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La Virgen de la Humildad vuelve a reinar en el Thyssen

El museo restaura la obra de Fra Angelico, que estará en Madrid un año antes de regresar a Cataluña
Alberto R. RoldánLa Razón

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Después de un año de trabajo, el Museo Thyssen-Bornemisza ha presentado la restauración que ha llevado a cabo de una de las piezas mayores que reúne su colección: «La Virgen de la Humildad», un cuadro de impresionante belleza y engañosa sencillez, que, como casi todas las obras de arte, portan consigo una larga singladura de historias y avatares. Esta tabla, que desde su origen fue cuidada con un extremado celo por el artista, que reforzó el bastidor para que la pintura aguantara los golpes que deja el tiempo, fue adquirida por el rey inglés Jorge IV, lo heredó su hijo, lo compró después Leopoldo I, rey de Bélgica, quien lo legó en herencia al infame y cruel Leopoldo II, el monarca que convirtió el Congo en una colección de horrores que no hubiera imaginado jamás ni el propio Dante. De estas manos pasó a la banca Morgan y de aquí fue a parar a la familia Thyssen. Un largo itinerario de países, casas y propietarios que ha dejado sus muescas. A pesar de los seiscientos años de historia que arrastra la tabla, su conservación era excelente, aunque eso no le ha librado del habitual ataque de xilógafos y otros tantos deteriores comunes.

Revelaciones

El Museo Thyssen ha procedido a limpiarla, examinarla y devolver a esta pintura el color que los siglos habían apagado y velado debajo de diferentes capas de suciedades. Un trabajo que ha revelado enormes sorpresas. Aunque Vasari, en sus célebres «Vidas de artistas ilustres», indicaba que Fra Angelico no corregía jamás su trazo porque pintaba guiado por Dios, la realidad es más prosaica y menos milagrosa, como ha revelado el examen al que se ha sometido la obra en estos meses.
Las radiografías han probado que el artista procedió a la corrección de la altura de los ojos y que también repensó la orientación y colocación de las alas de los ángeles que hay a los pies de esta figura. Al mismo tiempo, este estudio ha sacado a la luz algo insospechado. A pesar de la amplia paleta que maneja el concienzudo Fra Angelico, en realidad abarcó toda la policromía de la tabla solo con la ayuda del amarillo, el rojo y el lapislázuli, lo que da una idea de su absoluto control de la pintura y también de su seguridad creativa. El verde lo crea él a partir de mezclas, a base superponer pinceladas. A esto habría que sumar el pan de oro, que el artista maneja con una destreza y una habilidad que muy pocos han conseguido después de él. Este dominio también sobresale en su manejo del temple. Con su depurada técnica, que muy pocos han igualado, consiguió modular la luz y la intensidad de los diferentes colores que se aprecian. Estos aspectos pueden apreciarse de manera especial en las túnicas de los ángeles y en las mejillas sonrosadas de la Virgen (esta parte es la que presentaba mayores daños).
La restauración, por otro lado, ha permitido observar que el artista aplicó pigmentos de una enorme calidad para preservar esta obra contra los rigores del tiempo y que puso una enorme atención en los más minúsculos detalles, aquellos que ni siquiera se aprecian a simple vista, lo que prueba que posiblemente utilizaba lupas para conseguir realizarlos. La limpieza ha permitido que salgan a la luz, por ejemplo, las detallistas incisiones que incluyó en el paño dorado y en las sutiles letras que había incluido en los nimbos de la Virgen y el Niño. Ahora, la obra permanecerá durante un año en Madrid, en una estancia especial, antes de que regrese a Cataluña.