Cézanne, el erotismo de una pera

Llegó tarde, pero llegó; por Illán Arguello

La Razón
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Lo que realmente me llama la atención es su capacidad para sintetizar el paisaje y lo hace a través de la descomposición de sus pequeños trocitos. Él se salió de todo lo que era el impresionismo para contar lo que realmente quería, aunque no le resultó demasiado sencillo. Lo mismo que unos artistas trabajan con el color, y él también lo hace, se centra en descomponer. Me interesa la comprensión que hace de la imagen de la figura humana, esa capacidad que tiene para guiarte y que te fijes en lo que quiere que veas sin tener que perderte. Y lo hace igual para una nube, una montaña o un árbol. Pinta sin detalle, con una paleta de escaso color. Cézanne llegó tarde donde quería, pero llegó. Estamos ante un artista seminal que nos da a entender cómo se puede ejecutar un paisaje con poco trazo. De su producción me parecen interesantes las naturalezas muertas, ahora me llaman poderosamente la atención y considero un cuadro redondo «Los jugadores de cartas», concreto en su color, que no se pierde ni se extravía en lo secundario. No buscó el sentido simbolista del arte, sino que observa y sintetiza, ése es el fin de su obra. Es la plástica por la plástica, que nada tiene que ver con a la plástica filosófica. A la hora de trabajar hay algunos trozos de la imprimación que ni siquiera llega a tocar, en algunas obras se ve porque no deja que el color tape la tela. En ella no extiende sino que pega el color. ¿Un homenaje a él? Quizá mi último cuadro, «Cinco mil piezas», se llama, que tengo que entregar el viernes próximo y del que me queda un 20 por ciento todavía. Hay días que lo miro, lo observo y no hago nada. Otros, sé inmediatamente por dónde tengo que ir.