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México

Todas las vanguardias conducen a El Greco

Una gran exposición en El Prado sitúa algunas de las obras del pintor como la semilla de movimientos artísticos del siglo XX

La flexibilidad de las salas del Edificio Jerónimos permite que desde el centro del espacio se puedan ver bastantes obras a la vez larazon

Una gran exposición en El Prado sitúa algunas de las obras del pintor como la semilla de movimientos artísticos del siglo XX

Lo dijo con contundencia el director adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado, Gabriele Finaldi: «Ningún maestro antiguo ha influido tanto en el siglo XX como la obra de El Greco. Ni Goya, ni Velázquez, ni Rafael». Eso es fácil decirlo llevado por el entusiasmo en el cuarto centenario del pintor cretense, pero hay que demostrarlo. Con esa intención, el museo presentó ayer una exposición en la que puede palparse la influencia del maestro en una larguísima lista de artistas del siglo XX y los movimientos de vanguardia. Es fácil adivinar que lo primero que les sedujo de la pintura del maestro fueron esos personajes con un sustrato de irrealidad y una mirada que pide respuestas, busca razones para la fe en un tiempo, el del siglo pasado, en el que era difícil creer en algo. Además, la forma de representar esas figuras, liberada de las proporciones académicas, simplificada en formas angulosas o gruesos contornos, y apoyada en una paleta de colores brillantes o desvaídos, como si se tratase de un vocabulario nuevo para abordar problemas de conciencia nunca vistos.

Un «outsider»

Finalmente, fue un artista emigrante, que vivió en varios países y terminó exiliado en uno donde trató sin éxito de ser pintor de Corte. Para colmo, ese país había sido el centro del esplendor del mundo, pero en el siglo XX había derivado a una condición periférica. El Greco fue un «outsider» cuya obra estaba más en iglesias y conventos que en museos, más en El Escorial que en en El Prado. Pero todo esto se quedaría en nada si no hubiera pruebas. El comisario de la exposición y jefe de Conservación de Pintura Española del XIX, Javier Barón, las aportó en la presentación de la muestra que han organizado con la colaboración de la Fundación BBVA y Acción Cultural Española (AC/E).

«Esta exposición celebra lo más importante para un artista: su capacidad de influencia en otro. El Greco la tuvo y por eso su obra es hoy uno de los pilares fundamentales del museo», señaló. Las exposiciones resultan relevantes si son fruto de una investigación que tiene el objetivo de desvelar ángulos nuevos de la historia del arte, y no tanto si son entendidas como la simple acumulación de piezas de un autor. En este caso, como recoró Barón, El Prado ya ayudó a rehabilitar la figura de El Greco en 1902, cuando organizó una primera muestra retrospectiva de su trabajo en un momento en que todo estaba cambiando en la pintura europea. En la muestra, las explicaciones las dan 106 obras de 70 prestadores diferentes, tanto públicos como privados, de hasta 16 países diferentes.

El contenido de la exposición se ordena en torno a ocho capítulos, cada uno referido a un tiempo, lugar o artista, una escuela o vanguardia. Y en las obras presentes en cada uno se puede seguir la línea que enlaza al pintor moderno con el viejo maestro. A veces es un homenaje en toda regla, otras es un detalle, la aplicación del color, o la mirada de un personaje. Pero el rastro existe aunque, curiosamente, a veces se pueda ver manifestado en dos vanguardias contradictorias. Por ejemplo, donde los surrealistas se sentían atraídos por la irrealidad de las figuras de los santos o anunciaciones del cretense, los pintores abstractos lo tomaban como modelo para descomponer las figuras en manchas de color. Una de las relaciones que está mejor probada es la fuerza de El Greco en Picasso. Resulta impresionante comprobar que el tratamiento rígido y geométrico de los pliegues de las ropas y las figuras en «La visión de San Juan» estaba pidiendo un ojo en el siglo XX que lo convirtiese en nada menos que «Las señoritas de Avignon». Pero no fue la única ocasión en que tomó prestado del místico de Grecia: su Periodo Azul, con exponentes como «El entierro de Casagemas», habla a gritos de su influencia. Los expresionistas vieron el miedo y el desconcierto en la mirada de sus personajes y el misterio y la melancolía marcaron a los modernistas. Desde el tratamiento de los colores más desatados, como el orfista Delaunay, a la pintura más angustiosamente expresiva, como el «Caín huyendo» de Steinhardt y después la «Cabeza de hombre» de Giacometti, encuentran una fuente en el griego. También artistas judíos como Chagall y Soutine se interesan tras el Holocausto en su mística. «Escucha Oh Israel» de Bomberg, es una obra alegórica que toma como modelo el «Cristo abrazado a la cruz». Aunque quizá el más inverosímil de los parentescos sea con Jackson Pollock, influido por su maestro Benton, y que copió y reinterpretó a El Greco en múltiples ocasiones. Aún hubo más ecos de su pintura en otro lugar imprevisible: en México, los grandes pintores muralistas como Diego Rivera y Orozco (con su impresionante «Prometeo»), así como el chileno Matta, se acercaron a su obra. La lista de «seguidores» de El Greco es enorme: Manet, Fortuny, Cézanne, Sorolla, Zuloaga, Picasso, Modigliani, Derain, Diego Rivera, Delaunay, Kokoshka, Schiele, Soutine, Chagall, Pollock, Saura, Giacometti, y Francis Bacon, entre otros, están representados en las salas del edificio Jerónimos, que resultan perfectas por su polivalencia y luminosidad para la exposición.

