá una misma pasión por la Historia y el legado material y oculto que hay que desentrañar bajo la tierra. En 1930, la escritora conocería las excavaciones que estaban teniendo mucha repercusión en los medios: el yacimiento de Ur, en el Irak actual, donde se había descubierto un cementerio. Surgió allí el amor entre ella y el que era el principal ayudante de Leonard Woolley (que hay quien califica de primer arqueólogo moderno), y seis meses después contraerían matrimonio.
Sir Mallowan y Woolley empezaron a excavar en 1922, el año en el que Howard Carter «escudriñaba el interior de la tumba de Tutankhamón por primera vez», después de cinco años de búsqueda: «Al final, la hallaron justo debajo del lugar donde habían instalado el campamento durante sus temporadas de trabajo, en el Valle de los Reyes, al otro lado del río Nilo, frente a la actual Luxor», explicaba Cline. En total, Carter dedicaría diez años a excavar la tumba más famosa de la Historia y a trasladar los objetos encontrados a donde están todavía hoy, en el Museo Egipcio de El Cairo. De eso ha pasado un siglo (el sorprendente acontecimiento tuvo lugar el 4 de noviembre de 1922), y ahora un libro, «Howard Carter en España», de Javier Martínez Babón y Myriam Seco Álvarez, aborda cómo este estudioso inglés visitó España en dos ocasiones, en 1924 y 1928, e impartió cuatro conferencias con Tutankhamón como tema principal.
Amistad con el Duque de Alba
Tal cosa fue propiciada por la intervención de Jacobo Fitz-James Stuart, Duque de Alba y amigo de Carter, el cual explicó sus avances en el estudio de la tumba y el ajuar encontrados tanto en la Residencia de Estudiantes (que publicó más tarde las conferencias) como en los teatros Fontalba y Princesa. Además, tuvo la oportunidad de conocer, hospedándose por cierto en el Palacio de Liria, Madrid y Toledo, y de entrar en el Museo Arqueológico y El Prado. Martínez Babón y Seco Álvarez detallan con minuciosidad la correspondencia entre ambos y el vínculo que se creó entre ellos gracias al archivo documental conservado por la familia Alba. Todo viene precedido por una presentación del editor Manuel Pimentel, que apunta cómo se gestó la edición del presente libro, primeramente a orillas del Nilo, en Luxor.
«El emocionado “veo cosas maravillosas” de Carter supuso el auténtico eureka de la egiptología moderna», dice el escritor y ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales. «El arqueólogo se convertiría en una celebridad mundial, reclamado por las más prestigiosas instituciones y universidades y por los países más poderosos y desarrollados». Asimismo, también se refiere al Duque de Alba como un «hombre culto, luchador por las artes y la cultura y excelente conocedor de la intelectualidad anglosajona», que mantenía amistad con Lord Carnarvon, mecenas de las excavaciones de Carter en Egipto. Incluso, durante su viaje de novios, el Duque visitó a este distinguido caballero al comienzo de las excavaciones llevadas a cabo en el Valle de los Reyes, donde acabaría por conocer al célebre arqueólogo.
Se incluye, asimismo, un capítulo dedicado al mito de la maldición de Tutankhamón y una entrevista a Carter publicada en la Prensa de entonces, aparte de un prólogo del arqueólogo Zahi Hawass. Así, el que fuera ministro del Ministerio de Antigüedades de Egipto hace mención por su paso por España como conferenciante y se dice que en el siglo XXI él no lo hubiera hecho mejor que Carter, quien realizó «una gran conservación y restauración de los 5.398 objetos». Hawass decidió convertir su casa de reposo en un museo para contar a la gente la vida del que considera que es el arqueólogo más importante de la Historia, y él mismo sigue con un arduo trabajo investigando, mediante TAC, varias momias, y analizando distintos ADN para revelar los miembros de la familia de Tutankhamón. Descubrió, entonces, que no fue asesinado, una teoría basada en haber encontrado un agujero en la parte posterior de su cabeza. «El agujero fue abierto por los embalsamadores para poner el líquido de la momificación», dice.
Otros estudios han reflejado que el rey egipcio, por una fractura hallada en su pierna, tuvo un accidente dos días antes de morir –probable causa de su fin–, que tenía un pie plano, que la sangre no le llegaba a los dedos y sufría de malaria. Por su parte, Martínez Babón y Seco Álvarez hablan de la gran cantidad de incógnitas que todavía rodean la efímera vida de aquel faraón de la dinastía XVIII, quien «ocupó el trono en una época convulsa y adversa para los intereses administrativos y económicos de Egipto, tanto a nivel de la política interior como la exterior». Más adelante, el lector podrá conocer la vida profesional de Carter, que «contiene una serie de ingredientes que podrían figurar en una novela o en una película de aventuras y misterio», y en lo que se asoma estrechos contactos con grandes coleccionistas y persecución de ladrones de tumbas.
Interés por la egiptología
También, los autores muestran las fechas y eventos importantes que acabarían dando como recompensa el hallazgo del rey, con el acompañamiento de un copioso material gráfico, y también aportan un capítulo a mostrar la figura del Duque de Alba. No en vano, Jacobo Fitz-James Stuart, desde siempre, como indica él mismo en su diario personal, tuvo un continuo interés por Egipto a raíz de un primer viaje en 1909. Y, al fin, se cuenta de forma pormenorizada cómo Carter dio sus conferencias, complementándolas con diapositivas y una proyección cinematográfica, todo lo cual no haría sino avivar la curiosidad por el descubrimiento egipcio más sonado de la Historia. Pero, según los autores, sucedió una paradoja: «Una disciplina que ha fascinado a millares de personas en nuestro país y que, sin embargo, ha tenido escaso recorrido universitario debido al desinterés o la oposición de determinadas autoridades académicas». Así, aquellas charlas de Carter serían el ejemplo de una gran ocasión perdida «que pudo favorecer el asentamiento institucional de la cultura faraónica en España, cuando los principales países de Europa ya disponían de cátedras universitarias, potentes asociaciones privadas y museos dedicados al estudio de la antigua civilización egipcia».