Charles Manson y el día en que EE.UU perdió la inocencia
El periodista Julio Tovar se aleja conscientemente de la recreación sensacionalista del criminal, para desarrollar su primera novela en el contexto contracultural de Los Ángeles en el momento de su surgimiento
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Reconocemos el matiz enajenado de su cara, identificamos con facilidad su mirada anestesiada por la locura, el crimen perpetrado, las víctimas resultantes, los nombres de sus acólitos y la ciudad elegida para la fiesta, pero es posible que todavía nos faltara entender el marco contracultural en el que se desarrolló su historia. Reacio a la morbosidad del acto criminal, a la recreación mediatizada de los sucesos en general, Julio Tovar ha decidido orientar su bautismo en la novela hacia la figura de Charles Manson, privilegiando el contexto histórico y cultural de la década de los sesenta por encima de la figura del monstruo.
En "Los Ángeles de Charles Manson" (Akal) hay profusión de documentación, hay investigación, fechas, datos y contenido marcadamente cronológico, sí, pero también humor desengrasante, testimonios ficcionados –qué entretenidos los monólogos de algunos tronados lisérgicos talentosos como David Crosby (la cara más visible del grupo Byrds) o ese "padrino inadvertido de la experimentación en el rock" llamado Frank Zappa–, imaginación y cadencia porque si algo tenía claro este periodista e historiador como inevitable consecuencia de la abundancia de narraciones literarias y cinematográficas sobre la figura de Manson y el asesinato de la actriz y difunta mujer de Polanski, Sharon Tate, es que "quería intentar sobrevolar lo que es el trágico proceso, el episodio sanguinolento y hacer un ensayo divertido".
Mientras fuera del madrileño Café Comercial el termómetro fulmina los 40 grados al sol y especulamos de manera interna y el cerebro parcialmente derretido con la posibilidad de que una matanza de los integrantes del Rancho Spahn no sea, quizás, el peor de los escenarios posibles, Tovar asegura echar en falta actualmente una peculiaridad social del contexto de la época descrita en el libro: "Hay una cosa que es muy habitual, muy norteamericana y que ya no existe, que es la inocencia. Toda la gente en aquel tiempo, quizás porque partían de una ciudad mucho más triunfalista, de bastantes años de crecimiento económico, tendía a ser muy inocentona, no había en ellos casi retorcimiento. La secta de Manson ahora mismo no creo que pudiera llegar a ser tan efectiva como lo fue entonces y no tendría esa capacidad tan fuerte de intervenir en las decisiones individuales porque el carácter de las sociedades es distinto, pero en aquel tiempo en el que no existía internet tú podías crear grupúsculos cerrados de manera sencilla. Por ejemplo, ocurre con el concepto de la industria musical, que también se refleja en la novela. Ahora mismo hay comités, jefes de prensa, jefes de imagen que lo ordenan y lo codifican todo, pero eso no existía en los sesenta. En esos años podías ir a casa de Frank Zappa, llamar por teléfono y hacer el idiota porque era una industria que tenía agentes comunales. En ese sentido esa inocencia, esa suerte de anarquía, de libertad de acción a la hora de hacer las cosas, es algo que posteriormente se rompe y que pensándolo con perspectiva da pena".
Buceando entre las 224 páginas que componen el libro y volando a campo abierto con el LSD del psicólogo Mortimer Hartman (que propició, además de la evidente escena infinita de gente echada a perder, que uno de sus pacientes, el mismísimo Cary Grant, llegara a reconocer el uso beneficioso de esta droga porque "me forzó a darme cuenta de que quería a mis padres. "), colocándonos metafóricamente con los estallidos alucinógenos del Doctor Robert (protagonista de una canción que los Beatles le dedicaron y experto en recetar inyecciones de vitamina B-12, anfetaminas y otras drogas legales ) o entregándonos a la participación multitudinaria en la cama, asistimos convencidos a la constatación de que en muchas situaciones «el contexto importa» y no precisamente con afán exculpatorio o con ánimo de suavizar el resultado macabro de la existencia de un personaje como Manson, sino porque es imposible analizar el homicidio ocurrido en la ciudad de Los Ángeles en el transcurso de agosto de 1969, sin antes calibrar la importancia de la forma que tenía el tablero en el que sucede.
