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Entrevista de cine
«Pequeños calvarios» de cada día
Javier Polo Gandía dirige una comedia que forman relatos patéticamente humanos

Javier Polo Gandía, director de «Pequeños calvarios», cuenta que el origen de la película está en las historias –dentro de los límites de la confidencialidad médico-paciente– que contaba su padre, psiquiatra, tanto a él como a su hermano Guillermo, también cineasta: «A lo largo de la vida siempre hemos tenido conversaciones en casa acerca de la psiquiatría. A raíz de ahí he aprendido a observar o a tener un poco de sensibilidad hacia los comportamientos de los demás o de uno mismo, que a veces son inexplicables», comenta.
«Y, entonces, a partir de esta premisa de poder observar cosas, y escuchar, y hablarlas con mi hermano... pues trabajamos en la idea original que luego ya desarrollaron los guionistas. Pero, sí, esa primera parte de definir esos relatos sí que viene germinada entre los dos, porque al final se trata de observar por qué hacemos las cosas que hacemos, especialmente en soledad», abunda Polo y, acto seguido, continúa explicando el título de la cinta: «Y los calvarios, cuando encuentran su mayor momento de expresión, es en la soledad de las personas, en sus pensamientos internos que los van carcomiendo. Y me hacía mucha gracia que estos comportamientos, en lugar de esconderlos, los trajésemos a la primera plana y, encima, potenciados con esa figura que hace un poco de diablillo cabrón [el personaje del relojero Carlo, interpretado por Carlo Molinero]. ‘‘Pequeños calvarios’’ es el resultado de este experimento», resume.
Cinco historias en una
Son estos «Pequeños calvarios» cinco historias en una película, ligadas por el humor y por lo ridículo de las situaciones, por el patetismo de los personajes –que encarnan Andrea Duro, Arturo Valls, Berta Vázquez y Vito Sanz, entre otros–. «Lo que buscamos con las historias era generar acumulación –comenta su director–: como si en una mochila te fueras metiendo piedras y cada vez pesase más. Y que el espectador llegase a un camping –lugar donde se desarrolla la penúltima de ellas– con cierta histeria acumulada». Y abunda Polo: «Que el espectador sufriera con los personajes. Entonces, creo que todos tenemos alguno muy concreto con el que empatizamos, o hay un pequeño porcentaje de ellos que nos representa. Creo que la empatía es clave para que el espectador viaje por las distintas historias y salga del cine con ese punto de reírnos de nosotros mismos, de ese patetismo cotidiano que nos representa. Y, por otro lado, con el sabor de la ironía y la comedia con la que afrontar el día a día. Para mí el humor es el motor de nuestras vidas y también de nuestro arte».
Un perro, un escarabajo y un loro. ¿Qué hay de la presencia animal en esta cinta?, nos preguntamos. «Ellos siempre han formado parte de la mitología, de las leyendas: creo que son seres fascinantes que al final también se comportan muchas veces de manera inexplicable», responde el cineasta valenciano. «Y creo que es interesante lanzar teorías al vuelo: vamos a jugar a contestar por qué los flamencos son rosas –alude a su anterior cinta– o, aquí, qué pasaría si tuviéramos un perro en ‘‘circunstancias especiales’’ en una casa y lo tratáramos como algo normal», concluye.
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