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Jane Fonda, sin pelos en la lengua

La actriz se encontró con el público de Cannes en un festival que apuró su última jornada entre Alice Rohrwacher y Ken Loach
La veterana actriz y activista Jane Fonda, ayer durante su homenaje en el Festival de Cannes
La veterana actriz y activista Jane Fonda, ayer durante su homenaje en el Festival de CannesVALERY HACHEAFP
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

Cannes (Francia) Creada:

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Empezamos Cannes con Michael Douglas y acabamos con Jane Fonda. Casualidades de la vida, ambos estuvieron en el festival en 1978, presentando “El síndrome de China”, en la que la actriz norteamericana se vestía de activista antinuclear. Han pasado más de cuatro décadas, pero Fonda, a sus 85 años recién planchados (“Hace años me hice la cirugía estética, algo de lo que no estoy orgullosa. Ahora como bien, duermo mucho, hago ejercicio y soy muy curiosa. Ese es mi secreto para estar tan guapa”), sigue siendo tan reivindicativa como en los setenta, cuando se convirtió en persona non grata para muchos de sus compatriotas, que la consideraban poco menos que una terrorista al servicio de las tropas del Vietcong. Ayer, en un encuentro con el público en Cannes, vestida con un elegante traje chaqueta de finas rayas blancas y negras, no paró de soltar perlas: “No habría crisis climática sin racismo. No habría crisis climática sin patriarcado”. Fonda, que tuvo una tensa relación con su padre, Henry Fonda; que fue convertida en objeto de deseo por su segundo marido, Roger Vadim, en “Barbarella”; y que se apuntó a la segunda ola del feminismo cuando lideraba manifestaciones contra la política de Nixon; ha vivido en permanente conflicto con sus vínculos con el sexo opuesto.
“Sé que la gente siempre me ha considerado una feminista, pero ¿cómo puedes serlo realmente cuando estás casada con hombres que no te dejan ser tú misma?”, admitió, tal vez pensando en Vadim o en Ted Turner, magnate televisivo y su tercer marido. “Me llevó muchos años convertirme en una verdadera feminista en mi vida real”. Ni siquiera Godard, que la utilizó para levantar el proyecto de “Todo va bien” y acto seguido desmitificó su imagen de actriz protesta en “Letter to Jane”, se libró de la actitud lenguaraz de la protagonista de “Klute” y “El regreso”: “Godard era un gran director de cine. Me quito el sombrero ante él. Pero como ser humano…” Y ahí, genio y figura, Fonda hizo un gesto de “kaput”.
La sección oficial cerraba sus puertas con la italiana “La chimera”, de Alice Rohrwacher y la británica “The Old Oak”, de Ken Loach. Huelga decir que la nueva película de la directora de la espléndida “Lazzaro feliz” gana por puntos. En ella mantiene la atmósfera mágica, esotérica, de aquella, esta vez apoyada en la simbología de la carta del tarot de El Colgado, representada en un personaje masculino que parece deambular por el mundo en estado de suspensión. Hechizado por una relación amorosa que terminó abruptamente, Arthur (Josh O’Connor) tiene un sexto sentido para detectar restos de la cultura etrusca, habilidad que le convierte en miembro emérito de una banda de traficantes arqueológicos. Arthur, como aquel Lazzaro, es un ser sin tiempo, siempre vestido con el mismo traje, que se debate entre el refugio que le ofrece esa comunidad de delincuentes y el futuro que podría tener en otra comunidad, esta vez femenina, protectora y solidaria. Es difícil hablar de “La chimera” sin traicionar su extraño misterio, que no es otro que el de la búsqueda del amor en las catacumbas de la Historia.
No es fácil conservar el misterio si has competido en ¡17 ocasiones! en sección oficial, tienes dos Palmas de Oro y un estilo alérgico al cambio. Contaba Thierry Fremaux que, cuando llamó a Ken Loach para comunicarle que volvía a estar seleccionado con “The Old Oak”, este le preguntó: “¿Estás seguro?”. Nadie duda de la honestidad del cineasta británico a sus 86 años, pero... En un momento de la película, la que podríamos considerar su alter ego, una joven refugiada siria aficionada a la fotografía, admite que ella necesita la cámara para mirar la cruda realidad desde una perspectiva más esperanzadora. Y eso es lo que hace Loach, hasta el punto de inventarse esa realidad. Por mucho que “The Old Oak” quiera explicar de dónde procede el racismo de cierta clase obrera británica -la que sobrevive al paro y a la especulación inmobiliaria, la que ve al extranjero como única amenaza de su precaria estabilidad en el empobrecido norte de Inglaterra, en 2016-, no puede evitar -con la complicidad de su guionista habitual, Paul Laverty- imaginar que, finalmente, la solidaridad de clase siempre prevalece, y que, en su utópica Inglaterra, el nacionalismo y la xenofobia que provocaron el Brexit son leyendas urbanas. Al lado de “The Old Oak”, “La sirenita” es puro realismo sucio.
Un palmarés reñidoDifícil lo tendrá el jurado presidido por el sueco Ruben Östlund -y secundado por voces aceradas de la disidencia fílmica como Julia “Titane” Ducournau- para conceder la Palma de Oro. Y esta vez el problema es el exceso de magníficos títulos, en la que ha sido una de las mejores ediciones del festival de Cannes en años. Aunque la magistral “The Zone of Interest” no parece una película de consenso, es de las propuestas más osadas y agresivas a competición, algo que cuadra con el universo Östlund. Tal vez el director de “El triángulo de la tristeza”, por afinidad nórdica, sienta que va siendo hora de que el finés Aki Kaurismaki gane la Palma de Oro, y lo haría por uno de sus mejores filmes, “Fallen Leaves”. “About Dry Grasses”, del turco Nuri Bilge Ceylan, y “Spring”, de Wang Bing, también tienen posibilidades, quizás lastradas por su larga duración. Y no nos olvidemos de las excelentes “May/December”, de Todd Haynes” y “Anatomie d’une chûte”, de Justine Triet. Se anuncian discusiones acaloradas y decisiones polémicas. Hoy saldremos de dudas.