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Heberto Padilla: el poeta obligado por Fidel Castro a suicidarse moralmente

El cineasta Pavel Giroud revisiona una de las injusticias contra intelectuales cubanos más sonadas y vergonzantes de la revolución, buceando en el contradictorio proceso de autocrítica del poeta
En la primavera de 1971 tuvo lugar en la Habana la comparecencia de Heberto Padilla
En la primavera de 1971 tuvo lugar en la Habana la comparecencia de Heberto PadillaLa Razón
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Por la frente y debajo de las gafas de Heberto Padilla, ese hombre al que le pidieron su tiempo para que lo juntara al tiempo de la Historia, pero al que también “le pidieron las piernas, la lengua, las manos, el pecho, el corazón, los hombros y finalmente le rogaron que, por favor, echase a andar, porque en tiempos difíciles esta es, sin duda, la prueba decisiva”, se escapa sin filtros un sudor caliente que desemboca en el cuello de su camisa mientras comparece durante cuatro largas horas ante un gremio de escritores. Es primavera en la Habana, estamos en el año 71 y el poeta acaba de ser puesto en libertad tras un arresto en el que se le acusa de atentar contra la seguridad del Estado cubano.
¿Qué puede llevar a un hombre a cambiar de idea? ¿Qué empuja a un intelectual a defecarse en el pilar argumental de su propia obra, a desmarcarse radicalmente de sus conscientes preceptos ideológicos? ¿Qué incita a un escritor a despreciar la existencia ordenada de palabras escritas por sus manos? “Yo inauguré el resentimiento, la amargura, el pesimismo. Elementos todos ellos que no son más que sinónimos de la contrarrevolución en la literatura”, se lamenta un sobreactuado Padilla en la intervención que tiene lugar durante esta suerte de expiación pública teatralizada, en la que entona un -en apariencia sincero- "mea culpa", cuyo trasfondo, lleno de oscuridad y degradación artística, sobrepasa la vacuidad de los perdones de la infancia.
Heberto Padilla se arrepiente de su posicionamiento crítico con el régimen de Castro, reniega del arte como vehículo de disidencia, se avergüenza de sus composiciones, se retracta de lo dicho y de lo escrito, menciona libros pasados con sentimiento de bochorno, se declara agente contrarrevolucionario llegando a incurrir en la delación sonrojante de varios de sus colegas escritores presentes (qué emocionante y paralizante ese momento en el que el periodista Norberto Fuentes pide de nuevo la palabra para matizar las acusaciones que su propio compañero está vertiendo, interrumpida por la violenta aparición del Teniente de las Fuerzas Armadas Armando Quesada), incluida su esposa, la también escritora y pintora Belkis Cuza Malé, exige de forma categórica el apoyo a la revolución por parte de la intelectualidad del país castrando toda posibilidad de no militancia por parte de los artistas ("la revolución cubana está por encima de este hombre con el que se han solidarizado", inquiere el propio poeta). Todo eso lo hace, a pesar del apoyo simbólico recibido por una parte importante de la vanguardia intelectual internacional del momento -Cortázar, García Márquez, Sartre, Cabrera Infante o Vargas Llosa entre ellos- que canalizó su movilización a través de una carta firmada por todos ellos, dirigida a Fidel, exigiendo la libertad del creador cubano.
La estructura de la trama, al márgen de la trascendencia cultural y mitológica, casi de leyenda fantasmagórica y colateral con la que se proyectó la figura de Padilla en Cuba, tal y como explica en entrevista el consolidado cineasta Pavel Giroud y autor del extraordinario, tristísimo y revelador documental "El caso Padilla" -que llega hoy a las salas después de haber conseguido el premio a la mejor película documental en los Premios Platino de este año y haber tenido su estreno europeo en el Festival de San Sebastián-, poseía una arquitectura naturalmente shakesperiana necesitada de exposición contextualizada: la autocrítica filmada de Padilla, la renuncia sin contemplaciones a todo lo que un día fue, ejemplifica la docilidad impuesta de un hombre amordazado por el gobierno cuya libertad no tenía cabida ni siquiera en los libros.
El documental, en estricta consonancia con el ritmo archivístico del formato, muestra por entero la comparecencia del poeta y su «J’accuse» invertido con el dedo señalándose a sí mismo, al tiempo que intercala declaraciones de entrevistas con Cortázar, quien decía que los poemas de Padilla eran el resultado de un hombre montado entre dos épocas, García Márquez y sus incisivas reflexiones sobre el papel antropológico del intelectual y la necesidad de apostar por una América Latina socialista o Carlos Fuentes y el subrayado de la influencia soviética con respecto a las relaciones con los artistas que hubo en el territorio de Fidel (refiriéndose de forma particular al ostracismo y posterior persecución a la que fue sometido por ejemplo Borís Pasternak, autor "Doctor Zhivago").
