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Estreno en cines

«Playa de lobos»: que muero porque no «mero»

Javier Veiga capitanea este duelo actoral entre Dani Rovira y Guillermo Francella

«Playa de lobos»: que muero porque no «mero»
«Playa de lobos»: que muero porque no «mero»X

Hay una digresión sublime en esta película, cuyo guion cuida las palabras como si fueran un soneto, donde sobre una piscinita de plástico situada en medio del volcánico desierto de Fuerteventura, Manolo o Manu –el hamaquero malagueño encarnado por Dani Rovira–, vestido por arriba con un traje de neopreno con gafas de buzo y por abajo con un ridículo bañador, interpreta una coplilla surrealista que es un auténtico trabalenguas: «Me mira el mero y me muero,/ mirándome en su mirá./ Mirando morir mi mero,/ mi amor del mero del mar./ Tiritando bajo el mar,/ tiritando tran tran tero,/ triste me puse a llorar/ mirando morir a un mero». De fondo, una comparsilla o charanga local, ataviados sus componentes con unas ancestrales máscaras de lobo, componen ese arúspice «coro griego» del que habla el director de «Playa de Lobos», Javier Veiga.

Todo por una hamaca

El propio Veiga explica el sentido de estas ensoñaciones o escenas oníricas que apuntalan la película: «Dentro de la historia, que es una mezcla de géneros en la que hay muchas líneas distintas dentro de la misma, esa parte cumplía la función como de un coro griego dentro de una tragedia o tragicomedia: ese coro va anunciando o presagiando que algo va a ocurrir. Efectivamente, puede parecer una bobada, pero no tenían estas canciones una intención cómica, sino contar al personaje desde otro punto de vista, que te dejara una inquietud especial, como algo de ‘‘qué cosa tan extraña, pero a la vez tan poética’’».

La cinta, que es un duelo actoral entre el propio Rovira y el argentino Guillermo Francella, tiene su origen en una vivencia de su director y guionista, quien se olvidó el móvil en un vagón de tren y el «segurata» no le permitió recuperarlo porque ese pasillo era sólo para salir, y él tenía que obedecer las órdenes recibidas. «Estuve cuarenta minutos de una ventanilla a otra para intentar que me dejaran volver a por mi teléfono», asegura Veiga, quien no cree que sea una actitud exclusiva de nuestro país, aunque sí es cierto, señala, que «se trata de una actitud aceptada, que hasta nos parece bien que alguien no se responsabilice de nada o no asuma ningún compromiso».

«Por lo que trata esta historia lo lógico hubiera sido contarla en un ministerio, en una ventanilla», dice el cineasta gallego. «Pero narrarlo en una playa, en un sitio abierto, y de que uno no se haga responsable de una hamaca, me parecía que era como sacarlo de la idea que diríamos en primer lugar y ver que esto nos puede pasar a cualquiera», agrega. Pero en este caso a quien le sucede es al personaje magistralmente interpretado por el argentino Guillermo Francella, por quien le preguntamos a Javier Veiga cómo consiguió «ficharlo» para este proyecto: «Fue nuestra primera opción para el personaje, aunque sabíamos que era un sueño, ya que llevaba veinte años sin participar en una película española y hoy es uno de los actores en nuestra lengua más solicitados. Pero teníamos que intentarlo».

Sorprendentemente, Guillermo aceptó «porque es una persona que cree en los proyectos, y el guion le encantó, así me lo hizo saber». Asimismo, Dani Rovira, el otro protagonista, tiene una escena cumbre bajo el agua practicando pesca submarina: «Me empeñé en hacerlo en el mar, le pusimos mucho mimo a la parte más trabajosa y costosa de la película: era fundamental que eso no te sacase fuera de la historia –cuenta su director–. Es un paréntesis que tiene que ser muy emotivo porque escasi una historia de amor entre el personaje de Dani y ese mero».