La reina Isabel II vende (más) después de muerta
Una serigrafía de la reina Isabel II de Inglaterra realizada por Warhol en 1985 se ha convertido en la obra gráfica más cara de la historia al ser vendida por 853.000 dólares en Toronto
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La subasta celebrada el pasado jueves 24 en la casa canadiense Heffel dejó varios titulares en forma de cascada: que se batiera el récord absoluto del precio más alto alcanzado por una obra gráfica; que dicho hito se produjese en una subastadora que no es ni Christie’s ni Sotheby’s; que el autor de la pieza en cuestión sea el incombustible y eterno Warhol; y que el motivo de la obra sea un retrato de la recién fallecida Isabel II. Con este cóctel de elementos reseñables, no es extraño que el sector del arte de lujo haya vuelto al nivel exclusivo de los grandes titulares en plena crisis económica global. En tiempos turbulentos, el dinero se refugia en los valores seguros. Y, a tenor de los últimos acontecimientos, los grandes artistas de finales del XIX y del XX parecen representar una inversión exenta de incertidumbres.
Pero desgranemos cada uno de los hechos arriba destacados. Una serigrafía de la Reina Isabel II de Inglaterra realizada por Warhol en 1985 se ha convertido en la obra gráfica más cara de la historia al ser vendida por 853.000 dólares en Toronto. En términos absolutos, esta cantidad resulta pírrica cuando se la compara con los 195 millones de dólares en los que, en mayo de este mismo año, fue vendida otra obra de Warhol: “Shot Sage Blue Marilyn”. Pero, en términos relativos, los más de 800 mil dolores en los que se remató el retrato de Isabel II constituyen una auténtica barbaridad difícil de digerir. Las impresiones gráficas se realizan en forma de series y, por lo tanto, no son obras únicas. Al no constituir piezas exclusivas, su valor decrece, ya que serán varias las copias que se encuentren en circulación. Concretamente, el retrato de Isabel II subastado en Heffel pertenece a una serie de cuatro serigrafías, incluidas en el conjunto titulado “Reigning Queens” -formado por retratos de varias reinas: la mencionada Isabel II, Beatriz de Holanda, Margarita de Dinamarca y Ntombi de Suazilandia. El valor añadido que posee esta serigrafía de Isabel II -y que ayudaría a explicar, en parte, la astronómica cifra pagada por ella- es que pertenece a un tipo de edición ultrarrara embellecida con polvo de diamante, y que, además, participó, en 2012, en la exposición “The Queen: Portraits of a Monary”, celebrada en el Castillo de Windsor. Este retrato de Warhol suponía el único de toda la exposición cuya existencia no obedecía a un encargo oficial. Para obtener una idea de lo que supone que una obra gráfica, no única, haya alcanzado un precio de 833.000 dólares, basta decir que la obra de videoarte más cara de la historia se vendió por un precio cercano al millón de dólares. Desde siempre, la producción gráfica se ha considerado como una “arte menor”, destinado a coleccionistas de nivel inferior y con menor poder adquisitivo. Que por una serigrafía de Warhol se haya pagado cerca de un millón de dólares quiere decir que este “arte menor” ha pasado a convertirse en un lujo al alcance de muy pocos.
Por si no fuera suficiente, la pujanza de la marca Warhol se ha visto potenciada por la mística de la recién fallecida Isabel II de Inglaterra. Todo lo que tenga que ver con su imagen, con su participación estelar en la cultura visual del siglo XX, multiplica su valor conforme pasan los días. La “industria Isabel II” no tiene límites: no nos encontramos solamente ante una personalidad global, sino ante uno de los grandes iconos pop de los últimos 70 años. Quizás sea esta la causa por la que un retrato suyo haya alcanzado este récord de venta fuera de las dos grandes “majors” de las subastas: Christie’s y Sotheby’s. La canadiense Heffel no forma parte del top 5 de las subastadoras a nivel mundial. Y solo la alianza de dos gigantescas marcas como son Warhol e Isabel II ha permitido que su nombre pase a formar parte de la historia de récords del mercado del arte.