El intelectual tenía que ser revolucionario y si no, corría el riesgo de ser perseguido. No había posibilidad de disociar la creación de la militancia. Late a lo largo del filme de Giroud una vocación narradora, observacional, que conserva la esencia del suceso sin convertirlo en elemento panfletario, sin arrojárselo al espectador en forma de pancarta decorada con las caras de los buenos y los malos, aunque la sola mirada lastrada del poeta exiliado, autor de "En mi jardín pastan los héroes", "El buscavidas", "Fuera de juego" o "La mala memoria", baste para, en este caso, identificarlos sin demasiada dificultad. Nos acomodamos en el interior de los Cines Verdi para desgranar lento, sin hora, los pormenores de este caso paradigmático de la censura sufrida por la intelectualidad cubana con un director al que le duele Cuba, pero ya hace años que dejó de extrañarla.
¿Qué recuerdo en términos de trascendencia cultural tenías personalmente de Padilla como poeta antes de empezar a configurar las bases del documental? ¿Qué imagen se trasladó?
Bueno yo supe del caso Padilla y de Heberto Padilla como tal en los años 90, cuando yo estaba terminando mis estudios de Diseño en la Universidad, leí su autobiografía, “La mala memoria”. Leí la tapa trasera y ya me sorprendió, pero al acabarlo quedé impresionado. En aquel entonces yo estaba muy lejos de hacer cine. Después, cuando comienzo a hacer mis primeros cortometrajes leo su "Autoconfesión", que en su día se publicó transcrita con las convenientes ediciones. Cuando la leí pensé, coño esto está estructurado de una forma que parece un drama shakesperiano y se me ocurrió inicialmente la idea de buscar un actor que me lo interpretara como un monólogo para después crear las escenas que paralelamente vayan contando cómo este hombre llegó a esa situación. De hecho si te fijas, esa es la estructura dramática de mi documental pero prescindiendo del actor. Pero obviamente de Padilla se hablaba poco. Para mí era una leyenda extraña, un suceso que cada cual contaba a su manera aunque había un factor común que era que por culpa de un libro, había llegado a esa situación, pero ya está. Era un mito del que se hablaba pero no mucho y la oficialidad lo mostraba como un error puntual de la revolución que fue superado. Siempre se vio como una referencia de la censura y de sus posibles consecuencias.
Una imagen del documental "El caso Padilla"
Una imagen del documental "El caso Padilla"Imdb
Cuando un director decide rescatar un episodio histórico tan determinante para el entendimiento de la deriva de la revolución cubana, ¿busca reescribir la Historia? ¿busca señalarla, condenarla o simplemente contarla?
Mi postura como creador fue narrar el suceso, pero obviamente intentando mostrar no ya la cara oscura de la revolución, sino la esencia misma de la revolución cubana, que es esa y condenarla. Pero no poniendo un dedo acusador sobre ella, sino narrando el suceso. Elijo la narración de un suceso desde un punto de vista llamémosle neutral, como narrador cuento lo que pasó sin decir estos son los malvados y estos las víctimas, pero lo hago para desnudar a un régimen. Hay una voluntad de desnudarlo, aunque él solo lo consigue.
En junio del 61, Castro se reúne con artistas y escritores cubanos y pronuncia aquel famoso discurso conocido como "Palabras a los intelectuales" en donde intenta apaciguar las posibles dudas sobre el intervencionismo de la revolución en el proceso creativo con aquello de "...el temor que aquí ha inquietado es si la revolución va a ahogar esa libertad, si la revolución va a sofocar el espíritu creador de los escritores y de los artistas. Permítanme decirles que la revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que no tiene razón de ser". Diez años más tarde detienen a Padilla y le acusan de "actividades subversivas" por leer un texto titulado "Provocaciones" en un recital de la Unión de Escritores. ¿Era necesaria esa preocupación que relativizaba Fidel en su discurso?
En esas mismas palabras que tú me lees ahora, Castro lanza un mensaje lapidario que es “dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”, muy similar a una de Mussolini, que utilizaba el Estado en vez del concepto de revolución. Claro, estos intelectuales que sentían afinidad por la Revolución y muchos de ellos incluso estuvieron involucrados en su gestación, creyeron que dentro de ese dentro la crítica era aceptada. De forma que hicieron obras críticas, se manifestaron críticamente ante todos y ese ejercicio de libertad fue acumulativo digamos: durante esa década se sucedieron muchas frustraciones, hubo muchos programas que fracasaron, sobre todo a nivel económico, estrategias que se fueron a la mierda, la famosa "zafra de los diez millones" y cada vez había más incidencia soviética, cada vez Cuba dependía más de ellos. Hay que tener en cuenta que todo eso conformó un batido de cosas que le obligaron a Castro a dar un escarmiento y Heberto Padilla fue un daño colateral de eso.