La muestra, así, es una celebración de la vigencia de El Greco a partir de un ejercicio histórico, desde los pioneros en España en reivindicarle como Zuloaga, que llegó a adquirir varias obras y copias de sus cuadros, y cuyo «Anacoreta», presente en la exposición tiene la mirada de de asceta y las manos de santo del «San Bernardino de Siena». Zuloaga se pintó a sí mismo en «Mis amigos» junto a otros intelectuales del 98 y, de fondo, su «Visión de San Juan». También Sorolla, en el polo opuesto estilístico, le toma como modelo en dos retratos. Entre los artistas extranjeros, dos de los más interesados en el cretense eran, precisamente, los que buscaban renovar el lenguaje de la pintura. La influencia en Manet es evidente en «Cristo muerto con ángeles», que toma de «La anunciación», igual que las bañistas de Cézanne retoman las figuras enmarcadas en un trazo grueso y anuncian el cubismo. Los trabajos del Museo del Prado se han centrado además en el apartado bibliográfico, ya que se han reunido hasta 13 volúmenes que prueban el interés a comienzos del siglo XX por la obra del artista. El recorrido finaliza con la «La Resurrección de Cristo», que, según Miguel Zugaza, director de El Prado, «representa la resurrección del propio artista ante la mirada moderna y demuestra que el arte corre más que la historia del arte», señaló el director, y añadió que esta exposición ilustra la vocación moderna de El Prado. Con este tipo de exposiciones es improbable que vuelvan a caer dos siglos de oscuridad sobre el griego.

Un cuadro clave, a escena

No todos los homenajs al ilustre toledano serán pictóricos. El teatro se suma a la fiesta conmemorativa con «El Greco y la legión tebana», un espectáculo que dirige Ignacio García y que producen Panicoescénico y la Fundación El Greco. Este texto de Alberto Herreros se acerca a una obra emblemática del artista, «El martirio de San Mauricio y la legión tebana», encargada por Felipe II y en la que Theotocopoulos retrató un episodio ocurrido en la decadencia del Imperio Romano. La opinión del Rey sobre la obra fue determinante para el gran anhelo de El Greco, quien aspiraba a ser el pintor de la corte del momento. El montaje cuenta con un reparto formado por Javier Albalá, José Luis Alcobendas, Daniel Muriel, Ernesto Arias, Bruno Lastra, Javier Godino, Alberto Herreros, Emilio Gavira, Rebeca Ledesma, Borja Luna y Rodrigo Poisón. Se estrenará el próximo día 28 en el Festival de Teatro Clásico de Cáceres y gira sobre dos ejes cronológicos: las historias de Mauricio y sus hombres, que murieron defendiendo sus convicciones (siglo III) y la peripecia de El Greco (siglos XVI y XVII), ansioso por conocer el dictamen del monarca, en su visita al centro del poder del imperio español: El Escorial.

Cuándo: hasta el 5 de octubre. De 10:00 a 20:00. Domingos y festivos, de 10:00 a 19:00.

Dónde: Museo del Prado. Madrid.

Cuánto: entrada única, 14 euros.

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