Muere Donald Sutherland, adiós al caballero de la orden obrera
El icónico actor, padre de Kiefer Sutherland y reconocido por sus papeles en "Johnny cogió su fusil" o la "Casanova" de Fellini, ha fallecido a los 88 años tras una larga enfermedad
Madrid Creada:
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En «Lo raro y lo espeluznante» (Alpha Decay), el crítico Mark Fisher cuenta que la intención de Daphne du Maurier cuando escribió el cuento que corto que acabaría inspirando a Nicolas Roeg para dirigir «Amenaza en la sombra» (1973) era «hablar de aquello que extraña por su ausencia». Y es que hay figuras que, por pura presencia, no es que parezcan parte del decorado, sino que lo elevan y le dan dignidad. Por eso mismo, cuando Roeg decidió cambiar el final del cuento y hacer que su protagonista persiguiera a lo que creía ser su hija fallecida, solo para descubrir que en realidad se trataba de una persona con acondroplasia que le pondría fin a su vida, sabía que necesitaba un actor que fuera capaz de encarnar lo bello, lo raro y lo espeluznante. Todo a la vez.
A los 88 nos ha dejado ese actor, Donald Sutherland, pero también el John Klute de «Klute», el Cristo de «Johnny cogió su fusil», el Dave Jennings de «Desmadre a la americana» y también el Presidente Snow de la saga «Los juegos del hambre», por el que le conocen los más jóvenes y por el que lució mejor que nunca la misma barba blanca en Los Angeles cuando le entregaron el Oscar honorífico en 2018 y en San Sebastián cuando le homenajearon por toda su carrera en 2019.
Caballero canadiense de prosa sajona, e hijo de un matrimonio obrero, Sutherland no tuvo la más fácil de las infancias. Antes de cumplir los diez años ya había pasado por la fiebre reumática, la polio y la hepatitis, a lo que hubo que sumar la depresión que siguió al fin de la Segunda Guerra Mundial y un fuerte desapego con sus padres tras decantarse por el reporterismo como primera profesión. Por suerte o por desgracia, la radio local en la que hizo sus primeros directos quebró y Sutherland volvió a retomar sus estudios, graduándose como ingeniero y marchándose a Londres, con apenas 22 años, para perseguir una prometedora carrera como actor.
Fue allí donde comenzó a dejarse su icónico bigote, el mismo con el que aparecería en producciones pequeñas y para televisión del Reino Unido, pero que le abriría las puertas del cielo cinematográfico: rodando un capítulo de la célebre serie «Los vengadores», dirigido por Roger Moore, el que también fuera James Bond le «enchufó» entre varios de sus productores conocidos, provocando que Sutherland fuera considerado para «Doce del patíbulo» (1966). Junto a Lee Marvin y Charles Bronson, Sutherland pasó de la BBC a salir en la quinta película más vista del año.
Tocado por una varita, el actor se mudaría a finales de la década de los sesenta a Estados Unidos, donde conoció a Jane Fonda en la citada «Klute» y donde se radicalizó políticamente, tomando parte activa en las protestas contra la Guerra de Vietnam. Esa visibilidad le llevaría a la gloria, trabajando con Fellini en «Casanova» (1976) o inscribiendo su nombre con letras de oro en la historia de la ciencia ficción con «La invasión de los ultracuerpos» (1978), la primera de su año más icónico. Los porros de «Desmadre a la americana», ese mismo curso, le confirmaron como un actor de masas, capaz de hacer «Edipo» en el teatro y de interpretar a un decano molón.
Por eso, y porque Sean Connery necesitaba a un compañero a su altura, filmó también «El primer gran asalto al tren», ya dando señales de ese dandy señorial al que acabaría dando vida en la segunda mitad de su carrera. Sutherland, cabeza visible del Hollywood izquierdista de los ochenta al que pasó por encima Reagan, dedicó esa década a criar a sus cinco hijos, incluido el Kiefer que le siguió los pasos. En los noventa se alió con Oliver Stone para ponerle voz al asesino de Kennedy y destacó como villano de acción, justo hasta que la senectud le devolvió de nuevo a las grandes lides de «Orgullo y prejuicio» (2005) o la serie «Trust», dejándonos como último gran testamento «El viaje de sus vidas» (2017), junto a Helen Mirren. Se va un caballero, pero uno de la excelentísima orden de los obreros.