"A Heberto Padilla la oficialidad lo mostraba como un error puntual de la revolución que fue superado. Siempre se vio como una referencia de la censura y de sus posibles consecuencias"Pavel Giroud
¿Qué reflexiones te asaltan o se te desmontan acerca del proceso constitutivo de la revolución cuando ves por primera vez la autocrítica del poeta?
La verdad es que los intelectuales cubanos tenían mucha relación con los diplomáticos extranjeros que estaban en Cuba y que a su vez eran intelectuales también, de manera que estaban incidiendo mucho -sin proponérselo muchas veces- en la opinión que estaba generando la revolución cubana. Castro decidió cortar por lo sano y usar a Padilla como conejillo de indias. El caso es que le salió muy bien, porque, aunque muchos intelectuales de la vanguardia de ese momento rompieron con la revolución a partir de este suceso, Fidel entendió que valía la pena sacrificar ciertas fichas con tal de tener el poder absoluto. Y eso es algo que fue practicando a lo largo de los años frente a muchas adversidades, él decía “¿me están robando los barcos para fugarse a los Estados Unidos? Pues agarra a estos tres que se robaron una lancha, los capturamos, los fusilamos y vas a ver como nadie más se roba una lancha”. Y en efecto. Durante dos meses la opinión pública internacional lo condena pero ese fuego se apaga y él sigue. Bueno y mira hoy. Todavía hoy, que hay más de mil prisioneros políticos. Aquí en España protestan porque un rapero va a la cárcel por ofender a la corona y esos mismos le pasan la mano al régimen cubano que tiene a mil prisioneros políticos por ofender a su particular corona. Mi película va dirigida sobre todo a ese sector, a los que aún siguen defendiendo un concepto romántico de revolución.
Otra imagen del documental
Otra imagen del documentalImdb
Pero ese romanticismo está asociado a periodos iniciáticos de la revolución...
Mira cuando me preguntan por las diferencias que hay entre la Cuba actual y la del 71, yo siempre digo que ahora hay más prisioneros por esa misma causa y que la vanguardia intelectual, que no sé si existe realmente hoy en día, en aquel momento se plantó, muchos le dieron la cara a Fidel Castro y muchos se decidieron a romper con el régimen. Hoy en día lo que hacen es cagar y mirar para otro lado, convencidos de que Cuba no es lo que creían, que apostaron al caballo equivocado y que lo mejor es que vayan a su aire. Entonces yo digo coño, si usaste una vez la voz para apoyar el régimen, alza tu voz ahora en contra de él, porque te necesitamos, porque con su silencio, aunque el silencio también habla, no es suficiente.
¿Crees que el espíritu combativo es indisoluble del creador?
No tiene por qué. Yo por ejemplo no me siento un creador militante, de hecho, no hago ningún tipo de activismo fuera de mi creación. Yo uso mi trabajo para canalizar todo lo que me conmueve, me emociona y me duele y no tiene por qué ser siempre así. Hay quien se conmueve con la naturaleza y pinta flores, habla sobre el campo. Uno es resultado de lo que lo remueve. El arte no tiene por qué ser político. Me preocupa más el individuo que las ideologías. Con el caso Padilla, como te comentaba antes, yo no me propuse condenar una ideología ni un sistema político, porque yo defiendo que cada cual es libre de pensar lo que quiera, me propuse hablar del ser humano. Tuve que extraer lo ideológico de mi pensamiento y ver a Padilla como Galileo Galilei y a Fidel Castro como la Inquisición. El poder contra el individuo. ¿Hasta qué punto puede llegar el poder para someter a una sociedad utilizando a una persona como objeto de escarmiento y hasta qué punto llega un ser humano, prensado por el miedo, a traicionarse a sí mismo, a renunciar a quien es, a su obra y a su creación? Y te hablo desde el conocimiento de haber padecido ese régimen y haber vivido en mis propias carnes la obligación de la autocrítica.
"El arte no tiene por qué ser político. Me preocupa más el individuo que las ideologías"Pavel Giroud
¿Has tenido que pedir perdón públicamente como Padilla?