"Existía un caldo de cultivo comunalista y religioso que permitió que Manson pudiera prosperar en la Costa Oeste"Julio Tovar
"Antes de entrar directamente en lo que supuso el asesinato, parte a la que de hecho dedico solo el último bloque, establezco en el libro otros escenarios sobre los mesías previos, por decirlo de alguna manera, y dos elementos que son importantes: El Oeste de Estados Unidos, y esto es algo interesante, era como una especie de epicentro de sectas, allí se estableció la teosofía –‘‘más jeringonza ocultista que teología de salvación’’, tal y como describe el periodista en la novela–, filosofía de la cual surgirían después infinidad de sectas más conocidas como la cienciología y muchos otros movimientos movilizadores. Existía un caldo de cultivo comunalista y religioso que permitió que Manson pudiera prosperar ahí. No sé si podría haber crecido tanto su influencia en la Costa Este, que es el contraejemplo más evidente. Digamos que en Nueva York era complicado, no había tanta inocencia y proliferaba este perfil de urbanita retorcido marxista, hablamos de un entorno en general más europeo. En ese sentido, y de nuevo volviendo a la inocencia y a esa cita que saco de Luis Buñuel en la que reconoce que la primera vez que va a Estados Unidos es precisamente la inocencia de la gente lo que más llama su atención, una de las discípulas de Manson reconoce por ejemplo una cosa bastante bonita y descriptiva de ese tipo de carácter que es que ‘‘Manson fue la primera persona que me dijo que yo era guapa’’. Típico pensamiento de chantajista emocional, si lo analizas", aduce sobre los patrones de comportamiento típicos de perfiles psicológicos como el de este proxeneta sectario procedente de Ohio.
Nos preguntamos, no obstante, si a ojos de la sociedad americana del momento y teniendo en cuenta el grado de manipulación erróneamente salvífica que procuraba, se le llegó a percibir como un verdadero psicópata o tan solo como un incomprendido. "Mira justo el otro día hablé con una amiga que es psicóloga y comentábamos cómo los maltratadores empiezan su discurso dando pena. Esto en Manson se observa perfectamente. Empieza con el cuento de ‘‘acabo de salir de la cárcel, no tengo padres, no ha sido fácil...’’», indica Tovar antes de proseguir sobre la importancia de los traumas experimentados: "Este tema de las circunstancias o la biología como elemento determinante del perfil psicopático es complejo. Cuando paras en las circunstancias siempre tienes por delante el concepto de ‘‘víctima social’’. ¿Manson fue una víctima de los abusos sexuales que recibió en uno de los reformatorios en los que estuvo o de una madre que se liaba con todos? Yo creo que en esta vida las personas toman sus decisiones y probablemente haya miles de niños de madres «casquivanas», por poner un adjetivo cipotudo en plan La Codorniz que puedan tener vidas prósperas y sin duda no marcadas por el asesinato o el crimen. También Manson tuvo mala suerte en general, todo le pilla muy pronto, tuvo unos padres adoptivos poco atentos, pasó por reformatorios...etc. No podemos eliminar el componente educativo y familiar de una persona como Manson, ahora bien, también es importante establecer y dejar claro que las decisiones las toma él".
"La emancipación sexual de los sesenta fue de los hombres, no de las mujeres"Julio Tovar
Y subraya a modo de alegato final con relación a los abusos practicados por Manson a muchas de las menores integrantes de la secta y el carácter presuntamente emancipatorio del sexo durante la época del fracaso norteamericano en Vietnam y la agitación de los movimientos estudiantiles: "Tengamos en cuenta que este no es un libro de aliado feminista, pero lo que establece es una idea que yo creo que es importante y es que en general, la emancipación sexual de los sesenta fue de los hombres, no de las mujeres. No hay comunas fundadas por mujeres, o al menos muy pocas. Era un sistema vertical en el que cual el gurú, Manson, extorsionaba y controlaba a las mujeres a través de la sexualidad. Todas las mujeres que pasaron por allí terminaron siendo absolutas odiadoras del género masculino porque habían sido unos extorsionadores con ellas en gran parte", indica. ¡Cómo no iban a lanzarse de cabeza años después la mayoría de ellas al radicalismo feminista!
"Claro, en el libro esto se ve muy claro a través del ejemplo excepcional de Pamela Des Barres -prosigue el escritor-, a quien Zapra protege pese a ser groupie, porque era la niñera de sus hijos y evita caer en ese tipo de comportamientos pero lo que es indudable es que en esos entornos comunales, con la presencia de un psicópata fácil, los abusos estaban a la orden del día. Y esto, además de ser una realidad, es un elemento de psicología social que se estaba dando en aquel momento. El otro día entrevistando a Arcadi Espada me dijo una cosa con relación a esto que es verdad, algo muy de los setenta: el orgasmo era un acto político, la sexualidad se percibía como una emancipación y ahora parece observarse como algo reaccionario. Ha habido como una especie de viraje en ese sentido". Por suerte, finalmente, cayó el "mesías", pasó el efecto de la droga y se pinchó la burbuja naif y sobredimensionada del hippismo, pero cuánta fascinación sigue despertando, todavía hoy, la mitología creada en torno a la figura de un criminal abyecto que solo quería "ser libre como un perro" y que consiguió terminar muriendo como tal.