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¿Avisó la Virgen en Ucrania de la Tercera Guerra Mundial?

Juan Pablo II pidió a sus colaboradores información sobre estas apariciones
OLEG PETRASYUKEFE

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Muy pocos tienen constancia de los sucesos registrados no hace tanto tiempo en Ucrania, la tierra invadida por Rusia, relacionados también con presuntas apariciones marianas. En mi último libro «El reloj del Apocalipsis», publicado por HarperCollins, investigo a fondo sobre estos ignotos sucesos. El 26 de abril de 1987, el mismo día y hora en que tuvo lugar el accidente nuclear de Chernóbil el año anterior, Marina Kizyn, de tan sólo once años, había salido al patio de la escuela en Hrushiv. La niña era natural de aquella pequeña aldea ucraniana de apenas cuatrocientos habitantes, situada en el distrito de Drohobych, región de Lviv, al suroeste de Trubky y al norte de Hanivka, en la frontera entre Polonia y Ucrania.
Eran las ocho de la mañana del domingo siguiente al de Pascua de Resurrección, cuando los cristianos ortodoxos y de rito oriental solían visitar a sus difuntos en los camposantos de Ucrania. Marina Kizyn advirtió entonces un halo de luz intensa y plateada que emanaba del interior de la iglesia de la Santísima Trinidad, colindante con su cercana vivienda.
La fecha: 1987
El 26 de abril, el mismo día del accidente de Chernóbil el año anterior, la niña Marina Kizyn distinguió a una mujer con un niño en brazos
Lugar: Ucrania
María de Nazaret le dijo al parecer: «Si Rusia no vuelve al cristianismo, habrá una Tercera Guerra Mundial y el mundo entero se hallará en la ruina».
La anécdota
Juan Pablo II pidió a sus colaboradores que le proporcionasen información sobre «el caso de las apariciones», como se le denominó entonces en el Vaticano
Observó aquel extraño resplandor y pudo distinguir finalmente, boquiabierta, la inconfundible silueta de una mujer vestida de negro con un niño en brazos, asomada a uno de los vanos de la torre del campanario. «Mi hija regresó corriendo a casa para contármelo», declaró su madre, la treintañera Yaroslavna Kizyn, a los presentes. Y añadió: «Comprendí enseguida que se trataba de un milagro. ¡La Madre de Dios se ha aparecido! ¿Acaso es culpa nuestra que esto haya sucedido…?». Poco después, Yaroslavna Kizyn se hincó de rodillas con su hija para rezar sobre el pavimento, convencidas de que la Virgen María y el Niño Jesús estaban delante de ellas en aquel preciso instante. La aparición se repitió en días sucesivos y el pueblo tuvo noticia de aquellos inexplicables sucesos, que llegaron a oídos del papa Juan Pablo II, en el Vaticano.
Testigos directos
Más de medio millón de personas provenientes de otras repúblicas soviéticas fueron testigos directos del increíble acontecimiento. La madre de la niña vidente llegó a quejarse de que multitudes de fanáticos dañaron la verja y el jardín de su casa: «Mi esposo y yo tuvimos que plantar las patatas tres veces porque lo pisotearon todo», se lamentó. María de Nazaret aludió al parecer al desastre de Chernóbil, considerándolo como una clara advertencia para el mundo entero de lo que sucedería si seguía sin convertirse a Dios. Y añadió: «Por sus oraciones y la sangre de tantos mártires, Rusia se convertirá. La penitencia y el amor unirán a unos con otros. Aún está por llegar el final de los tiempos ya anunciado. Mira cuánta desolación rodea ya al mundo… Si Rusia no vuelve al cristianismo, habrá una Tercera Guerra Mundial y el mundo entero se hallará en la ruina. Enseñad a los niños a orar. Mostradles la verdad. Rezad el Santo Rosario: es el arma contra Satanás... Muchos vendrán como falsos Mesías y profetas. Estad atentos... A pesar de todas las persecuciones en Ucrania, no habéis perdido la fe, la esperanza ni la caridad».
La advocación de aquella señora se asoció con la Virgen de la Ternura –en griego Eleúsa-, representada en infinidad de iconos a lo largo de la Historia de Rusia, en los que María de Nazaret posa con su Hijo en brazos mientras el rostro de éste acaricia con ternura, de ahí el nombre, la mejilla de su Madre que contempla a su vez fijamente a los fieles con mirada melancólica y triste.
La postura del Vaticano
En el Vaticano se consideraba que el «caso de las apariciones», como ya se le denominaba entonces, podía constituir una buena prueba para conocer mejor la postura de Mijaíl Gorbavhov sobre el delicado mundo de la religión. Se tenía la impresión de que el aperturismo en la URSS afectaba a muchos aspectos de la sociedad, menos a la tan anhelada libertad religiosa. Radio Vaticano, considerada la «emisora del papa», subrayó el hecho de que las fuerzas policiales se limitasen a vigilar el flujo de peregrinos para que no hubiese incidentes entre ellos. De todo lo relatado por el testigo laico cristiano Aleksandr Ogorodnikov, lo que más llamó la atención de la Santa Sede fue que, mientras al principio la policía trató de impedir la llegada de peregrinos a la capilla de Hrushiv, entonces se limitaba ya a controlar el tráfico de coches hacia el lugar para que todo se desarrollase en orden.
El eco de los sucesos de Hrushiv llegó hasta las mismas entrañas del Vaticano. El papa Juan Pablo II en persona pidió a sus colaboradores que le proporcionasen la información más detallada posible no sólo sobre las presuntas apariciones marianas, sino sobre todo acerca de la reacción provocada en el pueblo ucraniano y en las autoridades de la URSS. Además de las apariciones de Hrushiv en abril de 1987, Juan Pablo II tuvo noticia de otras registradas en agosto de 2002, también en Ucrania. El obispo auxiliar ruteno que apoyó estas apariciones en Jublyk, Ivan Margitych, condenado a veinticinco años de gulag en Siberia de los que sólo llegó a cumplir cuatro por la muerte de Stalin, visitó a Juan Pablo II en el Vaticano el 4 de diciembre acompañado de las dos niñas videntes: Olena Kuruts, de diez años, y Maryana Kobal, de nueve, hija del sacerdote greco-católico local, Petro Kobal.