(Risas). A nosotros en Cuba desde que somos bien pequeños nos obligan a hacer autocrítica. Sin llegar a los niveles de Padilla claro, pero te vas acostumbrando a un sistema en el que tienes que hacerlo todo correctamente porque si no te humillan. No iba a ir preso por robarme un lápiz de la biblioteca, pero si nos llevábamos un libro de allí me hacían pararme frente a todos mis compañeros de clase para denigrarme en cierta manera. Reconocer públicamente que era un miserable por haberme llevado algo que la revolución estaba poniendo a mi servicio. Todo esto viene un poco también de la formación católica de Fidel. No por gusto lo primero que combate Fidel es la Iglesia y es porque sabía el poder que podía tener en el pueblo cubano, que era eminentemente católico. Lo que hizo fue imponer su propia religión, convertirse en Dios.
¿En algún momento creíste como cubano en el poder transformador de la revolución?
Mira mi padre era más afín a la revolución, militante del partido, dirigente del área de la marina y murió cuando yo tenía quince años ya con cierto grado de decepción. Después me crie con mi madre que era todo lo contrario, una excelente trabajadora en lo suyo (en una importante compañía eléctrica) y se dio cuenta de que decir con libertad lo que pensaba no le acarreaba consecuencias, de modo que yo decidí ser igual. Siempre dije lo que pensaba, como ella. No te voy a decir que no tuve problemas, pero tampoco excesivamente graves. Sentía que de alguna manera respetaban mi mirada, nunca fui tampoco un activista, pero siempre me sentí libre. Algo que creo que va por dentro ¿sabes? La libertad es espiritual y el que no era libre en Cuba no lo va a ser tampoco aquí. Te lo aseguro, porque lo veo. Nunca fui un enamorado de la Revolución ni de la figura del Che, jamás. Si bien no me manifesté en su contra, tampoco fui a las manifestaciones que hacían: como cineasta nunca fui bien visto en ese sentido, pero nunca se me atacó. Me censuraron algún que otro vídeo en la televisión de videoclips musicales que hacía, pero creo que siempre tuve clara mi línea. Nunca fui revolucionario, nunca fui contra revolucionario, simplemente me limité a ser no revolucionario. Fidel Castro me caía muy mal de niño de hecho -confiesa entre risas- porque hablaba tanto que a la hora de ver los dibujos nunca podía, porque siempre estaba él en la tele.
Una imagen de Gabriel García Márquez durante el documental
Una imagen de Gabriel García Márquez durante el documentalImdb
¿Cómo explicas el hecho de que después de toda esa movilización incontestable por parte de la vanguardia intelectual exigiendo la libertad de Heberto Padilla, tiempo después hubiera nombres que se retractaran de aquel apoyo como Cortázar o el propio Benedetti?
Lo cierto es que Cortázar sí reculó, Goytisolo seguía yendo a Cuba y demás, pero la gran mayoría no. Hubo dos bloques: en uno estaba Benedetti, Galeano, Alberti…mucha gente que nunca rompió su apoyo a la revolución y que incluso escribieron horrores de Padilla en su momento. Personalmente creo que a Cortázar lo que le gustaba era Cuba como lugar, lo bien que le trataban, beber, disfrutar de una amante que tenía cantante de jazz, el personaje que él era allí. Si bien era un escritor magistral, que eso es indudable, ideológicamente yo no le veía mucha solidez. Curiosamente García Márquez no estaba bien visto en Cuba cuando ocurre lo de Padilla, de hecho se había tenido que ir de Prensa Latina, casi que expulsado por Fidel y se había tenido que ir a Canadá. El que sí que era muy cercano a la Revolución era Mario Vargas Llosa pero también porque le gustaba estar cerca del poder y Castro en ese sentido, era un auténtico imán. Fidel podrá tener miles de defectos, pero como figura histórica tenía algo indudable: encanto. Sabía ganarse aliados. Maradona se convertía en el mejor jugador del mundo en el 86 y en el 87 estaba haciéndose la foto con el argentino a un lado del brazo y Gabo al otro. Tenía esa magia para seducir. La frase que utilizo de Márquez precisamente resume muy bien quizás ese pensamiento de muchos otros escritores, él dice: “yo sé que en Cuba no está todo bien, pero yo creo en un futuro socialista para América Latina y si nos quedamos sin Cuba, nos quedamos sin referente para ello”. Y yo digo también, bueno pero menudo referente también ¿no?
Para muchos sí lo fue...
