Charlie Chaplin, la gran víctima de la Caza de Brujas de Hollywood
Un día como hoy de 1972, el genio volvía a sus 82 años y tras dos décadas a pisar Estados Unidos, tras sufrir un exilio en Suiza al ser acusado de comunista durante los años 50
Creada:
Última actualización:
La dificultad a la hora de discernir entre arte y política parece ser una constante en el tiempo. No existe forma de expresión más libre, más exenta de adoctrinamiento, que la cultural. Está volviendo a ocurrir hoy día. Durante la guerra en Ucrania, son bastantes las exigencias o peticiones hacia artistas rusos para que se posicionen en contra del gobierno de Vladimir Putin. Hay quienes aprovechan su repercusión social y su fama para dar voz a la injusticia de esta contienda, pero también quienes toman su derecho a una expresión libre y prefieren no tomar partido. Ejemplo de ello es Anna Netrebko, icónica soprano rusa, quien ha declarado en varias ocasiones su firme postura en contra de la invasión de su país en Ucrania, pero que a la vez ha opinado que “obligar a los artistas, o a cualquier figura pública, a expresar sus opiniones políticas en público y a denunciar a su patria no es correcto. Debería ser una elección libre. Como muchos de mis colegas, no soy una persona política. No soy un experto en política. Soy un artista y mi propósito es unir a la gente por encima de las divisiones políticas”.
El debate sigue ahí fuera, pero no es novedad de los tiempos que corren. También ocurrió algo parecido en Estados Unidos, entre 1947 y 1957. Pero lo que se solicitaba entonces no era una exigencia, sino más bien una obligación, no había otra opción que la de posicionarse. Y la principal afectada fue entonces la industria de Hollywood. Fue uno de los periodos más complejos en la historia del cine, ante todo por verse afectada esta disciplina por algo tan ajeno -al menos en apariencia- como la política. El senador Joseph McCarthy fue el rostro de esa implacable campaña contra el comunismo y en defensa de los valores americanos. En plena Guerra Fría, personalizó una persecución a todo aquel que no mostrara lealtad absoluta al gobierno americano, y entre los perseguidos figuraban directores, productores, actores y otros trabajadores de la industria.
A este señalamiento social y el conjunto de medidas que coartaban derechos y libertades de todo aquel que no defendiera públicamente los intereses americanos, independientemente de si se era afiliado o simpatizante de la causa comunista, se les llamó Mccarthismo o Caza de Brujas. Este último nombre, por cierto, fue el que inspiró a Arthur Miller para escribir su obra “Las brujas de Salem”, que funcionó como alegoría de este episodio histórico.
La política, un virus silencioso
La persecución e investigación que señalaba la infiltración comunista en Hollywood fue perpetrada por el Comité de Actividades Antiamericanas: provocaban desde la anulación de carreras de grandes profesionales de la industria de la época hasta la censura de ciertas películas consideradas problemáticas, así como la creación de las interminables listas negras. Escritores, actores y directores fueron silenciados, y entre ellos destacaron nombres como Carl Foreman, John Garfield, Arthur Miller, Lena Horne, Elmer Bernstein, James M. Cain, Lee J. Cobb y, quizá, la mayor víctima, Charlie Chaplin, entre otros.
El genio y figura principal del cine mudo, nacido en Londres en 1889, ya había conquistado a Hollywood con sus insuperables “Tiempos modernos” (1936), “El gran dictador” (1940), “El chico” (1921) o “La quimera de oro” (1925). El del bigote, bombín, pantalones holgados y zapatones ya era un icono de la industria, y su fama se extendía en un plano internacional. No obstante, la política es como un virus silencioso que, al mutar, se cuela en los rincones más insospechados, lo menos necesarios, y también influyó -de manera negativa- en la carrera profesional de Chaplin y otros artistas.
Algunos se exiliaron, y otros incluso denunciaron a sus compañeros para lavarse sus propias manos. A otros la suerte no les acompañó, y acabaron en la cárcel o penalizados en sus trabajos hasta que demostraran que eran contrarios al comunismo. En este sentido, el momento en que Charlot se vio fuera de su país fue diferente. Fue al llegar de un viaje al extranjero cuando se encontró que no podía entrar a Estados Unidos. Si bien se sabía su simpatía hacia la causa comunista, nunca se mostró como un radical ni revolucionario, pues basaba su imagen principalmente en su arte, su talento. Más bien, criticaba las penurias que él mismo vivió durante su infancia, lo que por algunos se consideraba como declaraciones anticapitalistas. Por tanto, Chaplin se vio obligado a exiliarse a Suiza, uno de los cambios más dolorosos de su vida y donde pasó el resto de sus días, prometiéndose a sí mismo que no volvería a pisar el país que lo traicionó.
No obstante, hubo una excepción, y sucedió un día como hoy de 1972: Charlot volvió a Estados Unidos para recibir un Premio Oscar honorífico. Tenía 82 años, y regresó a los templos de Hollywood tras dos décadas sin pisarlos. En el momento en que recogió el galardón que homenajeaba a su obra y carrera artística, la ovación duró doce minutos -la más larga de la historia-, y la emoción por parte del director y actor fue evidente. Tras dar las gracias, volvió a coger, de nuevo y por última vez en América, su bastón y su sombrero, refutando su imagen de leyenda eterna del cine.