Cien años de Revista de Occidente: cuando España fue moderna
Coincidiendo con el centenario de su nacimiento, la Biblioteca Nacional acoge la exposición "Revista de Occidente o la modernidad española", un repaso con más de cien piezas entre cuadros, dibujos y ejemplares, por la primera etapa de esta publicación esencial y libre que propició la incursión de España en las vanguardias
Creada:
Última actualización:
Hubo un tiempo hermoso, insólito y hasta lógico en el que eso que muchos visionarios expertos en naderías estratégicas, diseñadores charlatanes de imágenes corporativas y objetivos no cumplidos se empeñan en vender ahora como marca personal, no se trabajaba en los espacios digitales absurdamente diversificados de Instagram, Twitter o Tik-Tok. Sencillamente, se ponía en práctica en el papel. Los antiguos folios, eran las actuales pantallas.
No había posibilidad de réplica inmediata por parte de los usuarios cabreados y tampoco existía el peligro de incurrir en una carrera narcisista por exceso de exposición. Publicar en las revistas culturales durante la década de los años veinte y treinta no era solo una forma de sentarse en el hueco de la esquina del escaparate, de mostrarse al mundo y permitir que el mundo te saludase, de exhibir un talento en ocasiones incipiente o desconocido: era también un ejercicio de divulgación potentísimo, de construcción de un nuevo marco de pensamiento, de difusión amplificada de actitudes críticas en las que cabían novedades filosóficas, científicas, literarias, artísticas, musicales, o incluso cinematográficas.
Circunscribiéndonos al ámbito nacional –pero solo en términos de nacimiento, ya que la vocación y el alcance fueron altamente internacionales– la Revista de Occidente, una de las principales y ambiciosas creaciones intelectuales de Ortega y Gasset, fue, en este sentido, uno de los mayores exponentes. En esta plataforma fundamental de la modernidad española figura una nómina de colaboradores asiduos tan inabarcable como extraordinaria capaz de calibrar la relevancia del medio como plataforma.
Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Manuel Altolaguirre, Francisco Ayala, Baroja, Borges, Luis Cernuda, Rosa Chacel, Corpus Barga, Gerardo Diego, Enrique Díez-Canedo, Antonio Espina, Melchor Fernández Almagro, Lorca (su «Primer Romancero Gitano» se publicó aquí), Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén, Juan Ramón Jiménez, Gregorio Marañón, Pablo Neruda, Victoria Ocampo, Eugenio d’Ors, Emilio Prados, Pedro Salinas, Fernando Vela (secretario de redacción de la revista) o María Zambrano fueron algunos de los ilustres escritores, todos ellos potenciales trasuntos de los influencers del siglo XX, que pasaron por las hojas de una revista esencial cuyo papel en el saneamiento vanguardista y moderno de la España de entonces y coincidiendo con su centenario, se conmemora ahora a través de la exposición que acoge hasta el 4 de junio la Biblioteca Nacional, «Revista de Occidente o la modernidad española».
«Ha sido emocionante volver a abrir tantos y tantos libros editados por la revista y que enseñaron a ser modernos a nuestros antepasados. Como en tantas casas españolas, en la de mis abuelos paternos, en el campo lucense, dormían desde la preguerra parte de la colección de la revista, y algunos libros de su editorial, entre ellos los “Testimonios de Victoria Ocampo”», declaró ayer durante la presentación el comisario de la muestra, escritor y crítico de arte, Juan Manuel Bonet. "Revista de Occidente forma parte de nuestra memoria colectiva como sociedad. Cualquier familia que estuviera interesada por la modernidad, ha tenido seguramente algún padre, alguna madre o algún abuelo que tenía algún ejemplar o alguno de sus libro", añadía.
Dentro de esa dinámica conceptual de galería de espejos que vertebra el recorrido, conviven más de 100 piezas entre revistas, carteles, libros, fotografías y cuadros entre los que destacan pequeños tesoros como el retrato de Ortega pintado por Zuloaga, un ejemplar dedicado de «Estación, ida y vuelta», publicado por Rosa Chacel en 1930, otro de Francisco de Ayala y su «Indagación del cinema», poéticos y livianos dibujos de Lorca y alguno de Dalí, la «Estampa» pintada por Maruja Mallo en el 27 o los originales publicados en la revista por primera vez: «Cántico», de Jorge Guillén y «Cal y canto», de Alberti.
También sobre las paredes de la sala se despliega un paraíso imaginario de los pintores de vanguardia vinculados a Revista de Occidente entre 1923 y 1936, bien sea porque fueron viñetistas de sus cubiertas, bien sea porque colaboraron en ella con ilustraciones o textos, bien sea simplemente porque se escribió en ella sobre su obra. Y es que la parte plástica, estricttamente artística, también tuvo un papel decisivo en la construcción fundacional de la revista. Se suceden así pinturas o dibujos del portugués José de Almada Negreiros (cercano a Fernando Pessoa, y también escritor), el uruguayo Rafael Barradas, la argentina Norah Borges, los polacos Wladyslaw Jahl y Marjan Paszkiewicz, y los españoles Francisco Bores, Salvador Dalí (fue en la revista donde se publicó por vez primera la oda que le dedicó García Lorca), la excepcional Maruja Mallo (que en 1928 celebró su primera exposición madrileña en la redacción de la revista, sería, durante la década siguiente, la más asidua viñetista de las portadas), José Moreno Villa (también poeta), Benjamín Palencia, Carlos Sáenz de Tejada (su enorme cuadro de temática verbenera, de 1924, es como una anticipación de las obras de similar inspiración de Maruja Mallo o de la película de Giménez Caballero) y José María Ucelay. La mayoría de ellos pertenecieron al movimiento ultraísta, y algunos más tarde a la Escuela de París.
Sus páginas también rindieron homenaje a Mallarmé, en ellas se habló de Rimbaud y Saint-Pol-Roux, de Breton y otros surrealistas, de Freud, del Ulysses de Joyce, de Alberto Savinio o de Henri Michaux. Se debatió sobre la poesía pura o, ya en la década del treinta, sobre la relación entre arte y política. Se tradujo a Cocteau o a Paul Valéry y Gómez de la Serna, ese agitador incandescente, prolífico escritor y creador antológico de cosas inservibles y tremendamente divertidas como la mano convincente (revisen el documental de 1928 de "El orador o la mano") anticipó varios capítulos (entre ellos, el dedicado a Picasso) de "Ismos", un libro olla sobre todas las modernidades europeas, del cubismo y el futurismo al surrealismo. Se invitó a pensar, a debatir, a reflexionar, a mirar, a dudar, con la ventaja transgresora del tiempo como aliado. Qué lejos suena, pero hubo un tiempo hermoso, insólito y hasta lógico en el que las revistas de papel servían para soñarse como sociedad, para proyectarse. Por suerte y gracias a la labor de Fernando Lafuente, actual director de la cuarta etapa del soporte (editado por la Fundación Ortega-Marañón), la tarea de mantener viva una publicación que se creó para "reunir en sus páginas a diversas generaciones en un ámbito de libertad, curiosidad intelectual y actitud crítica frente a la realidad", todavía continúa, tal y como él mismo afirma. Y ahí siguen, eligiendo salvar el fuego, como Cocteau.