Si la izquierda actual quiere despojarse del viejo discurso este, que tiene aburrida a tanta gente, yo creo que un buen primer paso sería posicionarse respecto a Cuba. Y dejar de ver a Cuba como un ejemplo de educación o salud porque todo eso está mal allí y el bloqueo del que hablan algunos no es el causante de los males de Cuba. El bloqueo no tiene nada que ver con el hecho de que haya mil presos políticos. Puede tener que ver con el hecho de que Cuba no pueda comprar un equipo médico norteamericano, pero no con lo otro.
"Nunca fui revolucionario, nunca fui contra revolucionario, simplemente me limité a ser no revolucionario"Pavel Giroud
¿Cuál es la situación real, objetiva, de los creadores en Cuba en estos momentos? ¿Qué clase de terreno pisáis?
Hay momentos en los que ha habido más libertades. Cuando yo rodé mi película anterior, "El acompañante", Raúl Castro estaba en el poder y decidió hacer una pequeña apertura, donde esa película que yo tuve bloqueada por seis años, tuvo cabida y pude ir a rodar allí incluso y hasta estrenarla, con limitaciones, pero estrenamos. Hoy en día no y menos después de las protestas que ha habido multitudinarias al punto de que se han tipificado delitos en el código penal donde esta película que he hecho a mí me puede costar 20 años de cárcel, por ejemplo, la situación es muy distinta. Hay más restricciones que nunca para los creadores en Cuba. Luego han adoptado una medida que es lo mismo que le ocurrió a Padilla. Hace unos meses a varios periodistas jóvenes de uno de los medios independientes cubanos, El Toque, bastante crítico con la situación que se está viviendo allí, los obligaron a hacer una autocrítica en redes sociales, a renunciar al medio para el que trabajaban y a marcharse del país o la consecuencia directa que les esperaría sería la cárcel. El motivo era que habían incumplido unas supuestas “normas”. Eso fue hace unos meses, pero ocurre constantemente. Están limpiando el terreno: todo el que resulte incómodo le dan la posibilidad del exilio, Madrid se está llenando de jóvenes creadores cubanos: artistas plásticos, periodistas, cineastas. Te digo que ahora mismo hay más cineastas importantes cubanos en Madrid que en Cuba.
Cuando Cuba siempre fue un referente en términos cinematográficos, de hecho.
Totalmente. Era referencia a nivel de producciones junto con Argentina o México y si lo piensas, todo el cine cubano que se exporta y tiene cabida en festivales de alto nivel es cine independiente, ya prácticamente no existe cine oficial en Cuba, son películas que las hacen para consumo interno, películas sin ningún tipo de desafío.
Heberto Padilla durante su comparecencia
Heberto Padilla durante su comparecenciaImdb
¿Te duele Cuba?
Me duele Cuba, lo que pasa es que ya no la extraño. Llevo ocho años viviendo en Madrid, cuando estaba allí, tenía la suerte de viajar mucho, era un privilegiado como artista destacado en mi país. Me duele, pero desde que viví allí, ya me sentí extranjero. La Cuba que me interesa vive dentro de mí, en mi alma, en mis libros, en mis discos. Es un país que he visto desangrarse, un lugar que cuando nací era hermoso y cada vez es más feo en todos los sentidos. La gente trabaja un mes para que su salario equivalga a una botella de aceite o poco más, ¿cómo no me va a doler Cuba si veo dolor en tu mirada? que no sé si has ido alguna vez, pues imagínate en la mía.
¿Cómo ha sentado allí el documental?
No hay un solo medio oficialista que se haya pronunciado sobre esta película, están esperando a que se apague un poco el fuego y que todo siga igual.
Todo tu legado como director siempre mira, en cierto modo, a tus orígenes, a tus raíces.
Sí, en cierto modo siento que toda mi obra cinematográfica mira constantemente a la historia de mi país. Mi anterior trabajo, “El acompañante” habla de la criminalización de los homosexuales. ¿Qué pasa con el VIH? Mientras en el mundo entero se conocía como el cáncer gay, se les estigmatizó tanto en Estados Unidos, pues en Cuba, los primeros casos de VIH eran soldados de las fuerzas armadas que estaban cumpliendo misión en África y llegan 14 contagiados. Imagínate en un país tan machista como Cuba, decían, pero cómo nuestros héroes van a tener la enfermedad de los maricones, ¿cómo va a ser posible eso? La solución fue meterles en un sanatorio militar, donde desarrollaron las investigaciones de la enfermedad y cuando un civil se contagiaba iba a ese sanatorio donde sabían curarlo, pero estaban bajo un régimen militar, estaban prisioneros. De alguna manera ese sanatorio es una metáfora de lo que es Cuba, un lugar donde yo te tengo, te cuido, te alimento, te curo tu enfermedad, pero no puedes salir de ahí.