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"Bowie Taken by Duffy": salvando a Bowie de las llamas

Coincidiendo con el 50º aniversario de la publicación del mítico álbum "Aladdin Sane" se presenta en Madrid de manera inédita la obra conjunta, creativamente explosiva, del fotógrafo Brian Duffy y el icónico artista
"Bowie Taken by Duffy": salvando a Bowie de las llamas
"Bowie Taken by Duffy": salvando a Bowie de las llamasPhoto Duffy © Duffy Archive
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Con las aureolas de los pezones borradas, el pelo tramposamente oculto bajo una prótesis y las manos apoyadas de manera desprendida en los reposabrazos de la silla, Bowie -una de esas figuras irrepetibles y galácticas cuyo nombre no hace falta nombrar para ubicarlo: basta con verbalizar su apellido artístico- apura las últimas caladas de un cigarrillo mientras mira travieso a cámara. En el marco contextual del rodaje de aquel clásico de ciencia ficción basado en la novela de Walter Tevis, «El hombre que cayó a la Tierra», llevaban al camaleónico artista, que en aquel momento hacía su primer protagonista, a la sala de maquillaje.
A las 3:30 de la madrugada permanecía dormido mientras trabajaban en su cuerpo y lo transformaban en el calvo reptiliano Newton o mientras el propio Newton era transformado en el avaricioso pijo hedonista Thin White Duke (el Delgado Duque Blanco), oscuro y provocador álter ego del cantante que conceptualmente oscilaba entre lo fascista y lo muy nazi pero lograba contrarrestarlo en términos estéticos con una impecable y elegantísima imagen con la que aparecía vestido de traje y una cabellera rubia engominada hacia atrás. Procuraban despertarle cuando le arreglaban ciertas partes sensibles como la entrepierna y también para la colación de la calva: en ese momento podía echar un pitillo rápido o ir al baño ya que la cara se dejaba para el final hasta que se le trasladaba después al plató, sobre las 9 de la mañana.
Aquel extenuante proceso de metamorfosis creativa, de multiplicación de personalidades, de transformación ornamental constante –propia de un gran hombre-icono, propagador del evangelio de lo espectacular como Bowie–, nunca pareció desconcertarle: «Ser yo mismo era perfectamente adecuado para el papel. No era de este mundo en aquel momento», reconocería más adelante. Quien apretaba el disparador en esa circunstancia y capturó la peculiar escena entre bastidores, algo que no dejó de hacer durante más de una década de efervescente simbiosis artística, era Brian Duffy, integrante del pequeño grupo de fotógrafos pioneros que definieron el aspecto innovador de los «Swinging Sixties» londinenses y autor entre otras muchísimas más imágenes de la surrealista portada del legendario álbum «Aladdin Sane» con el que ambos rompieron las fronteras visuales de la identidad y dieron vida, en 1973, a ese símbolo cultural extraordinario e imperecedero que constituye la fotografía de Duffy a Bowie con el rayo de luz en la cara, considerada como «la Mona Lisa del pop».
Pese al conato de delirio transitorio que experimentó Duffy como consecuencia del hastío y una crisis creativa que le empujó a intentar quemar la práctica totalidad de los negativos que edificaron su valiosa obra en el patio de su casa, el equipo de la exposición «Bowie Taken by Duffy», ubicada en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid y disponible hasta el 25 de junio, en colaboración con el Archivo Duffy, –dirigido en la actualidad por el hijo del fotógrafo– ha logrado recuperar su legado y presentar de manera exclusiva y mundial en Madrid este estimulante homenaje visual. Más de 160 objetos originales de las colecciones del Archivo Duffy, entre los que se encuentran obras de arte, bocetos, notas, objetos como la cámara Hasselblad con la que Duffy fotografió la portada del rayo, dibujos o fotografías como las polaroids originales de la sesión de fotos del álbum «Lodger» que se produjeron bajo las legendarias luces del estudio, orbitan por esta lisérgica experiencia expositiva que ayuda a configurar un mapa visual bastante completo y resuelto de un artista que fue vanguardia, enigma y fuego. De un explorador de sombras y sueños locos, hipersensible a las nuevas tendencias, que siempre andaba en busca de pistas y vestigios de vida en los que inspirarse. El mundo se le quedaba pequeño probablemente, pero también el espacio.